8 de febrero 2007 - 00:00

Se luce DiCaprio en la dura y audaz "Diamante de sangre"

Un magníficoDiCaprio es elimplacablemercenario de«Diamante desangre»,durísimo film(aunque sintruculenciasgratuitas), quecombinaacción,aventuras yapuntes dethriller políticotestimonial.
Un magnífico DiCaprio es el implacable mercenario de «Diamante de sangre», durísimo film (aunque sin truculencias gratuitas), que combina acción, aventuras y apuntes de thriller políticotestimonial.
«Diamante de sangre» (Blood Diamond, EE.UU., 2006, habl en inglés y dialectos africanos). Dir.: E. Zwick. Int.: L. Di-Caprio, J. Connelly, D. Hounsou, A. Vosloo.

Los rebeldes de Sierra Leona, no se andan con minucias: directamente le cortan los brazos a todo aquel con el que se topen en su camino. A los cinco minutos de «Diamante de sangre», el espectador se enfrenta a escenas como ésta, filmadas con mucha menos sangre y truculencia de lo que la escena teóricamente reclama. En la práctica hace que una película durísima y audaz se pueda soportar y hasta pueda competir por varios Oscar. Lo que implica algunas indecisiones al momento de encontrar el estilo exacto.

En sus mejores momentos, es una película de acción y aventuras, o un thriller politico-testimonial, siempre a punto de caer en típicos lugares comunes, que por suerte, logra eludir a último minuto. Con media hora menos, música menos solemne y una presentación mas sexy y salvaje del personaje de Jennifer Connelly, «Diamante de sangre» sería un digno heredero del film de culto de Jack Cardiff «Los Mercenarios», con Rod Taylor y Jim Brown como un dúo interrracial capaz de pasar por misión de paz con tal de llenar sus bolsillos de diamantes.

Leonardo DiCaprio hace un trabajo soberbio como un mercenario capaz de cualquier cosa, incluso de abrir fuego contra un comando de niños, por una buena recompensa que lo lleve a otro continente. Un pobre pescador capturado por la guerrilla, separado de su familia, mandado al trabajo esclavo en las minas de diamantes, escapa del suplicio en medio de un bombardeo, aprovechando la ocasión para enterrar un diamante rosa gigante que sirve como resorte para la trama. El mercenario blanco (oriundo de Zimbawe, país que sigue llamando Rodhesia) se une al pescador para rescatar la preciosa piedra y venderla a los inescrupulosos traficantes de diamantes sangrientos. El problema es que el pescador quiere ubicar a su familia, con su mujer e hijos pequeños en un campo de refugiados y su hijo, convertido en guerrillero homicida y drogadicto, por culpa de un gran jefe que tambien busca el diamante gigante.

DiCaprio es tan o más implacable que el Rod Taylor de «Los Mercernarios», Zwick casi no da respiro -salvo en esas escenas indecisas que deberían haber quedado en la sala de montaje-, Djimon Hounsou divierte con su ingenuidad en medio de tanto drama, y el que se roba algunas de las mejores líneas de diálogo es el eterno mercenario Arnold Vosloo, malvado que al final sabe cuál es el destino inevitable para él y todos sus discípulos.

El epílogo es insoportable, pero si bien el cine de género permite contar asuntos importantes sin ahuyentar al público, cuando la tragedia es tan grande y desesperanzada, Hollywood nunca dejará de aportar algún impresentable y falso final feliz.

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