24 de agosto 2006 - 00:00

"Hoolingans"

«Hooligans» esun tenso relatosobre laviolenciagratuita de loshinchasingleses, queevita aludir a larelación entreéstos ydirigentes declubes,además de nomostrar unasola toma dealgún partido.
«Hooligans» es un tenso relato sobre la violencia gratuita de los hinchas ingleses, que evita aludir a la relación entre éstos y dirigentes de clubes, además de no mostrar una sola toma de algún partido.
«Hooligans. Diario de un barrabrava» (The Football Factory, G. Bretaña, 2004, habl. en inglé). Guión y dir.: N. Love, sobre novela de J. King. Int.: D. Dyer, F. Harper, T. Hassan, R. Manookian, N. Maskell, D. Sutton.

Personajes fuertes, contrastes llamativos, varias agresiones y una estructura bien pensada impulsan este film, conformando un tenso relato sobre la violencia gratuita que practican los hooligans por el solo gusto de «estar en la primera línea de la pelea». El problema es que, de todos modos, no pasa la superficie del problema, y en ese sentido el film también resulta algo gratuito.

La historia empieza con un buen enganche, y no lo suelta: manando sangre, todo lastimado, el protagonista dice, directo a cámara, «ése soy yo dentro de tres semanas», y anticipa sus dudas sobre el valor de la experiencia. Nos queda, entonces, ver qué va pasando durante esas tres semanas, cargadas de piñas y premoniciones, fanfarronerías, amenazas, cervezas, y una creciente sensación de desagrado en nuestro personaje, pero también en un viejo veterano de la Segunda Guerra, una muchacha que quiere retener al novio, y hasta un jefe de barrabravas, al que en cierto momento se lo ve medio cansado, ya sabremos cuál es el motivo. Lo de la muchacha, en fin, no tiene remedio. Ha elegido mal, y punto. Lo del viejo es más fuerte: los matones lo respetan por haber luchado en la guerra, pero, justamente, él piensa haber luchado contra tipos como esos. Ejemplo de respeto, un taxista xenófobo que se honra en llevarlo gratis. Y lo del jefe es todavía más complicado, porque debe dar ejemplo, empujar a los suyos,y al mismo tiempo cuidarlos-(y de paso cuidar los negocios de droga que comparte con el jefe de la barra enemiga, una cosa no quita la otra).

Detalle elogiable, los autores logran que el tipo francamente antipático de la película no sea este gordo prepotente, sino un mísero y mezquino flacucho que al comienzo de la historia provocaba cierta piedad. Detalle nada elogiable, el relato evita cualquier denuncia clara sobre la relación entre patotas y dirigentes de clubes, y (acaso por una cuestión de imagen) elude casi totalmente las tomas de estadios. Ni pensar en una mísera toma de algún partido. Peor aún, ni siquiera hablan de fútbol (sólo de emboscadas), ni tampoco se aprecia la mínima mística que debería caracterizar a los hinchas, sobre todo si se trata, como en este caso, de hinchas del Millwall, que hace años que viene en picada, igual que ciertos sectores de la Inglaterra que aquí se describe. Aparte, se las agarran, impresionantemente, contra los del Chelsea, pero, que quede claro, a Hernán Crespo ni lo mencionan.

P.S.

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