20 de enero 2003 - 00:00

El Deira menos conocido expone el Centro Borges

La pose
"La pose"
Con muestras de excelente nivel (además de espacios refrigerados), el Centro Cultural Borges es un excelente refugio para disfrutar del arte durante el verano. En este diario ya se comentó «Ceremonias Africanas»: un tributo de 75 fotografías de la australiana Angela Fischer y la norteamericana Carol Beckwith.

En otra de las salas, «Ernesto Deira, Una década singular, 1967-1977», exhibe algo más de 30 obras poco conocidas hasta la fecha que pertenecen mayormente a la familia del artista. Predomina en la muestra un tono dramático que si bien es consustancial al estilo del sesentista, está en este caso determinado con el contexto social y político de la época.

Deira
pinta en esos años la muerte, la tortura y los diferentes rostros del miedo. Se trata de una serie de retratos y figuras desarticuladas a la que el autor no tituló y que está realizada en colores sombríos y rojos exaltados. Hay rostros fantasmales, cuerpos mutilados y en carne viva con sus formas modeladas con los haces musculares; hay, además, gestos congelados que son los de la muerte, imágenes que traen recuerdos más vivos que la propia memoria.

Equilibrando esta visión del horror, la vida fluye por la serie de aguafuertes inspirada en la novela «Pantaleón y las visitadoras» de Mario Vargas Ll osa. Las imágenes barrocas de Deira ilustran, según Vargas Llosa, «no la vida objetiva y pública de los comportamientos y realizaciones, la de los hechos consumados, sino la secreta y mental de los hechos apetecidos, inventados, idealizados, aquellos que no suceden nunca o que luego de sucedidos, la memoria enriquece, pervierte».

Así, dando rienda suelta al humor y sus fantasías, Deira dibuja un paisaje panorámico donde una visitadora desnuda, con sus formas rotundas y amplias como una nube, sobrevuela un campo en el que se divisa un escuadrón de sexos masculinos. Perteneciente al grupo Nueva Figuración integrado también por Luis Felipe Noé, Rómulo Macció y Jorge de la Vega, Deira murió en 1986.

En estos últimos años, los artistas del grupo ocuparon espacio preferente en las colecciones porteñas y en el mercado. Las obras de los «chicos rebeldes» del arte argentino, que cuando el imperativo era ser un pintor abstracto o informalista, recuperaron la figura humana, elevaron sus cotizaciones aceleradamente. Aunque cabe aclarar que las obras que se disputan los coleccionistas argentino y del extranjero, son las realizadas en la década del sesenta.

•Antecedentes

En 1994 integraron la muestra de arte argentino que organizó David Elliot en el Museo de Oxford y que llegó a Buenos Aires justamente, para inaugurar el Centro Cultural Borges. En 1996, el «Rompecabezas» de De la Vega, impactante pintura de la época pop que ahora se exhibe en el hall de entrada del MALBA, ingresó en la Colección Costantini. En 1998, tres cuadros de De la Vega pasaron de la colección Helft a la de Eduardo Grüneisen, quien también incorporó algunas pinturas de Deira, marcando así una suba en las cotizaciones de los cuatro artistas.

A los pocos meses,
Amalia Fortabat, decidida a fundar su museo, compró en Arte BA una pintura de Macció de la década del sesenta en 125.000 dólares. En un remate de Nueva York, una pintura de Macció más reciente y de pequeñas dimensiones se vendía entonces en 46.000. Pero el verdadero salto se produjo en 1999 en Arte BA, cuando Fortabat compró «La nigromante», una instalación de De la Vega por 600.000 dólares y también en esa feria, Noé batía su récord: 100.000 dólares por una pintura de 1962. A los pocos días un Noé de la «Serie Federal» se vendía por 210.000 dólares. Deira, con igual talento y reconocimiento que los otros miembros del grupo, es hasta hoy el artista menos cotizado. ¿El motivo? Su obra está en manos privadas y rara vez circula por el mercado.

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