6 de diciembre 2007 - 00:00

Milagros en Salta: ¿santa o manosanta?

¿Proyecto de santa, curandera o vulgar manosanta? Son algunas de las calificaciones que recibe María Livia, una salteña de 58 años que dice haber recibido mensajes de la Virgen para levantar una ermita en un cerro de su provincia y desarrollar allí una supuesta misión evangelizadora. El fenómeno atrae masivamente a personas de todo el país (no menos de 300.000 al año) -e inclusive del extranjero- que participan de las ceremonias, donde los que creen en la sanadora se agitan, entran en trance y se desploman. Sin conciencia. Casi sobrenatural. El fenómeno tiene también un costado económico: casi la mitad del turismo que llega a Salta lo hace para conocer a la intermediaria de la Virgen. Un hecho que, además, ha provocado controversias en la Iglesia Católica. Veamos la historia.

Desplomados.Así quedanmuchos de losque participande las ceremoniasque realizaMaría Livia ennombre de laVirgen. Elfenómenoconvocó dosveces al teólogofrancés RenéLaurentin, en lafoto junto a lasanadorasalteña.
Desplomados. Así quedan muchos de los que participan de las ceremonias que realiza María Livia en nombre de la Virgen. El fenómeno convocó dos veces al teólogo francés René Laurentin, en la foto junto a la sanadora salteña.
Los presuntos milagros y sanaciones que se le atribuyen a María Livia, una mujer salteña de 58 años que dice recibir mensajes de la Virgen, se han convertido en un fenómeno social que en apenas cinco años movió la fe y la esperanza de cerca de un millón de peregrinos llegados a la provincia desde todo el país hasta el cerro 20 de Febrero para recibir la imposición de quien para muchos es un proyecto de santa y, para otros, una vulgar manosanta. Tanto fervor por la «virgencita», incluso, elevó notablemente la cantidad de visitantes que recibe por año la provincia de Salta: 300 mil de 850 mil turistas llegaron para acercarse a la convocatoria religiosa.

Durante la ceremonia, los que creen se agitan, se desploman, entran en trance, mientras los ayudantes de la «sanadora» los atajan en la caída. Otros tiemblan, lloran, se marean.

En el caluroso playón que matizan con sombra decenas de sauces y aguaribays no se puede gritar, comer ni masticar chicle; únicamente está permitido tomar agua. En tiempos en los que la fe se asfixia, la historia de los milagros de la Virgen parece otorgar cierta oxigenación a quienes necesitan de ella.

Para llegar a la cima del segundo de los tres cerros a cuyos pies se encuentra un exclusivo barrio en la parte norte de la ciudad, hay que recorrer el denominado «Camino de fe y recogimiento». Ese trayecto, a pesar de la multitud que llega a pie, en silla de ruedas, en muletas y de rodillas, se hace en profundo silencio y sólo es posible escuchar alguna plegaria que por lo bajo musitan los peregrinos decididos a escalar casi 350 metros por un sendero de tierra y piedra.

Alrededor de María Livia (ama de casa, madre de tres hijos, casada con un contador y de buen nivel económico), las especulaciones y las dudas sobre la veracidad de sus actos son infinitas.

Para algunos la mujer va camino a convertirse en santa, para otros es una líder mística, manosanta y vidente. También, como sucede en estos casos, hay quienes aseguran que María y su esposo Carlos Obeid lideran una organización que, aprovechándose de la necesidad y la desesperación de miles, explota un negocio turístico de proporciones.

«Aquí no se aceptan donaciones de dinero de ningún tipo, no está permitido vender ni estampas, ni medallas ni merchandising sobre la virgen», intenta alejar sospechas un colaborador de la familia.

Incluso, están quienes vinculan al ex senador de la Banelco, Emilio Cantarero, con los episodios religiosos. Es que el político salteño es el dueño de un barrio privado construido al pie del cerro, que hay que rodear para recibir la imposición de manos de Livia. Y hasta hay algunos que aseguran que esos terrenos en los que la virgencita cura son en realidad propiedad de Cantarero.

  • Voluntarias

    Pero también surge el nombre de la familia Garat, de Buenos Aires, que aparece en la historia oficial como propietaria original de las tierras donadas después para la obra de Livia.

    Marta Garat es hoy una de las voluntarias que con un pañuelo azul atado al cuello recibe a los peregrinos: «Lo maravilloso es la conversión duradera que trae el cerro y la conducción a los sacramentos».

    Para el teólogo francés René Laurentin, que días atrás visitó por segunda vez el santuario norteño, para continuar estudiando el fenómeno de la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús, «el juicio está oficialmente en manos del obispo del lugar. Yo simplemente soy un experto pluridisciplinario». La confrontación surge por las reservas que mantiene Mario Antonio Cargnello frente a los milagros de la ermita.

    Precisamente, la cúpula religiosa norteña considera que la Virgen del Cerro 20 de Febrero es una iniciativa particular de una organización civil, «sin reconocimiento ni inserción en la actividad orgánica y oficial de la Iglesia en Salta».

    Los episodios de los que habla todo Salta -extendidos ya a gran parte del país y del mundo-, parecen haber provocado una nueva división entre la Iglesia y la sociedad. Mientras cada fin de semana las peregrinaciones transportan hacia la ermita a miles de enfermos y devotos, el cardenal Jorge Bergoglio mantiene su recomendación a los sacerdotes de «no celebrar la Eucaristía» en el cerro de Tres Cerritos.

    Ninguno de los símbolos propios de la zona, como la Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro, reciben devotos de todas partes del país como la Virgen del Cerro. Incluso, desde varios countries de la zona norte del conurbano parten combis repletas de vecinos dispuestos a conocer el fenómeno de la vidente que dice hablar con la Virgen y que muchos conocieron cuando se supo que Carlos Carrascosa, el marido de María Marta García Belsunce, había viajado hasta allí para ver a María Livia en pleno proceso de instrucción de la causa, en la que finalmente fue condenado por encubrimiento.
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