Moscú digita ya el "Gran Juego"
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La caída de la URSS allanó el camino para la mejora de las relaciones, que experimentaron un impulso definitivo con la elección como presidente del reformista Mohamed Khatami en 1997.
Desde finales de la década del 90, tanto Khatami como Ahmadinejad apostaron por Rusia como el nuevo gendarme en Medio Oriente y Asia Central en detrimento de EE.UU.
En los últimos años, el Kremlin no ha dudado en aprovechar la oportunidad para hacer negocios con el régimen iraní, denostado por Washington como una amenaza para la seguridad regional y mundial.
Rusia es ahora quien lleva la iniciativa en el «Gran Juego», la partida que se disputa desde hace siglos en esa región por el control de sus ingentes recursos energéticos y sus estratégicas rutas de suministro y comunicación.
A cambio, Moscú ha respaldado desde el principio el derecho de Teherán a desarrollar un programa nuclear civil, pese a las crecientes presiones occidentales.
Putin dejó una vez más clara su postura la pasada semana en su reunión en Moscú con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, que junto a la canciller alemana, Angela Merkel, aboga por imponer nuevas sanciones contra el régimen iraní.
El líder ruso sostiene que no hay pruebas que confirmen que Irán esté fabricando armas nucleares y ha bloqueado en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU cualquier iniciativa para aprobar una resolución que incluya el uso de la fuerza contra ese país. Además, Moscú ha reforzado en los últimos años el sistema defensivo iraní pese a la frontal oposición de Israel, que calificó la operación de « puñalada en la espalda».
A finales de 2005, Rusia anunció la ventaa Irán de una treintena de sistemas de defensa antiaérea Tor M-1 por un valor de 700 millones de dólares en los siguientes tres años. Irán tiene intención de utilizar estos sistemas para defender infraestructuras vitales.
Ingenieros rusos también construyen a orillas del Golfo Pérsico la primera central nuclear iraní (Bushehr), de mil megavatios de potencia; y Moscú ha propuesto a Teherán que se sume al proyecto de creación de un centro internacional de enriquecimiento de uranio en Siberia.
Por su parte, Irán ha planteado a Rusia la creación de una «OPEP del gas», cartel que se encargaría de coordinar los precios y pondría en una difícil posición a los importadores occidentales.
Los importadores temen que la nueva organización siga la misma senda que la OPEP tomó en 1973, año en que los productores de petróleo comenzaron a dictar las condiciones de la producción y los precios del crudo a nivel internacional.
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