9 de mayo 2002 - 00:00

"INTIMIDAD"

«Intimidad» («Intimacy», Francia-Gran Bretaña; habl. en inglés). Dir.: P. Chéreau. Int.: M. Rylance, K. Fox, T. Spall, M. Faithfull y otros.

"Intimidad" es la historia de un hombre, una mujer y un fantasma, el sexo anónimo. No es la primera vez que el cine se ocupa de este triángulo que vincula a personajes agobiados: ya lo hizo antes la película que más se ha comparado con ésta, «Ultimo tango en París», y también, aunque de manera más charlada que dramática, la francesa «Una relación particular» (que se llamaba en su original «Una relación pornográfica»).

Pero, a diferencia del film con Nathalie Baye, la seca y brillante base literaria de los cuentos de Hanif Kureishi redime a «Intimidad» de la verbosa filosofía parisiense que se remonta a los tiempos de Laclos y sus «Relaciones peligrosas»: el director Patrice Chéreau mudó sus cámaras a Londres (es admirable la pintura de uno de sus barrios bajos), y allí, sin mediar explicaciones ni prolegómenos de café, Jay y Claire se citan los miércoles, a la hora de la siesta, para sus encuentros sexuales. No se hablan. No saben cómo se llaman. Ni siquiera se despiden. Apenas se oye una disculpa por parte de él si la eyaculación ha sido precoz.

Jay abandonó a su familia, lo persigue el recuerdo de su mujer e hijos, trabaja como barman; Claire sobrelleva un matrimonio gris con un marido taxista y, otra forma de desahogo, actúa vocacionalmente en una obra de teatro, «El zoo de cristal», y da clases de teatro. No los une ni el amor ni el espanto sino el degradado paisaje urbano, el departamento sórdido de los encuentros, una manta en el suelo, los bocinazos que se oyen afuera, una bombita desnuda sobre sus cuerpos.

La primera traición al pacto, el incumplimiento de la cita, llevará poco a poco la relación a un nivel diferente. Inevitablemente hay búsqueda, aunque más cercana a una investigación de paradero y destino que de insinuación afectiva. El libro de Kureishi y la puesta de Chéreau son puros interrogantes sin soluciones ni corolarios. Hay demasiada energía autodestructiva en ellos como para que pueda entreverse algo de paz. El amor, desde luego, no forma parte del diccionario de estos artistas.

Mirada masculina

En la línea del drama la mirada es esencialmente masculina, empezando por la clase de vínculo que une a los protagonistas. La ruina de Jay se expresa a través de una ansiedad sexual primaria, donde una escena de masturbación en flash back es casi equivalente a cualquiera de los encuentros con Claire. Esa mirada se prolonga en una futura complicidad con el marido de ella, Andy, de quien Jay no busca ocultarse ni disculparse sino que intenta, a su pesar, involucrarlo de alguna forma en la dilucidación de su acto. Y, en extremo, hasta de inducir a un castigo para la adúltera.

La
«Intimidad», en ese sentido, no es la de una pareja inexistente sino la de una mente masculina en bancarrota: la de Jay, uno de los personajes más complejos e interesantes de la galería de Chéreau, director que le teme tanto a las explicaciones o a los móviles como a los fuera de foco. Nada es explícito, paradójicamente en una película que ganó fama internacional gracias a sus escenas gráficas de realismo sexual.

La contundencia de este drama acerca de un solitario sin rumbo ni sosiego permite pasar por alto algunas de sus inverosimilitudes (las hay), como la de que personajes de extracción baja, y en algunos casos muy simples, se comporten y hablen como si tuvieran años de psicoanálisis a sus espaldas.

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