12 de octubre 2001 - 00:00

Insólita gloria de percusionista sorda en EE.UU.

Evelyn Glennie
Evelyn Glennie
Washington - Con verdadera obsesión -y, en general, con pobres resultados-, las orquestas de nuestro siglo han buscado reconciliar la programación de composiciones contemporáneas con los imperativos de la taquilla (o el desaliento de butacas vacías, que es decir prácticamente lo mismo).

No obstante, la National Symphony Orchestra, de recordadas actuaciones en el Teatro Colón bajo la batuta de Mistislav Rostropovich, parece haber encontrado con su actual titular, Leonard Slatkin, la fórmula para atraer público numeroso a conciertos de música de nuestro tiempo. Un buen ejemplo lo dio la reciente actuación que la National Symphony compartió con la extraordinaria percusionista escocesa Evelyn Glennie en calidad de solista.

Esta famosa percusionista egresó del Royal College of Music con honores académicos, sobrellevando una profunda sordera que la aqueja a partir de los doce años. Glennie se presenta descalza en los escenarios, percibiendo el mundo sonoro a partir de las vibraciones que siente en la planta de sus pies.

Además de Glennie, la clave del éxito de este concierto estuvo en el hilo conductor de su programación («Ionisation», de Edgar Varese; «Mirologhia», para percusión y orquesta, de George Tsontakis; «Concierto para Percusión», de Chen Yi, y «La Noche de los Mayas», de Silvestre Revueltas) construido en derredor de la fascinación visceral que ejercen los intrumentos de percusión sobre una vasta gama de melómanos de todos los géneros.

Con el estreno de «Ionisation» en 1933, Edgar Varese le abre a los instrumentos de
percusión un primer espacio de protagonismo en el mundo sinfónico. La compleja arritimia que requiere esta partitura, encontró excelente y precisa respuesta en los percusionistas de la
National Symphony. El uso de sirenas (inédito en los años '30) en la instrumentación de «Ionisation», pareció un alarmante recordatorio de los aciagos acontecimientos que se viven en el mundo de principios del tercer milenio.

«Mirologhia»
(antigua tradición de versos que las mujeres griegas cantan o declaman en velatorios), resulta ser la materia prima de la que se nutre el compositor griego-americano George Tsontakis para su obra epónima, estrenada en junio del 2000 en el Festival de Aspen. A lo largo de sus seis episodios contrastantes, «Mirologhia» convoca a percusión solista y orquesta sinfónica a un interesante desafío de timbres y variedad de materiales sonoros, incluyendo muy impactantes incantaciones religiosas a cargo de miembros de la orquesta (efecto «coro»), y de la propia percusionista solista.

El Concierto para Percusión y Orquesta de la compositora china
Chen Yi, fue escrito por encargo de Evelyn Glennie, y recibió su première en Singapur, en 1998. En la ejecución brillante brindada por Glennie y la National Symphony, los orígenes temáticos de la obra, basados en elementos y tradiciones de la Opera de Pekín, fueron claramente audibles. Su cadenza final es un despliegue de virtuosismo solístico, que desencadena una orgía de sonoridades en fortissimo, con la cual concluye esta meritoria composición.

Leonard Slatkin
regresó a los años '30 para concluir su programa con «La Noche de los Mayas» del mexicano Silvestre Revueltas. Sus cuatro números fueron extractados en forma de Suite, a partir de la composición que Revueltas escribiera en 1939 para el film de su compatriota Chani Urueta. El contraste estilístico con las obras precedentes fue notorio, escuchándose en los primeros tres episodios un sentido lirismo nacionalista bien expresado por las cuerdas de la National Symphony. Para el cuarto número, «Noche de Encantamiento», el destacado músico y director de orquesta mexicano Enrique Diemecke (aplaudido recientemente en Buenos Aires) escribió una cadenza para la percusión, que aunque algo más tradicional en técnica composicional, conduce a un final de obra de espectacular frenesí y salvaje abandono, que fue saludado por ovaciones de la sala llena.

La orquesta respondió plenamente, y con brillo, a los exhortos de Leonard Slatkin, director a quien se le debe el estreno mundial póstumo en Carnegie Hall de otra, más monumental obra de inspiración maya: el «Popol Vuh» de nuestro magistral Alberto Ginastera.

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