Pie Grande está de regreso, y es un regocijo
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Quizá los niños recuerden un dibujo de hace tres años y pico, “El hijo de Pie Grande”. Si no lo recuerdan, o ni siquiera lo vieron, no importa, porque al comienzo de la que ahora vemos el susodicho patudo lo cuenta todo en una entrevista televisiva, el hijo preadolescente dice lo suyo, y los animales de la casa también hacen su aporte. Es una familia bastante particular, donde la única persona normal, y normativa, es, por supuesto, la mamá. En ese sentido, los caracteres, la animación, el desarrollo de la historia, responden a pautas estandarizadas, pero todavía eficaces. Sobre esas pautas surge la sátira, a las animadoras de la televisión, los noticieros que responden a sus anunciantes, la fama de cinco minutos, los magnates de la minería extractiva que destruyen el medio ambiente, los conservacionistas de actitudes inocentes, etcétera. Y surge también la acción y la aventura, cada vez más vertiginosa, con resabios de Indiana Jones, Ethan Hunt y tutti quanti, porque se trata de frenar a un magnate petrolero que ha dispuesto una poderosa bomba de profundidad para hacer aflorar el oro negro arrasando todo un parque natural en Alaska, con bosques, lobos, alces y demás bellezas.
Nos olvidábamos: el chico puede hablar con los animales. Pero no se decide a decirle a la vecinita lo que ella espera. Autores, Jeremy Degruson y Ben Stassen, los mismos de “El hijo de Pie Grande” y, antes, “Trueno y la casa mágica”, aquella donde un gatito y otros cuantos bichos, junto a unos niños, evitan que la casa de un viejo mago caiga en manos de una empresa inmobiliaria. No irán al Oscar, pero entretienen honradamente y dicen algo.
“La familia Pie Grande” (Bigfoot Family, Bélgica, 2020). Dir.: J. Degruson,
B. Stassen. Animación
(Cinemark/Hoyts online).
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