16 de enero 2003 - 00:00

"MAMÁ, SOY UN PEZ"

Escena del film
Escena del film
«Mama, soy un pez» («Hjaelp, jeg er en fisk», Dinamarca, 2001, dobl. al esp.) Dir.: S. Fjeldmark & M. Hegner. Dibujos animados.

Largometraje de animación ganador del Primer Festival Internacional de Cine para Niños y Jóvenes en Mar del Plata 2001 (experiencia que desgraciadamente perdió continuidad en 2002), «Mamá, soy un pez» demuestra el alto nivel de la animación comercial europea.

El molde, sin embargo, es típicamente norteamericano, tanto en diseño de caracteres y situaciones, como en el periódico -y generalmente innecesario-empleo de música pop, que a veces parece simple relleno. En compensación, la historia evita el excesivo ternurismo de algunos productos hollywoodenses.

El argumento es bastante simple y llevadero: dos chicos amigos y la hermanita de uno de ellos desatienden los consejos de sus padres, se meten en el laboratorio de un científico medio distraído, y se toman una pócima experimental que los convierte en seres marinos.

Por lo tanto, deben literalmente sumergirse en busca de un antídoto.

Como corresponde, sufrirán peripecias y desencuentros, y al final cada uno volverá a su casa, «si no más rico, más sabio», como decía la «Balada del viejo marinero», y los espectadores (de 13 años para abajo) también volverán a sus casas, atendiblemente satisfechos. No será el dibujo del año, pero sirve para refrescarse en este verano.

A propósito, hay algunos datos a tener en cuenta: 1) el científico no quiere conquistar el mundo ni nada de eso, sino, al contrario, salvarlo; 2) los chicos, con gran sentido de la responsabilidad, se transforman voluntariamente, a fin de ayudar a la nena que, ella sí, se convirtió en estrella de mar de puro toqueta: 3) el malo de la película es un bicho ambicioso, que quiere comandar un ejército de lo más pintoresco; y 4) el título original puede traducirse como «Socorro, soy un pez», y así se conoció en medio mundo, pero acá, por pura idiosincrasia, había que llamar a la madre. La verdad, queda mejor. Ahora, según la entonación, la misma frase puede sonar como un pedido de auxilio, una exclamación de asombro, o el equivalente a ese típico «mami, fijate de que me disfracé», que a veces puede sacar de quicio a cualquiera, y así andan después los pobres viejos desesperados chupando medusas, calamares, y todas esas porquerías con una aspiradora, a ver si encuentran a los chicos.

Producción danesa con auxilio técnico irlandés y escandinavo, su director principal se llama
Stefan Fjeldmark, quien antes de consagrarse con estos pececitos ya se había lucido haciendo diversas tareas para «FernGully», «Amazon Jack», y otros productos del estilo Don Bluth. Así empezó el propio Bluth, a la sombra de la empresa Disney.

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