29 de enero 2020 - 00:00

Aval a la colonización y vía libre a la inmediata anexión de zonas vitales

El Gobierno de Netanyahu proclamará la soberanía sobre parte de Cisjordania. Sumará los grandes bloques de asentamientos y el Valle del Jordán, zona agrícola  por la que corre la única fuente de agua dulce del área.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el presidente estadounidense, Donald Trump, en el anuncio este martes.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y el presidente estadounidense, Donald Trump, en el anuncio este martes.

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Algunos analistas reaccionaron al, por llamarlo de algún modo, “plan de paz” de Donald Trump para Medio Oriente con la definición de que el mismo nace muerto por el rechazo palestino. Aunque cierto, el punto es candorosamente obvio ya que omite lo que verdaderamente se presentó este martes en Washington: más que un proyecto base para comenzar a negociar, se expuso ante el mundo la nueva realidad que la Casa Blanca está dispuesta a avalar y consolidar, esto es la soberanía indisputada de Israel sobre la totalidad de Jerusalén, incluido el oriente árabe ocupado en 1967, así como la anexión de los grandes bloques de colonias del oeste de Cisjordania y, al este, en una doble rebanada, del Valle del río Jordán.

La puesta en escena fue tan contundente que, ante la llamativa falta de reflejos de la Unión Europea y de países clave del mundo emergente, no pasarán muchas horas antes de que el primer ministro Benjamín Netanyahu ponga manos a la obra. Será este mismo domingo, en la primera reunión de Gabinete de la semana, cuando pondrá a consideración de sus ministros la anexión de todas las colonias israelíes de Cisjordania (territorio que el Estado judío llama por sus nombres bíblicos de Judea y Samaria) y del Valle del Jordán.

Con el resultado de esa votación cantado, los preparativos ya están en marcha. El ejército de Israel reforzó su presencia en el Valle del Jordán con tropas de infantería y el embajador estadounidense, David Friedman, dijo que ese país “no tiene que esperar en absoluto” para decidir las anexiones.

Por si eso fuera poco, no solo Netanyahu promete apropiarse de esos territorios. También lo hace quien será su principal rival en las elecciones del 2 de marzo, Benny Gantz, aunque, según dijo, “con el acuerdo de la comunidad internacional”. La palabra de Estados Unidos es para él algo muy parecido a eso, dado que también estuvo en la Casa Blanca para compartir el anuncio, aunque haya quedado fuera de la foto por cuestiones de protocolo.

Hechos consumados aparte, el propio Netanyahu, que este martes obtuvo su mayor victoria política en Estados Unidos mientras en casa la Fiscalía formalizaba cargos de corrupción en su contra, fue claro sobre cuál es el verdadero contenido del plan Trump. “Durante demasiado tiempo, el corazón de Israel ha sido escandalosamente calificado como un territorio ilegalmente ocupado. Hoy, señor presidente, usted está perforando esa gran mentira y está reconociendo la soberanía de Israel sobre todas las comunidades judías en Judea y Samaria, tanto grandes como pequeñas”, le dijo a Trump, el supuesto mediador, que lo escuchaba atento.

Además de Jerusalén oriental, además de los grandes bloques de colonias en los que ya están asentados 400.000 israelíes, la anexión mencionado Valle del río Jordán, cuya apropiación no se justifica, al igual que todo lo demás, por ningún argumento válido a la luz del derecho internacional, implica el control de la única fuente de agua dulce de la región y de una zona en la que viven unos 10.000 colonos más entre 65.000 palestinos. Supone, además, que Jericó, con sus 20.000 habitantes, quede como una isla o bantustán aislado y, más que eso, que todo el territorio que se ofrece al futuro Estado árabe quede totalmente rodeado por Israel.

A cambio de esos territorios fértiles y de considerable desarrollo agrícola, que representan casi un tercio de Cisjordania, Trump, que presentó su oferta como generosa, dijo que Israel debería ceder como compensación dos pequeños manchones en el desierto de Néguev ubicados al sur de la Franja de Gaza.

Esta es la última oportunidad para la emergencia de un Estado palestino, afirmó, además de poner para eso una serie de condiciones: los palestinos deben reconocer el carácter judío de un Israel que, al devorar más territorios, devorará también más población árabe; deben resignar Jerusalén y solo podrán retener algún suburbio de esa ciudad; no habrá derecho de retorno para los refugiados a sus antiguos poblados en el actual Israel ni compensaciones por esa pérdida; su Estado será desmilitarizado; y deberán abjurar del terrorismo, algo que el movimiento islamista Hamás no hará. Lo que se dice una oferta imposible de aceptar.

Atado a lo anterior, Israel se abstendrá de seguir colonizando territorio palestino durante los próximos cuatro años, lo que hace temer que, transcurrido ese plazo, el pacman pueda activarse incluso dentro del exiguo territorio que, se supone, se reserva al Estado palestino. Cuatro años es, justamente, el período que Trump pretende seguir en el poder después del flaco juicio político que se el sigue y de las elecciones de noviembre, que imagina accesibles.

La colonización israelí es ilegal según el derecho internacional, lo mismo que la anexión de territorios posterior a la guerra de 1967, lo que quedó plasmado en las resoluciones 446 [https://undocs.org/es/S/RES/446%20(1979)], 452 [https://undocs.org/es/S/RES/452%20(1979)] y 465 [https://undocs.org/es/S/RES/465%20(1980)] del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Esa línea fue refrendada el 23 de diciembre de 2016 por la resolución 2.334 [https://undocs.org/es/S/RES/2334(2016)], que calificó la colonización como ilegal y atentatoria contra la solución de “dos Estados”, algo a lo que se llegó por un módico gesto de rebeldía del entonces presidente Barack Obama, quien trocó veto por abstención recién cuando le faltaba menos de un mes para abandonar el poder.

Con Trump, sin embargo, la posición dio una vuelta de campana completa, por lo que Estados Unidos declaró que la colonización no es contraria al derecho internacional, preludio del traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén de mayo de 2018, un hecho deplorado por el grueso de la comunidad internacional. Lo anunciado este martes simplemente completa el círculo.

Si la reelección de Trump se concretara en noviembre y Palestina debiera convivir otros cuatro años con una Casa Blanca con una postura como la presentada, podría afirmarse que el período 2021-2025 sería el de una segunda nakba (catástrofe) para su pueblo.

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