El hígado graso se convirtió en una de las enfermedades hepáticas más comunes a nivel mundial, afectando aproximadamente a una de cada cuatro personas. Lo preocupante es que muchas personas no saben que lo padecen, ya que en sus primeras etapas suele no presentar síntomas.
Hígado graso, la enfermedad silenciosa que se vincula con la diabetes y la hipertensión
El aumento global de la obesidad y los trastornos metabólicos han incrementado la prevalencia de esta condición, que en sus etapas iniciales no presenta síntomas pero puede derivar en cirrosis, diabetes y cáncer hepático. La detección temprana y el cambio en el estilo de vida son claves para prevenir complicaciones graves.
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El hígado graso puede provocar otras enfermedades, como la cirrosis.
El hígado graso, también conocido como esteatosis hepática, se caracteriza por la acumulación de más del 5% de grasa en el tejido hepático. Si bien tradicionalmente se vinculaba al consumo excesivo de alcohol, hoy en día se reconoce que existen múltiples causas para esta enfermedad.
Sin embargo, advierten que también está relacionada con la disfunción metabólica y el uso de ciertos medicamentos que favorecen esta acumulación. “La confirmación es que más del 5% del tejido hepático contiene grasa”, agrega.
La relación con la pandemia de obesidad y el síndrome metabólico
El aumento en los casos de hígado graso está directamente vinculado con el crecimiento global de la obesidad y las enfermedades metabólicas, “El hígado graso debe entenderse dentro del contexto del síndrome metabólico. Al observar el incremento del sobrepeso y la obesidad en la población, vemos también un aumento paralelo de esta enfermedad hepática”, señala la experta.
Este dato es fundamental, pues demuestra que el estilo de vida moderno caracterizado por dietas altas en calorías y falta de actividad física impulsa la propagación del problema.
Factores de riesgo más allá del alcohol
Contrario a la creencia popular, el hígado graso no afecta solo a quienes consumen alcohol en exceso. Según la doctora Tamayo, la mayoría de los casos actuales corresponden a la variante no alcohólica, “Casi el 80% de nuestros pacientes con diabetes tipo 2 tienen hígado graso, lo que indica una alta predisposición. Además, otros factores como hipertensión, dislipidemia, apnea del sueño y ciertas mutaciones genéticas también influyen”, explica.
El hígado graso es asintomático en sus primeras etapas
En cuanto a los síntomas, esta enfermedad rara vez presenta señales evidentes al inicio. “El problema es precisamente que no suele mostrar síntomas claros”, confirma la investigadora. Algunos pacientes pueden experimentar “molestias debajo de las costillas, hacia el lado derecho”, pero en general el diagnóstico se realiza de forma incidental a través de estudios de imagen o alteraciones en exámenes hepáticos.
“Se trata de una condición que evoluciona a lo largo de años. No es que alguien con diagnóstico reciente desarrolle cirrosis o cáncer hepático en cuestión de meses”. No obstante, el riesgo de progresión depende en gran medida del control de los factores de riesgo.
Cómo se trata el hígado graso
El tratamiento depende de la etapa en que se detecte la enfermedad. En fases iniciales, la clave es modificar hábitos de vida. “Cuando el hígado graso no presenta fibrosis, el manejo principal es un cambio en el estilo de vida”, indica la especialista, recomendando ejercicio regular y una dieta equilibrada.
En etapas más avanzadas existen opciones farmacológicas. “El año pasado se aprobó un medicamento que ayuda a algunos pacientes a revertir la inflamación hepática”, añade.
Para finalizar, la doctora Tamayo subraya que “muchas personas minimizan la importancia del hígado graso”, lo que puede tener consecuencias graves. “Hemos atendido pacientes que llegan en estadio de cirrosis porque no se prestó la atención necesaria durante años”, alerta.
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