29 de enero 2007 - 00:00
Fronteras adentro: el arte argentino se exporta menos
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Jorge Macchi
y su
«ascensión»
en la Bienal
de Venecia.
Macchi es
uno de los
pocos
artistas
argentinos de
la generación
joven o
intermedia
cuya obra es
ampliamente
reconocida
en el exterior.
Así son las cosas aquí, el destino de los artistas depende más que nada del azar, mientras el mundo gira en sentido inverso. En España, el gobierno de Felipe González decidió que para dejar de ser los parientes pobres de Europa, el arte era una de las áreas que merecía todo el apoyo. En pocos años se creó la ruta de los museos y la feria de Arco, subvencionada por el gobierno, y aunque los españoles no son grandes compradores de arte, las instituciones estatales se encargaron de armar sus colecciones.
Algo similar pasó en Brasil durante el gobierno de Fernando Enrique Cardoso, cuando empresarios arriesgados apoyados por Itamaraty, se atrevieron a asegurar que la imagen violenta de su país iba a cambiar si el mundo conocía el esplendor de su arte. Hoy los artistas brasileños, con el apoyo del sector público y privado, se mueven en el perímetro que recorren los sacerdotes del arte, los directores de museos y curadores de grandes colecciones que deciden quiénes ingresan en los espacios consagratorios.
La argentina Cristina Sommer, directora del Proyecto Interreg IV de la Unión Europea en Bruselas, llegó a Buenos Aires para trabajar en una gran muestra financiada por la institución y varias fundaciones, que aspira a exhibir -aunque sea en parte-, el arte argentino de los últimos diez años en varios museos de Europa.
Desde la perspectiva europea y frente a las dificultades que implica salir al exterior, Sommer, observa: «No existe apoyo estatal suficiente ni una clara política de promoción del arte contemporáneo en los circuitos internacionales por parte del gobierno, salvo contadas excepciones. No alcanza con estar presente en las bienales de Venecia y San Pablo. Estamos lejos de Brasil y de otros países latinoamericanos. La escasa participación de galerías argentinas en ferias internacionales, se debe entre otros factores a la falta de apoyo estatal para cubrir costos de transporte y alquiler de stands. Como consecuencia, los artistas y galeristas se ven obligados a abrirse camino en soledad y frecuentemente fallan, carecen de contactos, no hablan el idioma, desconocer las personas a quién recurrir y los procesos a seguir».
Desde la perspectiva local, Orly Benzacar señala que los esfuerzos para romper el aislamiento, recaen sobre el sector privado. «El sólo hecho de que la galería consolide la presencia del arte argentino en el exterior, es positivo; también el Malba y la Fundación Proa mantienen relaciones con los grandes museos del mundo; arteBA, reúne todos los años más de 200.000 personas y su política es convocar a la crítica, los operadores y coleccionista extranjeros».
Consultada sobre la posibilidad de entablar un diálogo con el sector político, para aunar fuerzas y que los esfuerzos no se disgreguen, responde: «Es el Estado el que tendría que venir a buscarnos, cada cual hace su trabajo. Nosotros somos receptivos al diálogo, pero la clase política no es receptiva. Hay funcionarios que trabajan para sacar los artistas al exterior, pero al no haber políticas culturales, se convierten en interlocutores temporarios que dejan un vacío cuando se van. Si a la cultura no se la invita a sentarse en la mesa grande, donde se discuten las grandes cuestiones del país para diseñar una política de estado, no hay con quién hablar».
Un dato crucial es que en el circuito del arte internacional los resultados se cosechan a muy largo plazo, son el producto de una estrategia sostenida en el tiempo. «La galería estuvo presente en Arco durante muchos años, sin ganar dinero, hasta que nos conocieron y apreciaron a nuestros artistas. Se necesitan políticas bien definidas y de largo plazo, para que haya continuidad en las gestiones», añade Benzacar.
Entretanto, los funcionarios de Cultura parecen ignorar que, como aclara Sommer, « persisten las dificultades para sacar obra contemporánea del país. Los procesos son engorrosos, ineficientes e implican mucha pérdida de tiempo. Estos trámites deberían modernizarse y agilizarse para incentivar a los artistas y galeristas a sacar obra al exterior».
En la actualidad para ingresar una obra de arte al país se debe pagar el 10,5% del valor de la misma en concepto de IVA, tributo que sumado a la complicación de los trámites aduaneros, desalienta el desarrollo del coleccionismo local y el arribo de galeristas extranjeros a una feria como arteBA, que aspira a la integración.
El 10,5% de IVA también se aplica a los artistas argentinos y extranjeros que realizan obras de arte en el exterior, obligación que, según se interprete, contradice la Constitución, que dice: «Toda persona tiene derecho a la libertad de expresión; este derecho comprende la libertad de buscar, recibir o difundir informaciones o ideas de toda índole sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección».
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