17 de mayo 2007 - 00:00

Hopkins, con otro asesino convincente

Pese a unos diálogos mejorables y una dirección algo errática, «Crimen perfecto» lograretener el interés del espectador, en primer lugar, gracias a Anthony Hopkins, a quien RyanGosling acompaña bien.
Pese a unos diálogos mejorables y una dirección algo errática, «Crimen perfecto» logra retener el interés del espectador, en primer lugar, gracias a Anthony Hopkins, a quien Ryan Gosling acompaña bien.
«Crimen perfecto» (Fracture, EE.UU., 2007, habl. en inglés). Dir.: G. Hoblit. Guión: D. Pyne, G. Gers. Int.: A. Hopkins, R. Gosling, B. Burke, R. Pike, E. Davidtz, D. Straithairn, C. Curtis, F. Shaw.

Siempre es gratificante ver una actuación de Anthony Hopkins, aún en trabajos menores como éste. Tranquilo, prácticamente sin levantar la voz, con sus ojos calmos y burlones manejando un suave tono de ironía, sugiriendo alternativamente unos raros momentos de melancólica frialdad, capciosa maldad, e inesperada gracia, Hopkins consigue varias veces que el público se ponga de parte del malo de la película, que viene a ser, lógicamente, él mismo.

A poco de empezar la historia, su personaje, un ingeniero aeronáutico amante de las estructuras que sólo él entiende, mata a su esposa. Ella lo engañaba con otro, pero, en todo caso, es un crimen (y doble, porque nos impide disfrutar de la bella Embeth Davidtz). El lo confiesa, apenas llega al lugar del disparo un oficial de policía. Pero luego, en el juicio inmediato, refuta hábilmente los cargos, y arriesga salir libre, para confusión y angustia del bueno de la película, que es el fiscal, aunque, a fin de cuentas, no es tan bueno.

Igual que el policía, el fiscal tiene su parte negativa, empezando por ese defecto de muchos profesionales jóvenes, de creerse ganadores y no prestar suficiente atención a las advertencias del mundo que los rodea. El asesino, en cambio, advirtió su lado flaco y por ahí ataca. Lo que viene, entonces, es un duelo entre dos inteligencias muy distintas, y dos formas actorales relativamente cercanas: la de Hopkins, brillante y siempre de apariencia mesurada, y la de Ryan Gosling, que necesariamente luce menos mesurado, ya que su fiscal canchero pasa públicamente de la soberbia al bochorno, y no sabe qué hacer, aunque un par de veces tenga clara la idea (muy poco original) de ordenar a la policía que siembre pruebas, semipruebas, y cualquier otro zapallo necesario para mandar al asesino a la cárcel. El resultado incluye, entonces, unas buenas actuaciones, algunas sugerencias de orden moral, cierta sensación de incomodidad existencial, la ambigua admiración por las buenas réplicas de un mal tipo, y también, desgraciadamente, una leve sospecha respecto a la propia inteligencia de los dialoguistas, que proveyeron menos letra de la esperada, y menos ingenio. De ahí, quizá, la excesiva cantidad de planos raros y otros recursos visuales que sirven para provocar extrañeza, pero que interrumpen y dilatan inconvenientemente la historia. En esto, al director Gregory Hoblit todavía le falta.

El reparto se completa con, entre otros, David Straithairn (el Robert Wegler de «Los Soprano») y, en el papel de jueza, Fiona Shaw, la tía Petunia de Harry Potter.

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