Más que ganar, Chávez el domingo busca eternidad
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Favorito, Chávez buscará su segundo (o tercer) mandato. Hay que aclarar: fue electo en 1998, un año después reformó la Constitución y en 2000, tras imponer un turno de 6 años, llamó a relegitimar su poder. Una picardía chavista: en febrero, termina «un» mandato que habrá durado ocho años.
Claro que entre su jura y la votación del domingo se produjo un incidente no menor: el fallido golpe de Estado de 2002, que lo tuvo 48 horas fuera del poder. El respaldo que le expresó a aquel «putch» forzó a Rosales, su principal rival, a un arrepentimiento público.
Quien gane asumirá en febrero de 2007 una gestión de seis años. Si el ganador es el «bolivariano», en pocos meses más habrá otra convocatoria a las urnas: Chávez pretende un modelo de reelección presidencial indefinida para lo que deberá retocar, otra vez, la Constitución.
Con matices -léase elecciones- quiere emular el modelo de Fidel Castro: la perpetuidad, limitada por el reloj biológico. «A los 50 años todavía tengo mucho por hacer», le dijo a Ambito Financiero durante una entrevista que concedió ayer a medios internacionales en el Palacio de Miraflores.
«Estaremos aquí hasta que aparezca un proyecto que suplante a la revolución», agregó luego. No es un comentario antojadizo: días atrás, anticipó que «la segunda etapa de la revolución bolivariana», que iniciará este lunes tras «la victoria», se extenderá «entre 2007 y 2021».
La enumeración obliga a suponer que el bolivariano imagina, todavía, un tercer ciclo.
Para eso se prepara: según confesó ayer si gana la elección -algo que pocos ponen en duda-, nombrará a una comisión para que diseñe una reforma «actualizadora» de la Constitución que modificó en 2000. En ese paquete de cambios incorporará «el derecho», dijo, a la reelección indefinida.
«Cuando Simón Bolívar redactó una Constitución para Bolivia, incluyó la figura del presidente vitalicio», recordó Chávez para refutar los reproches de la oposición que citan al libertador alertando sobre los «dirigentes» que se eternizan. Todo indica que habrá Chávez para largo rato.
Paradojas de la «quinta república», de la refundación, como la dualidad de cuestionar desde la tribuna a George Bush mientras, cada 24 horas, Venezuela le vende más de 60% de los 3,2 millones de barriles de petróleo que produce diariamente a la potencia del norte.
- ¿Va a continuar vendiendo petróleo a EE.UU.? -se lo interrogó ayer.
- Veremos cómo se comportan, pero nosotros no vamos a empujarlos a una crisis -amagó a amenazar.
La ambigüedad con Washington parece, para un enorme universo de venezolanos, un detalle irrelevante. Prefieren destacar que con Chávez una porción de los fabulosos recursos del petróleo se destinan a sectores sociales bajos y marginales que, a lo largo de décadas, estuvieron excluidos.
Chávez repiquetea con esos datos: destina 40% del PBI a políticas sociales, combatió el analfabetismo y bajó a 7,5% el desempleo. Tiene 33 mil millones de dólares en reservas y un fondo de inversiones de 15 mil millones. En el último año, la economía creció 10,6%.
La oposición, en tanto, cuestiona que la miel del petróleo tiene plazo fijo y que cuando pase esa temporada dulce no se habrán invertido los excedentes en inversiones, capitalización y, sobre todo, industrialización de un país que consume frenéticamente productos importados.
Fracturada, como si dos países compartieran un único y mismo territorio, por estas horas Venezuela cruje y se retuerce por el pleito entre las barriadas y la «elite». El domingo, otra vez, esa disputa se hará carne.
Excepto para pintar el cielo encapotado que de imprevisto cubrió Caracas hasta el miércoles, en la paleta de colores de Venezuela no existe el gris. Ni Chávez ni sus opositores pueden o quieren desprenderse de sus permanentes claroscuros.
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