Brad Pitt aprovecha al máximo el desafío actoral que significa «El extraño caso de Benjamin Button» (quien nace viejo y va rejuveneciendo), igual que la siempre brillante Cate Blanchett.
La originalidad de esta película es contar la historia de un hombre que nace viejo y muere joven. Su gran cualidad consiste en contarla con el rigor clásico y desvergonzadamente anticuado del Hollywood de los viejos buenos tiempos.
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Moviéndose en el terreno de la literatura del absurdo, el relato original de Francis Scott Fitzgerald es una irónica parábola con la que el director David Fincher elabora un sólido romance fantástico que no tiene mucho que ver con el resto de su filmografía. Este film casi no parece pertenecer al autor de estilizados thrillers como «Pecados Capitales» o «El club de la pelea».
«El curioso caso de Benjamin Button» tiene una mezcla de sofisticación e ingenuidad digna de los melodramas pensantes que se filmaban en la década del 30, empezando por el detalle de que la historia sea revelada en un racconto, a través de la lectura del diario íntimo del protagonista. Una madre anciana y moribunda le pide a su hija que lea este extra-ño documento en un hospital de Nueva Orleans.
El ambiente es ideal para el tono de realismo mágico de esta improbable biografía que comienza el día de los festejos por el fin de la Primera Guerra Mundial. En medio de la alegría general, una mujer muere al dar a luz un ser tan deforme como para que su padre considere arrojarlo al mar. En cambio, lo abandona en el portal de un asilo de ancianos, sitio más que oportuno para que este infante de la tercera edad pueda pasar inadvertido.
Hay de todo en la vida de Benjamin Button, personaje que, a medida que envejece y se hace más joven, se va pareciendo progresivamente a Brad Pitt, quien aprovecha al máximo las posibilidades de este desafío actoral (más allá del notable trabajo técnico de maquillaje y efectos especiales para lograr la caracterización). A lo largo de casi todo el siglo pasado Button recorre el mundo, se hace marino, participa de la Segunda Guerra Mundial (lo que da lugar a una excelente escena bélica), conoce todo tipo de personajes pintorescos y hasta llega a reencontrarse con el padre que lo abandonó al nacer.
Pero, en realidad, todo gira en torno a la larga y complicada relación amorosa del protagonista con la nena que conoce en su provecta infancia, y que crece para convertirse en Cate Blanchett (brillante con o sin maquillajes especiales).
La puesta en escena y el variado trabajo de ambientación de época es excelente, pero la fluidez narrativa que consigue Fincher durante más de dos horas y media quizá sea la mayor cualidad de la película. El mayor defecto es la insistencia algo obvia en remarcar cada período histórico, lo que a veces no aporta mucho, y por otro lado recuerda un poco la fórmula «Forrest Gunp» (el guionista es el mismo de ese film, Eric Roth).
Esto no impide que ésta sea una pelicula sumamente original, con algo para interesar a todo tipo de espectador. Y si hay un Oscar que merece ganar entre todas sus nominaciones (una puesta segura es una estatuilla para el maquillador Greg Cannom), es el de la banda sonora. La partitura del francés Alexandre Desplat es de lo mejor que se haya compuesto para cine en lo que va de la década.
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