«El vidente» («Next», EE.UU., 2007, habl. en inglés). Dir.: L. Tamahori.Int.: N. Cage, J. Moore, J. Biel, T. Kretschmann, P. Falk, J. Beaver
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Sólo a Philip K. Dick se le ocurrían cosas como la premisa de «El vidente». Nicolas Cage es un mago de segunda de Las Vegas que sin embargo tiene el auténtico poder de ver el futuro, aunque apenas lo que va a suceder dentro de los siguientes dos minutos, y sólo si el hecho en cuestion lo involucra personalmente.
En realidad, a Dick se le ocurrían cosas mucho más complicadas, pero para convertirlas en un argumento de cine hay que simplificarla a su mínima expresion. No hay mutantes futuristas en esta adaptación de «The Golden Man», pero lo que queda basta para que un experto como Gary Goldman (el guionista de «El vengador del futuro» de Paul Verhoeven) le entregue al director Lee Tamahori un ingenioso mecanismo de tensión consistente en dejar que avance la acción para luego anular la escena y comenzarla de nuevo de modo tal que el héroe, habiendo visto algunos segundos del futuro inmediato, pueda volver a la misma situación con una solución mejor. Sólo que, como dice el protagonista, «el problema es que el futuro cambia si lo podés ver».
Dado que el mago Frank Cadillac no tiene más ambición que usar su poder para su trabajo y ganar unos discretos dinerillos en los casinos, la idea de salvar a la ciudad de Los Angeles de un atentado nuclear no le entusiasma en absoluto. La inescrupulosa agente del gobierno que interpreta Julianne Moore está convencida de que un vidente como éste puede garantizar la seguridad nacional, más allá de los medios que hagan falta para lograr su colaboración. Lo que implica que los terroristas quieran liquidarlo sólo por las dudas de que pueda interferir en sus planes. Lo que nadie sabe es que los dos minutos de visión hacia el futuro pueden expandirse si encuentra a la chica de sus sueños (Jessica Biel, estupenda elección) a la que justo encuentra cuando todo está por explotar. «El Vidente» está pensada como un thriller fantástico de acción y suspenso basado en el recurso narrativo de hacerle creer al espectador que lo que está viendo realmente está sucediendo, sólo para rebobinar la escena y jugarla en otra dirección. Lo mejor de la película es el principio, donde este juego de posibilidades se plantea a tope para que este camino con senderos que se bifurcan insistentemente se convierta en un recurso que pueda atrapar a la audiencia que no pretendía ver nada más que una buena película de acción.
Por su parte, el desenlace es especialmente brillante y sutil para una superproducción hollywoodense de este tipo, cualidad que persiste incluso en los créditos del final.
En el medio, la necesidad de concentrarse en este juego narrativo -todo un desafío de montaje- obliga a obviar detalles argumentales que brillan por su ausencia cada dos por tres, lo que en realidad no es tan malo teniendo en cuenta que funcionan como perfecto aniquilador de lugares comunes del género -como el móvil o alguna mínima explicacion acerca del plan terrorista- que hubieran extendido la hora y media de proyección sin aportar nada realmente sustancioso.
Una actriz del talento y profesionalismo de Julianne Moore puede volver creíble la escena más descabellada, aun con el faltante argumental señalado (su interés por basar toda su estrategia en un vidente no resiste mucho análisis). Y Nicolas Cage mide su histrionismo como nunca para que esto sea sólo una buena película de acción fantástica, sin ningun tipo de pretensión adicional.
La moderación general también contagió al director de fotografía de la nueva trilogía de «La guerra de las galaxias», David Tattersall, que a pesar de rodar esta película no en celuloide sino en video de alta definición, consiguió limitar al máximo la estética digital para sintetizarla en buenas imágenes cinematográficas.
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