2 de enero 2003 - 00:00

Se lee cada vez menos: la venta de libros cayo 70%

Se lee cada vez menos: la venta de libros cayo 70%
"El 2002 ha sido malo para la literatura en general y pésimo para la literatura argentina", dijo a este diario Hugo Levin, director de la editorial Galerna y ex directivo de la Cámara Argentina del Libro. Que «la literatura pasara a ser el patito feo de las librerías», como señaló un editor, se sumó a otros hechos relacionados con la crisis, que golpeó duramente a editores y puntos de venta. Hasta octubre del año pasado, según datos de la Cámara Argentina del Libro, la caída en las ventas generales oscilaba entre 50% y 70% menos que en 2001, y se calculaba que se había cerrado un 25% de librerías en todo el territorio nacional con respecto a hace dos años.

Al actual estado de cosas contribuyeron el mercado negativo, la reducción de la oferta, la desaparición de los libros importados, una masa de lectores que ya no pueden acceder a novedades y obras profesionales, el encarecimiento de los insumos y los costos de flete, el incremento de la práctica de fotocopiar, el rechazo en Diputados a la Nueva Ley del Libro, la mayor concentración de empresas (caso emblemático fue que Paidós pasara a Planeta), y el achicamiento de los planes editoriales con incertidumbre sobre el año actual. Sólo hacia fines de 2002 comenzó a verse una leve mejoría.

«Es cierto, la narrativa argentina se vende poco, pero aún hay una veintena de autores que tienen lectores que los siguen. Es más, nosotros vamos a seguir publicándolos y en el futuro sostendremos aun más la literatura argentina e intentaremos descubrir una nueva camada de novelistas», comentó Ricardo Sabanes, CEO de Planeta de Argentina.

• Crisis

«La crisis de la narrativa lcoal es un hecho que se palpa en las librerías. Hace apenas diez años había autores que vendían una edición más o menos rápido; hoy eso ocurre con tres o cuatro, pero en la mayoría de los casos, escritores que antes vendían en un año 500 ejemplares, hoy venden 200», amplió Levin.

Esa es la razón, según Luis Antonio Ortiz de Yenny de Paseo Alcorta, por la que «se están haciendo ediciones muy chicas, y si un libro llega a interesar contamos con pocos ejemplares y, si se venden, hasta que llegamos a tener la reposición de ese título pasan por lo menos 10 días y el potencial lector se olvida de lo que quería».

La caída de la literatura argentina fue ratificada en un sondeo realizado en puntos de venta de diversas zonas de la Capital Federal, donde la situación se definió, de acuerdo con los diversos entrevistados, como «la manifestación de una notable crisis estética en nuestra literatura actual», «el desconocimiento de los nuevos escritores por parte del público por falta de difusión», «la falta de penetración en el segmento de la gente joven que, si bien cada vez lee menos, es un gran motor para las ventas». Según
Ricardo Alejandro, de Fausto, «no se ha abandonado la literatura argentina por mala, porque si se observa la lista de bestsellers se comprueba que se leen libros de autores extranjeros que son muy malos. Hay que tratar de descubrir a qué se debe la falta de atractivo de nuestros escritores actuales, porque Borges y Bioy se siguen leyendo. Y Cortázar es un fenómeno notable: se ha vuelto un autor de culto entre los jóvenes».

• Dificultad

La clave, para Esteban López de la Librería Losada, es que «las obras que implican dificultad de lectura no se venden; se busca lo complaciente, a los argentinos que fabrican bestsellers». En tanto que para Graciela Figari, de Fray Mocho, «Los autores argentinos parecen escribir para ellos o para cruzar con sus colegas guiños y codazos cómplices, no para los lectores». Según Hugo Espinosa, de Hernández, «si uno se toma el trabajo de leerlos, muchos parecen salidos de talleres literarios, y ni muestran cultura ni crean magia al lector».

«Lo cierto es que hoy no hay autores argentinos que garanticen un piso de venta», explica
Levin, «y no es que por eso haya que dejar de editarlos sino que hay que respaldarlos. Los autores que han ganado prestigio van a las grandes editoriales por los anticipos de dinero, pero en esas editoriales, salvo que ofrezcan libros de denuncia política, de divulgación o de tipo histórico, no son los mas importantes.»

En los años '70 el editor
Francisco Porrúa, que forjó una etapa fundamental de la editorial Sudamericana, retenía la nueva obra de Julio Cortázar para lanzar a fin de año y que se convirtiera en un estable bestseller. Y si bien Borges se vendía de a poco, lo hacía sostenidamente. «Y siempre aparecía un inesperado besteller, por ejemplo «Las tumbas» de Enrique Medina, y lo más sorprendente era que se trataba de la novela de un desconocido. Hoy, algunos editores apuestan a que un autor que consideran que escribe bien sea un Cortázar, que tuvo «Bestiario», su primer libro de cuentos, sin vender durante años.

«Un caso ejemplar sería el de
César Aira que lleva como treinta libros y tiene un público de minorías», comenta Rodolfo Montenegro, en una librería del barrio de Belgrano. «El caso de Aira es muy especial», explica Levin, «se vende más en editoriales que en librerías, su público está el exterior, el mejor mercado lo tiene en las Universidades del extranjero, y eso justifica que el editor lo publique.» Para José Lientier, de Mascaró, «cuesta convencer a la gente de que Aira es bueno, pero esto pasa con muchos otros autores, como Juan José Saer, Eduardo Belgrano Rawson o José Pablo Feimann, Pablo de Santis o Guillermo Martínez y hasta viejos conocidos con Abelardo Castillo o Haroldo Conti». Para Andrea Larrosa, de la misma librería de avenida Santa Fe, «hay pobreza de jugarse con los temas. Parece que ahora todos quieren hablar de villeros y tumberos como si hicieran televisión. ¿Cuántas maneras hay de hablar del marginalismo?».

Para
Andrés Rodríguez, de Gandhi, «por más que nos esforcemos en buscar entre los nuestros no contamos ni con un Ian McEwan ni con un Ishiguro. Acá antes de abrir la novela uno casi siempre ya sabe qué van a decir y cómo lo van a contar».

Los autores que se reiteraron como «de atractivo para el público» fueron
Marcos Aguinis, Federico Andahazi, Tomás Eloy Martínez, María Esther de Miguel, que alcanzaron a entrar en las listas de bestsellers. Esto hizo ironizar a Hugo Espinosa, de Librería Hernández, «años atrás el duo más mentado era Borges y Cortázar, hoy son Aguinis y Andahazi. ¡Qué mal andamos!». A su vez, Hugo Levin advierte: «Los considerados hoy bestsellers, no lo son con cada libro que publican». En las librerías de saldos de la calle Corrientes es fácil encontrar en frondosas pilas los libros anteriores de Tomás Eloy Martínez, Marcos Aguinis y Federico Andahazi.

«Los turistas no compran libros de autores argentinos y eso muestra lo que está ocurriendo con nuestra literatura.
«El vuelo de la reina» de Tomás Eloy Martínez, un argentino que vive en Nueva Jersey, la encuentran en las librerías de sus países de origen. Lo mismo pasa con Borges, Bioy, Puig o Cortázar. Muchos buenos escritores argentinos están viviendo afuera, como Sylvia Molloy. Y nuestra mejor escritora, hoy por hoy, es una norteamericano-japonesa», ironizó Miguel de Yenny, haciendo referencia a Anna Kazumi Stahl.

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