Innovar en lugar de prohibir, la propuesta de ecologistas antes de COP26

Expertos en el cambio climático aseguran que es necesario implementar la innovación a nivel mundial para proteger próximas generaciones.

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La COP26 del clima, que se abre el domingo en Glasgow, Escocia, llega tras una avalancha de estudios y declaraciones alarmistas, pero para algunos ecologistas y expertos, la cita sigue esquivando el problema real: promover la innovación y el debate en lugar de prohibir.

"El problema fundamental es que las promesas son fáciles de hacer, pero difíciles de cumplir. El verdadero desafío es cómo lograr que (las tecnologías) verdes sean tan baratas que todo el mundo las quiera", opina Bjorn Lomborg, presidente del Centro de Consenso Copenhague, una ONG que patrocina proyectos ecológicos y sanitarios en algunos de los países más pobres del planeta.

Lomborg fue polémico hace veinte años con su obra "El ecologista escéptico", y el año pasado volvió a reincidir con "Falsa Alarma", en la que directamente afirma que objetivos como la neutralidad carbono en 2050 son irrealizables, porque las energías alternativas, en su estado actual, no podrán dar respuesta a la demanda mundial.

Los riesgos del cambio climático son "sin precedentes", advirtió el último informe del grupo de expertos de la ONU (IPCC) publicado en agosto, que urgió a tomar medidas drásticas.

La gran mayoría de países emisores de gases de efecto invernadero han reforzado sus objetivos, pero algunos, como China, Rusia o India, guardan un cauteloso silencio al respecto, que Lomborg considera inevitable, en especial tras el frenazo económico brutal causado por la pandemia del covid-19.

"India, África, el resto del Sudeste Asiático, obviamente están mucho más interesados en sacar a sus poblaciones de la pobreza, como ya ha hecho China", argumenta este experto danés en entrevista por videollamada con la AFP.

Pero los partidarios de no bajar la guardia y de reforzar la lucha contra el cambio climático rebaten esa visión.

"Aumentamos el crecimiento económico a expensas de la naturaleza", explicó Nathalie Girouard, experta en política medioambiental del club de países industrializados, OCDE.

Pero para Michael Shellenberger, un ecologista estadounidense que ha pasado décadas viajando por el Tercer Mundo para estudiar el impacto de políticas medioambientales, esa visión esconde la realidad y prosperidad que lograron los países ricos durante su industrialización, es decir, durante más de 150 años.

"Estados Unidos prometió reducir sus emisiones en un 17% respecto a los niveles de 2005 por el Acuerdo de París de lucha contra el cambio climático (2015)", recuerda Shellenberger.

Ese objetivo del 17% era para 2020. "Pero nunca implementamos realmente ese acuerdo" porque el entonces presidente Donald Trump se retiró del Acuerdo de París, una medida que soliviantó a los ecologistas, y que fue revertida por el demócrata Joe Biden este año.

Sin embargo, "las emisiones bajaron igualmente, básicamente por el cambio de carbón a gas natural", explicó Shellenberger.

Los profundos cambios tecnológicos provocaron la revolución del gas de esquisto en países como Estados Unidos y Canadá.

Un cambio de paradigma inesperado, que hizo que las emisiones por la extracción del carbón bajaran un 13% entre 2005 y 2018, recuerda Shellenberger en su libro "Apocalipsis nunca", que ha vendido más de 100.000 ejemplares en Estados Unidos, y que acaba de ser traducido al español.

"Lo hemos intentado durante 29 años. Si quieres arreglar el cambio climático, tienes que centrarte en la innovación", añade Lomborg.

En la histórica COP21 de París, en la que participaron 196 países, los grandes titulares se centraron en el objetivo de limitar el calentamiento del planeta a +1,5ºC, en la neutralidad carbono en 2050, o en los u$s100.000 millones que los países ricos supuestamente deben entregar a los pobres anualmente, desde 2020.

Mucha menos atención fue el compromiso del entonces presidente Barack Obama y de líderes de una veintena de países de duplicar la inversión en investigación en energía renovable.

"Un futuro con mucha energía nuclear, especialmente con la tecnología de nueva generación, permitirá a su vez mucha energía eólica y solar", explicó en un reciente artículo Ted Nordhaus, director de investigaciones de ese centro, y siguió: "Un futuro que cierre la puerta a la opción de la energía nuclear, requerirá, de una forma u otra, un montón de gas e incluso carbón".

Además de peligrosa, la energía nuclear es demasiado costosa respecto a las fuentes alternativas y renovables, arguye la organización.

"Cuando construyes una red a partir de la energía eólica o solar, como propone mucha gente, la parte más cara no es la energía, es cómo respaldarla", es decir, qué hacer cuando no haya luz solar o viento. "Y ese respaldo puede aumentar el costo de la red cinco, o seis veces más", exclama Steven E. Koonin, que fue subsecretario de Energía durante los dos primeros años del gobierno Obama.

Autor del reciente libro "Unsettled" (Indeciso), Koonin denuncia una grave hipocresía ante las necesidades de los países pobres.

Los ecologistas y la ONU denuncian la catástrofe climática inminente pero para todo el planeta en su conjunto.

"Creo que esta es la parte inmoral: el 40% (de la población), es decir 3.000 millones de personas, no tiene acceso a suficiente energía. Y hace 10 años era el mismo número. Y si no permites que esa gente tenga energía, estás limitando su desarrollo", predice este experto

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