22 de junio 2007 - 00:00

Inabarcable abanico de muestras en Nueva York

«Van Gogh y el expresionismo» (a la derecha, la versión Egon Chiele de un emblemáticoVan Gogh), una de las innumerables muestras de calidad que ofrece la actualidad neoyorquina,así como una buena cantidad de «trash art».
«Van Gogh y el expresionismo» (a la derecha, la versión Egon Chiele de un emblemático Van Gogh), una de las innumerables muestras de calidad que ofrece la actualidad neoyorquina, así como una buena cantidad de «trash art».
Nueva York - Es todo un desafío tratar de resumir en pocas líneas la actualidad artística neoyorquina, inabarcable por la cantidad de muestras, de gran calidad en buena parte de los casos, tanto en museos y galerías. Por supuesto que muchas de estas últimas no escapan al trash art (arte basura) que ya desde el título « Beneath the Underdog» o «Debajo del desvalido» hace pensar en una crítica al sistema. Pero desde la entrada es sólo un conjunto de elementos que nada tiene que ver con nada, por ejemplo, un gigantesco pene en resina anaranjada en cuya parte posterior y cabeza abajo aparece el rostro de Balzac a la manera de Rodin o el piso de las seis salas todo derruído a propósito, con otro pene encajado en un zapato como un único objeto, planchas de vidrios rotas, amén de otros objetos, todo dejá vu, para nosotros, vulgar, disparatado y carente de contenido.

Mejor refugiarse en el Metropolitan que ha renovado la presentación de sus excepcionales colecciones de arte griego y romano por las que ahora no se pasa oceánicamente sino que invitan a la contemplación y así descubrir muchos de los fundamentos de la modernidad. En la terraza están Frank Stella (1936) cuya obra gráfica se presentó recientemente en el Malba, y que continúa traspasando los límites de la pintura hacia unas esculturas en escala monumental en acero inoxidable y fibra de carbón , una de ellas en un negro absoluto, una caligrafía escultural, una «jaula estructural», paredes curvas, un desafío espacial de un artista que confiesa «fui llevado a la escultura gracias a los relieves pintados. Ahora no puedo dejar de pensar en la arquitectura».

La exposición continúa en otra sala del Museo y como su título lo indica «Painting into Architecture», hay maquetas de proyectos realizados en distintas ciudades y los no realizados como la del Museo Malba; 25 pinturas, algunas pertenecientes a su período del Op Art; relieves; dibujos; «Severinda» (1995) una monumental pared de Fiberglas con grabados de colores brillantes realizados por computadora, quizás una sala demasiado pequeña para albergar tan disímiles propuestas.

¿Quiénes eran los hermanos Clark? Robert Sterling (1877-1956) y Stephen Carlton (1882-1960), herederos de la fortuna amasada por el imperio de la máquina de coser Singer cuya relación se quebró a golpes de puño hacia 1923 por una disputa a raíz de la distribución de la herencia. Nunca más se hablaron pero ahora sus colecciones se presentan juntas por primera vez. Robert Sterling se dedicó a los grandes maestros y algunos impresionistas aunque puso un punto final en Cézanne. Compró 39 obras de Renoir, entre ellas, «Blonde Bather», un retrato de la esposa del pintor de 1875 además de Millet, Manet, Degas, Corot. Su interés era formar una colección discreta, palabra que tiene que ver con su bajo perfil y que constituye el «Sterling and Francine Clark Art Institute» en Williamstown, Mass., inaugurado en 1955.

Stephen Carlton era más osado en sus gustos pero además de comprar obras de los autores mencionados, entre las que se destaca la de Manet «Young Woman Reclining in Spanish Costume» (1862/3), una suerte de homenaje a Goya y también a la «Olympia». Ambos compraron obras de los americanos Sargent, Remington y Homer. Sterling poseyó más de 200 pinturas de este autor, Stephen fue un entusiasta mecenas de Edward Hopper de quien donó al MOMA el famoso «House by the Roadrail» de 1925. También se entusiasmó con Picasso y Matisse, a los que Sterling consideraba-«malos pintores e impostores». No se incluyen obras de El Greco, Veronese, Frans Hals, Constable, Courbet, entre otros, que ambos hermanos coleccionaron, en suma, una muestra fascinante no sólo por la anécdota familiar y la calidad de las obras sino también por su visión como coleccionistas.

Por otra parte, y como prueba evidente de que todavía hay mucho para investigar sobre Van Gogh, es imperdible la muestra que se exhibe en la Neue Gallerie: «Van Gogh y el expresionismo», es decir, su influencia en los artistas alemanes y austríacos que recién conocieron su obra después de 1901 cuando Max Pechstein lo consideró «el padre de todos nosotros». Para Kandinsky marcó el camino hacia la abstracción, para Kokoschka, una tradición figurativa basada en el gran arte humanista del pasado y la agudeza de sus retratos psicológicos.

Aunque Erich Hechel ya experimentaba con la pincelada vibrante y cortada encontró en él un nuevo sentido del drama visual. Kirchner y otros artistas de Die Brücke estaban fascinados por su técnica. Emil Nolde se comprometió con Van Gogh a un nivel espiritual al tratar, como su mentor, de «comprender aquello que está en la esencia de las cosas». Egon Shiele estaba impresionado por la profunda intensidad espiritual que emanaban sus obras. Obras de estos artistas además de las de Marc, Macke, Jawlensky, Rothluff, Otto Dix, expuestos de manera que el público pueda establecer comparaciones.

Queda mucho en el tintero: Picasso y Braque, Tony Cragg y sus últimas esculturas, Richard Serra y una extraordinaria retrospectiva en el MOMA que deja sin aliento por su monumentalidad, interesantes propuestas fotográficas y escultóricas de artistas chinos, un artista alemán nacido en 1960, Neo Rauch, un realista turbulento y turbador. En fin, una apasionante experiencia para los amantes del arte.

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