25 de mayo 2021 - 00:00

Carlos Gamerro: una novela sobre la barbarie de los civilizados

La obra es un ejemplo de versatilidad ya que el estilo de cada capítulo responde a los distintos personajes.

Gamerro. “La jaula de los onas” está ambientada en el París de 1889.

Gamerro. “La jaula de los onas” está ambientada en el París de 1889.

La Argentina opulenta, elegante y civilizada, y la bárbara, harapienta y salvaje, se vieron inesperadamente confrontadas en la Exposición Universal de París de 1889; ese hecho histórico impulsó a Carlos Gamerro a escribir “La jaula de los onas” (Alfaguara), novela coral que cuenta de indios raptados de Tierra del Fuego, y de todos los que, de un modo u otro, tienen que ver con ellos, en un desfile de estilos narrativos. Gamerro es licenciado en Letras, ha publicado una decena de libros de ensayos, entre otros “Facundo o Martín Fierro”. Ésta es su séptima novela. Dialogamos con él.

Periodista: ¿Cuál fue su reacción al leer que un belga secuestró a once aborígenes criollos para exhibirlos como caníbales en París?

Carlos Gamerro: Debo confesar que por deformación profesional, y hasta por egoísmo profesional, lo primero que pensé es: qué buena historia, da para escribir una novela. Y para tratar de entender cómo fue posible esto. La indignación es fácil. Nadie necesita que le digan que tiene que indignarse porque un grupo de indígenas, sin ningún tipo de herramientas para enfrentar a la civilización blanca, y menos a los winchester, fueron encadenados en la bodega de un barco y llevados para exhibirlos en una jaula en la Exposición de París. Si tengo que hacer una novela para que la gente se indigne con eso es que la gente está bastante mal. José María Borrero, en “La Patagonia trágica”, donde ofrece ese dato y una foto que documenta el hecho (que también está en mí libro), se indigna tanto que le ahorra a uno el trabajo de indignarse. Más eficaz, y también más difícil porque requiere más trabajo, es presentar los hechos desde muchas subjetividades. Cada capítulo de mi novela es un personaje, un narrador, un punto de vista. A veces absolutamente odioso, como en donde habla Maurice Maitre, que los capturó y los tenía secuestrados en París. Cuando los misioneros les pedían que los soltaran no les contestaba las cartas, un modo de decirles: no pienso soltarlos, son míos y los tengo acá para hacer plata. Quise que cada uno de los protagonistas, mayores o menores, hable y diga lo suyo. Otra cosa que me estimuló fue que al investigar encontré cosas que no estaban en ningún libro.

P.: ¿El eje de la historia es la odisea de Kalapakte buscando regresar a Tierra de Fuego?

C.G.: Ese es el eje narrativo, pero a su alrededor hay un montón de otras historias. Por ejemplo hay un capítulo sobre las Misiones Salesianas en Tierra del Fuego, y por ahí no pasa Kalapakte, el muchacho ona que logra escapar de la jaula del belga y deambula por los alrededores de la Torre Eiffel hasta que se encuentra con Karl, que participó en la construcción de la torre y que decide ayudarlo. Pero lo principal de la novela, más allá de Kalapakte, es la historia de los once selknams secuestrados y llevados a París, algunos de los cuales lograron volver. Sigo a cada uno hasta su muerte. Y hasta que no conté la historia de los once la novela no termina. Así que cuando acaba la historia de Kalapakte, la novela sigue un poco más. La historia me lleva a contar, entre otras cosas, que la sociedad selknam estaba muy marcada tanto en las diferencias físicas como en la cultura, en la participación de varones y de mujeres en las ceremonias. Eso me lleva a que haya capítulos que son de hombres y otros de mujeres.

P.: Todo eso ocurre a fines de 1880, momento clave político-social de la Argentina.

C.G.: Creo que la historia argentina empieza de nuevo en Tierra del Fuego. Hasta ahí no había presencia argentina en la isla. Estaba en manos de los habitantes originarios y de algunos marineros y misioneros anglicanos. Fue un momento fascinante. Ese era el fin del mundo y, a la vez, estaba globalizado porque el tránsito marítimo global, que tenía que ir del Pacífico al Atlántico y viceversa, pasaba por ahí. Cuándo la Conquista del Desierto lleva a la ocupación del territorio continental aún queda Tierra de Fuego, y ahí se da un nuevo comienzo. A la vez, lo ocurrido con los selknams evidencia la relación de la Argentina con Europa. Contrapone al sofisticado pabellón argentino, buscada representación de la Argentina europea y opulenta, en la Exposición Universal de París a apenas unos pasos la jaula del belga aventurero con once selknams, comiendo carne cruda para que la gente se horrorice, les recuerda a los presumidos argentinos que también tienen eso: salvajes (supuestamente) caníbales, “antropófagos patagónicos”.

P.: Gracias a Karl, el anarquista judío alemán compañero del ona viajero, conocemos la ceremonia Haim, centro de la cultura selknam y meta del retorno de Kalapakte.

C.G.: Ese rito iniciático es fundamental para Kalapakte. Para mí fue un desafío saber si podía entrar en ese mundo o si me era demasiado ajeno, si solo lo entendía de afuera. Elegí que lo contara el anarquista compañero de Kalapakte, que es incorporado a la tribu; de haber elegido contar ese rito desde un ona me hubiera sentido un impostor. Karl me permitió estar a la vez desde dentro y desde afuera de la ceremonia.

P.: ¿El anarquista Karl lo llevó de las huelgas en Estados Unidos a las de la Patagonia?

C.G.: Junto al arco que va desde una tribu de cazadores recolectores a la París de fin de siglo, cumbre de la sofisticación, la trama me fue llevando a contar de las primeras huelgas en Estados Unidos y a la historia del anarquismo en la Argentina simultáneo a su desarrollo en Estados Unidos. Señalé el impacto de la inmigración en los dos países y en la formación de movimientos obreros. Y si bien sabía que el racismo estaba generalizado en el Occidente del siglo XIX, pude ver hasta qué punto era la base de todas las formas de conocimiento, que todo estaba racializado, la antropología, la psicología, la arquitectura, los estudios culturales. Por donde se mirara estaban los parámetros raciales estableciendo una jerarquía que prácticamente nadie cuestionaba.

P.: ¿Y ahora en qué está?

C.G.: El año pasado estuve leyendo bastante sistemáticamente sobre la representación de las epidemias y pandemias en la literatura y escribiendo ensayos que parcialmente salieron publicados en distintos medios. Estoy viendo reunir todo eso en un libro.

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