Construyó un exoesqueleto para ayudar a caminar a su hijo en silla de ruedas

Gracias al esfuerzo de su papá, Oscar Constanza de 16 años logra controlar un gran armazón atado a su cuerpo que le permite caminar.

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Reuters

El padre de un joven que padece una enfermedad neurológica genética que le imposibilita caminar, le construyó un exoesqueleto para que pueda hacerlo y levantarse finalmente de la silla de ruedas.

"Robot, levántate". Oscar Constanza, de 16 años, da la orden y, lenta pero inexorablemente, un gran armazón atado a su cuerpo le levanta y empieza a caminar.

El exoesqueleto, que se sujeta a los hombros, el pecho, la cintura, las rodillas y los pies, permite a Oscar -que padece una enfermedad neurológica genética que hace que sus nervios no envíen suficientes señales a las piernas- atravesar la habitación y darse vuelta.

"Antes necesitaba que alguien me ayudara a caminar, (...) esto me hace sentir independiente", dice Oscar, mientras su padre Jean-Louis Constanza, uno de los cofundadores de la empresa que fabrica el exoesqueleto, lo observa.

"Un día Oscar me dijo: 'papá, tú eres ingeniero en robótica, ¿por qué no haces un robot que nos permita caminar?", recuerda su padre, en la sede de la empresa Wandercraft en París.

"Dentro de diez años, no habrá sillas de ruedas, o habrá muchas menos", afirma.

Otras empresas de todo el mundo también están fabricando exoesqueletos, compitiendo por hacerlos lo más ligeros y utilizables posible. Algunos se centran en ayudar a las personas con discapacidad a caminar, otros en una serie de aplicaciones, como hacer que estar de pie sea menos cansado para los trabajadores de las fábricas.

El exoesqueleto de Wandercraft, un armazón exterior que soporta pero también simula el movimiento del cuerpo, se ha vendido a docenas de hospitales de Francia, Luxemburgo y Estados Unidos por unos 150.000 euros (u$s176.000) cada uno, dijo Constanza.

Todavía no puede ser adquirido por particulares para su uso cotidiano; esa es la siguiente fase en la que está trabajando la empresa. Un exoesqueleto personal tendría que ser mucho más ligero, dicen los ingenieros de Wandercraft.

En las afueras de París, Kevin Piette, de 33 años, que perdió la capacidad de andar tras un accidente de bicicleta hace 10 años, se prueba uno, caminando por su apartamento, con el mando en la mano.

"Al final es bastante parecido: en lugar que la información vaya del cerebro a las piernas, va del mando a distancia a las piernas", dice, antes de prepararse la cena y caminar con él desde la cocina al living.

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