16 de enero 2003 - 00:00
"MAMÁ, SOY UN PEZ"
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Como corresponde, sufrirán peripecias y desencuentros, y al final cada uno volverá a su casa, «si no más rico, más sabio», como decía la «Balada del viejo marinero», y los espectadores (de 13 años para abajo) también volverán a sus casas, atendiblemente satisfechos. No será el dibujo del año, pero sirve para refrescarse en este verano.
A propósito, hay algunos datos a tener en cuenta: 1) el científico no quiere conquistar el mundo ni nada de eso, sino, al contrario, salvarlo; 2) los chicos, con gran sentido de la responsabilidad, se transforman voluntariamente, a fin de ayudar a la nena que, ella sí, se convirtió en estrella de mar de puro toqueta: 3) el malo de la película es un bicho ambicioso, que quiere comandar un ejército de lo más pintoresco; y 4) el título original puede traducirse como «Socorro, soy un pez», y así se conoció en medio mundo, pero acá, por pura idiosincrasia, había que llamar a la madre. La verdad, queda mejor. Ahora, según la entonación, la misma frase puede sonar como un pedido de auxilio, una exclamación de asombro, o el equivalente a ese típico «mami, fijate de que me disfracé», que a veces puede sacar de quicio a cualquiera, y así andan después los pobres viejos desesperados chupando medusas, calamares, y todas esas porquerías con una aspiradora, a ver si encuentran a los chicos.
Producción danesa con auxilio técnico irlandés y escandinavo, su director principal se llama Stefan Fjeldmark, quien antes de consagrarse con estos pececitos ya se había lucido haciendo diversas tareas para «FernGully», «Amazon Jack», y otros productos del estilo Don Bluth. Así empezó el propio Bluth, a la sombra de la empresa Disney.
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