21 de junio 2007 - 00:00

En su centenario, renace en el mundo el boom Frida Kahlo

Daniela Velázquez, Giancarlo Scrocco, María Laura García y Marcela Figini, integran elelenco de «Su-Frida Viva la vida», que forma parte de los festejos por los 100 años delnacimiento de la artista.
Daniela Velázquez, Giancarlo Scrocco, María Laura García y Marcela Figini, integran el elenco de «Su-Frida Viva la vida», que forma parte de los festejos por los 100 años del nacimiento de la artista.
Coinciden en varias ciudades del mundo tributos a Frida Kahlo, con motivo de cumplirse, el 6 de julio, un siglo de su nacimiento. En México se realiza la exposición más grande y completa, «Frida Kahlo 1907-2007. Homenaje Nacional» en el Palacio de Bellas Artes, con la exhibición de tres cuartas partes de la producción de la artista.

Con un costo de más de 14 millones de dólares, la muestra está integrada por 354 piezas, algunas de ellas inéditas como documentos, manuscritos, 50 cartas y más de 100 fotografías personales. No faltan aspectos menos conocidos como naturalezas muertas, paisajes urbanos, su admiración por la caligrafía oriental y la influencia que tuvo su padre, el fotógrafo alemán Guillermo Kahlo, en su proceso creativo.

En el Centro Cultural de la Cooperación puede verse actualmente el espectáculo «Su-Frida Viva la vida», a cargo de la Compañía Duggan Danza. Teresa Duggan, quien con este espectáculo dirige el tercero sobre Kahlo, dijo a este diario: «La relación de Frida con su cuerpo ha sido el gran disparador para abordar el lenguaje corporal de esta obra, las personas que sufren con su cuerpo tienen una conciencia y un conocimiento muy agudizado de sus sensaciones, posibilidades y límites, lo mismo pasa con los bailarines. El cuerpo es el instrumento y hay una relación directa entre los estados de ánimo y las calidades de movimiento, la alegría aliviana y conecta, la tristeza pesa y relenta, el dolor contrae y hace mas angulosos los movimientos. Además, tomamos del trabajo de investigación lo fotográfico, películas, charlas y el resultado es un algo mucho más teatral de lo que ha propuesto la compañía hasta ahora».

Es justamente en lo teatral donde el espectáculo encuentra su costado más frágil, en contraste con las muy buenas coreografías, por caso, aquella donde la pequeña Frida descubre el mundo a través de un ovillo de lana rojo y luego sigue desde el atelier de Diego Rivera. También se destaca la buena música elegida, entre rancheras y sonidos new age.

«Lo que más me sorprendió de Frida es el concepto de destino marcado», cómo los hechos fueron tan fuertes que torcieron su voluntad y en vez de estudiar medicina, como ella quería, estuvo rodeada de médicos y mas de una vez los odió», continúa Duggan. «Me fascina saber que su reposo, su inmovilidad y su dolor despertaron tanta fuerza y tanta belleza. Me conmovieron su sensibilidad y su fuerza de voluntad, su imaginación, su mundo interior, gracias a todo eso pudo hacerle frente a su parálisis, al accidente, a las 35 operaciones, a los abortos, a los largos meses en cama. Me impresionó la tragedia del accidente que le partió la pelvis, lo que la llevó a no poder tener hijos, aunque sí quedaba embarazada. Me impresionan las amputaciones, el soportar toda una vida dolorida. Ella decía: otra vez el diablo me clava las uñas. No tenía registro de cómo era estar sin dolor».

La última exposición de la artista en su país antes de su muerte la tuvo presente, postrada en una camilla y enferma. El escándalo no tardó en llegar, en coincidencia con su consagración, que culminó con más polémica el día de su muerte y un féretro cubierto con la bandera comunista.

En Buenos Aires sólo hay un cuadro de Kahlo en el Malba, mientras han pasado muestras itinerantes por la Fundación Proa y por el Centro Cultural Borges el año pasado. Pero quienes han visitado la casa Azul de Frida en Coyoacan sabrán que nada es comparable a un acercamiento con su obra desde ese lugar.

Fue allí donde nació y creció la artista y donde encontraron, a principios de este mes, al menos unos cien dibujos inéditos realizados por ella y Diego Rivera, provenientes de un cuarto secreto que la propia pareja había mandado a tapiar. Rivera había dispuesto que se abriera 50 años después de la muerte de Frida. Los investigadores descubrieron varias cajas con correspondencia, manuscritos y documentos, además de los bocetos de la pintora y demás papeles de la vida de la pareja.

Es sabida la trágica historia de la artista, quien a los seis años tuvo poliomielitis y en 1925, regresando en autobús de la Escuela Nacional Preparatoria se vio involucrada en un accidente que le dejó secuelas para resto de su vida. En reposo absoluto y sumida en sopor, empezó a pintar. Cuando pudo caminar y sosteniéndose en su bastón, Diego Rivera vio sus cuadros y la incentivó a continuar con la pintura. En 1929, se casaron y comenzaron una relación que tuvo tanto de amor y aventuras como de tormento e infidelidades, que llegaron a incluir a Cristina Kahlo, hermana de la pintora, y un romance de Frida con el líder comunista León Trotsky.

En la obra de Duggan se destaca ese contraste de sensaciones y colores desde la vestimenta, con predominio de corsets, vestidos y flores, pero también la hoz y el martillo del comunismo. Los mejores momentos son los bailados, cuando su hermana la ayuda a salir de una resignación que la paraliza (o una parálisisque la deprime), cuando conoce a Diego Rivera y se enamora, cuando conoce las infidelidades de Rivera y se enamora más, cuando corretea en juegos amorosos con otros y otras. Las piezas conservan motivos de otras como «Niña con máscara de muerte», «La columna rota» o «Autorretrato con monos», entre las pinturas de Kahlo.

Juano Villafañe, director artístico del CCC, expresó: «André Bretón en 1940 invita a Frida Kahlo a exponer en París. Bretón la presenta como la gran pintora surrealista. Frida no puede asistir y le responde desde México disconforme: «Yo pinto lo real». Aquel diálogo histórico, no del todo correspondido, reconfirmaría con el tiempo que Frida fue una gran artista surrealista, realista y mágica a la vez. Una mujer que logró unir arte y vida en el gran gesto vanguardista de la política revolucionaria de comienzos del siglo XX».

En su diálogo con este diario, Duggan completa: «Con el correr del tiempo Frida se fue transformando en un símbolo femenino y su manera de ser, de pintar, de vestirse y de amar, la colocan como una personalidad fuera de lo común. Me generó admiración su inteligencia para descubrir vocación a través del obstáculo. Al estar un año en cama luego del accidente comenzó a pintar, y ahí encontró su modo de exorcizar el dolor, transformarlo en arte, ingeniarse para esconder su defecto físico usando un tipo de ropa que la distinguió. Hasta logró que la imitaran y la tomasen como un parámetro de moda. Fue así que salió en la portada de la revista Vogue, tras su poder de reinventarse. Fue genuina, valiente, talentosa y tuvo enorme capacidad de amar y de perdonar. En una época y en un país donde el machismo era muy fuerte, ella siempre fue diferente, desde niña. Con el correr del tiempo se magnificó su imagen y se llegó a crear una religión, el «kahloismo» en adoración a Frida».

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