26 de octubre 2022 - 00:01

Martín Repetto: "Las criaturas de Chéjov saben volver a empezar"

Diálogo con Martín Repetto, quien acaba de estrenar “La vida ante mis ojos”, una versión personal de “Tío Vania” del célebre dramaturgo ruso.

la vida ante mis ojos. “Tío Vania” en el Cultural San Martín.
la vida ante mis ojos. “Tío Vania” en el Cultural San Martín.

“Los personajes de Chéjov son como jarrones rotos: a través de sus grietas podemos ver ese dolor”, dice Martín Repetto, quien adaptó “Tío Vania” y la estreno con su dirección en el Cultural San Martín como “La vida ante mis ojos”. El elenco está integrado por Florencia Otero (también productora y vestuarista junto con Repetto), Mariano Muso, Christian Alladio, Rosario Cabrera Martínez, José Luis Calcagno y otros. Dialogamos con Repetto.

Periodista: ¿Por qué Chéjov?

Martín Repetto: Por la psicología de los personajes, que transmiten dolor sin hablar de sí mismos sino en el juego de espejos al referirse a los otros. Como si se fueran por la tangente. Lo que me fascina de las historias de Chéjov es que construye personajes que no tienen acción, miran pasar la vida, miran las oportunidades pero nunca las toman. De ahí el título, “La vida ante mis ojos”, sin animarse por miedo al fracaso y echándole la culpa al resto. Pero son ellos mismos los que no tienen la valentía de cambiar algo.

P: ¿Qué puede decir de “Tío Vania” en particular?

M.R.: Junto con “La gaviota” son las historias más lindas de Chéjov. Veo vínculos interesantes y una vida que está marcada, que se acepta tal cual es, con personajes que se dejan llevar por la ilusión y cuando se rompe, vuelven a empezar. Están como atrapados en círculos eternos de nostalgia y monotonía. A diferencia de las tragedias antiguas, con personajes que se guían por la pasión y se matan por amor u odio, aquí vuelven a empezar y se conforman con lo que tienen.

P.: ¿Cómo es su adaptación y puesta en escena?

M.R.: La trasladé al costumbrismo y al campo, enfatizando en el encierro y el afuera. Lo traduje a un idioma más entendible y actual, quitando lo que proviene de la terminología rusa. Nuestro Vania está traído a nuestra Argentina. Además busqué una estética ligada al cepia, que es un tono antiguo, neutro, apagado, que implica nostalgia. Me imaginaba a los personajes en personalidades cepiadas.

P.: ¿Cómo llegó al Cultural San Martín?

M.R.: Con Florencia Otero decidimos coproducir la obra y presentamos una carpeta al Cultural. Tuvimos una reunión y aunque tenían todo programado y completo para este año nos hicieron un hueco porque se entusiasmaron con el proyecto. Corrieron algo y nos dieron el espacio.

P.: ¿Cómo convive su profesión de anestesiólogo con el teatro? ¿Hay algo de limbo en lo teatral?

M.R.: Me esforcé por hacer convivir las cirugías con las funciones. Al principio no fue sencillo, en general para los médicos su mundo es la medicina y pocos pueden abrir el abanico y la mirada hacia el arte. Fue difícil decir que no podía ir a trabajar porque tenía que ensayar, generaba revuelo y la idea de que yo no servía. Con el tiempo les demostré que tengo mi profesión de anestesiólogo, que es lo que me sustenta, pero nunca dejé la actuación que es mi pasión. Y gané por resignación. En una obra que escribí había personajes que por culpa de la medicación no podían pensar. La anestesia apaga el dolor pero también desconecta del mundo, tiene su beneficio pero esa desconexión que separa del dolor no sé hasta qué punto es beneficiosa.

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