Al menos 12 muertos en atentado yihadista en Libia
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Este yihadista libio esperaba ser juzgado en Estados Unidos por su presunta responsabilidad en los atentados simultáneos de 1998 contra las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania.
Al Naas, sin embargo, descartó la posibilidad de que se trate de "yihadistas extremistas" y aseguró que se abrió una investigación policial y forense para tratar de determinar quiénes eran los atacantes y a qué grupo pertenecían.
Según el relato de los testigos, al menos dos hombres armados entraron a los tiros en el edificio poco después de que un coche bomba estallara en el estacionamiento de este hotel-fortaleza.
Este hotel cinco estrellas es utilizado mayormente por las pocas misiones diplomáticas que quedan en Libia, políticos y militares rebeldes, además de empresarios y contratistas -un eufemismo moderno para hablar de los paramilitares extranjeros- que tratan de sacar partido del caos en el que esta sumido el país desde 2011, cuando la OTAN ayudó a derrocar y asesinar al entonces todopoderoso Muamar Kaddafi.
En el edificio, fuertemente vigilado, reside también el jefe del denominado Gobierno de Salvación de Libia, Omar al Hasi, un poder ejecutivo rebelde establecido en la capital que carece del reconocimiento de la comunidad internacional y de más de la mitad del país.
Fuentes de seguridad libias confirmaron que Al Hasi se hallaba en el hotel en el momento del asalto, pero que fue evacuado de inmediato, al igual que una delegación diplomática estadounidense y de la ONU.
Tras un fuerte tiroteo, dos atacantes lograron ascender al piso número 24 -reservado para los diplomáticos de Qatar- y se encerraron con un rehén en una de las habitaciones, en donde finalmente murieron.
La versiones aún difieren sobre lo que pasó allí. Hay quienes aseguran que las fuerzas de seguridad libias lanzaron una granada dentro de la habitación, mientras que otros testigos sostienen que los atacantes hicieron explotar sus cinturones de explosivos.
El atentado se produjo apenas unas horas después de que arrancara en Ginebra la segunda jornada de la nueva ronda de diálogo auspiciado por la ONU, que busca alcanzar una solución que permita a Libia salir del caos y la espiral de violencia en la que vive hace cuatro años.
Desde entonces, el país está dividido, con dos gobiernos, uno internacionalmente reconocido en Tobruk y otro rebelde en Trípoli, apoyados por milicias islamistas, ex generales kadafistas, líderes tribales y "señores de la guerra" vinculados con el tráfico de armas, drogas y personas.
Pese a que las potencias occidentales fueron centrales en permitir el derrocamiento de Kaddafi y el fortalecimiento de un heterogéneo frente insurgente, que incluía milicias islamistas, en 2011, en los últimos meses todos ellos e, inclusive, la ONU cerraron sus oficinas en Trípoli por la escalada de violencia.
En medio de lo que cada vez se parece más a una guerra civil, los ataques contra embajadas y lugares frecuentados por extranjeros se volvieron objetivos predilectos de los grupos armados.
En 2012, un grupo de milicianos lanzaron un masivo ataque contra el consulado estadounidense en la ciudad de Bengazi, la cuna del levantamiento contra Kaddafi en 2011, y mataron al embajador y a otros tres ciudadanos norteamericanos.
Aún, el ataque es considerado en Washington como uno de los peores golpes internacionales que recibió Obama durante sus dos gobiernos.
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