27 de julio 2001 - 00:00
Un imponente Stella sostiene operística puesta de "Israfel"
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Recién entonces puede volar, y se reúne con Virginia, su prima adolescente, la mujer que más amó en la vida, a quien están dedicadas sus más bellos poemas de amor. «Ulalume», «Ligeia», «Estrellas fijas», «Leonora», y es también la protagonista de muchos de sus cuentos. Una muchacha que se casó con él cuando tenía 13 años y murió de tuberculosis, cuando el poeta aún batallaba para subsistir y de cuya muerte se acusó siempre el poeta.
La puesta de Raúl Brambilla opta por un estilo casi operístico, que refleja el mundo pesadillesco de Poe. Hallazgos como el entierro de Virginia, la imagen del poeta convertida en estatua y los diálogos frente a los innumerables espejos resaltan el clima tenebroso que anuncia el cuervo en las primeras escenas.
Especialmente lograda es la segunda parte. La mayor intervención de Rubén Stella subraya la angustia interior del personaje y su desmesura justifica la puesta, a la que la música de Orff presta un carácter violento y ominoso. Stella compone un personaje torturado por sus desvaríos.
Es realmente un emisario del Juicio Final. Frente a él empalidece la imagen del Poe joven (la otra cara de William Wilson), encarnado por Marcelo Mininno, poco maduro aún para enfrentarse a un personaje tan complejo, al servicio del cual pone su entusiasmo juvenil. Son correctas las intervenciones de Jean Pierre Reguerraz, Enrique Oliva Zanni, Aldo Pastur y María Ibarreta. El diseño escenográfico de Marcelo Pont Vergés responde al espíritu de la puesta y, por momentos, impacta su belleza.
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