10 de julio 2001 - 00:00

Rigor y belleza pese a los escasos medios

Rubén Ballester (izq.).
Rubén Ballester (izq.).
«J.B.», de A. McLeish. Dir.: H. Hallbrich. Int.: R. Ballester, D. Burzomi, E. Capizzano, P. Gian, P. Herrera, Montenegro, S. Nash jr., A. Pires, T. Del Roio, S. Wasersztrom (Teatro del Sur).

"¿Vivir la vida otra vez? Ni siquiera el más ignorante, obstinado, estúpido y degradado hombre que este inmundo planeta ha parido, si se le ofreciera la oportunidad de vivir por segunda vez su vida corporal, lo aceptaría... ¡No se puede aguantar por segunda vez! ¡No se puede!"

Y sin embargo, a pesar de las palabras del demonio, en la obra de Archibald McLeish, «J.B.», el protagonista, aunque no es recompensado por Dios en esta tierra, tiene como Job, el coraje de levantarse y empezar de nuevo.

J.B. lo ha perdido todo, como Job, pero el amor de su mujer y el que él siente por ella son suficientes como para intentarlo todo de nuevo. Como lo ha venido haciendo la humanidad generación tras generación. Por amor, por coraje, por el recuerdo de la luz.

La obra, que fue escrita por el autor para sus alumnos de la Universidad de Harvard, despertó el entusiasmo de Elia Kazan, quien la estrenó, obteniendo el mayor galardón que se otorga a una pieza. MacLeish obtuvo el Pulitzer (1958) y el Tony (1959). Kazan fue premiado como mejor director, y Christopher Plummer, elegido como mejor actor de la temporada.

Es un reto mayor encarar una experiencia como ésta con medios modestos, y
Hugo Hallbricht lo afrontó a pesar de los riesgos. En este caso el fin justifica los medios, porque Hallbricht logró una puesta que si bien tiene falencias, tiene también hallazgos.

Conmovedor

La falta de medios es notoria por la pobreza de la escenografía y del vestuario. Pero desaparece cuando sólo las luces indispensables iluminan el corazón del protagonista. Un conmovedor e impecable Rubén Ballester, que evidentemente entiende a la perfección la agonía de ese ser que se resiste a renegar de Dios, prefiriendo cargar sobre sí el peso de la culpa.

Es convincente también el trabajo de
Pietro Gian como Zuss, y correcto el desempeño de Montenegro como Nickles. La lucha que se libra en el alma de J.B., a quien se disputan el Diablo y Dios, tiene la fuerza del texto bíblico, aunque esté trasladada a la actualidad.

Es digno de destacar que un texto fundamental, injustamente olvidado, vuelva a resonar en escena. En emprendimientos como éste, vuelve a reflejarse el espíritu del Teatro Independiente, que alguna vez se enfrentó a la chabacanería del así llamado «teatro comercial».


Cuenta "J.B." la lucha que se libra entre el Diablo y Dios por el alma del protagonista. Esta obra fundamental de Archibald McLeish fue puesta en escena por Hugo Hallbricht con modestos recursos, pero con valorables hallazgos. Sobresale
Rubén Ballester como J.B. Es convincente también el trabajo de Pietro Gian como Zuss, y correcto el desempeño de Montenegro como Nickles.

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