17 de octubre 2007 - 00:00

Moscú digita ya el "Gran Juego"

Moscú - Rusia e Irán, enemigos acérrimos durante siglos, han forjadotras la caída del comunismo una «alianza de conveniencia» cimentada en los hidrocarburos, el armamento y, especialmente, su oposición a la política de Estados Unidos en el Golfo Pérsico.

La visita del jefe del Kremlin, Vladimir Putin, que se reunió ayer con el líder iraní, Mahmud Ahmadinejad, representa el clímax de las relaciones entre rusos y persas, a los que siempre ha separado una frontera natural, el mar Caspio, el lago más grande del mundo.

Stalin fue el último líder ruso que visitó-Irán al asistir en 1943 a la Conferencia de Teherán, que tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial y en la que también tomaron parte los dirigentes de Estados Unidos, Frank Delano Roosevelt, y Gran Bretaña, Winston Churchill.

Dos imperios, Rusia e Inglaterra, se disputaron el control de Persia (la actual Irán) durante los siglos XVIII, XIX y la primera mitad del XX, cuando la contienda mundial frustró los planes soviéticos de implantar un régimen comunista en Teherán.

El relevo lo asumió Estados Unidos, pero la caída del sha en 1979 y la ascensión al poder del ayatollah Khomeini conllevó el ocaso de la influencia de Washington, que a partir de entonces apoyaría a la vecina Irak.

La caída de la URSS allanó el camino para la mejora de las relaciones, que experimentaron un impulso definitivo con la elección como presidente del reformista Mohamed Khatami en 1997.

Desde finales de la década del 90, tanto Khatami como Ahmadinejad apostaron por Rusia como el nuevo gendarme en Medio Oriente y Asia Central en detrimento de EE.UU.

En los últimos años, el Kremlin no ha dudado en aprovechar la oportunidad para hacer negocios con el régimen iraní, denostado por Washington como una amenaza para la seguridad regional y mundial.

Rusia es ahora quien lleva la iniciativa en el «Gran Juego», la partida que se disputa desde hace siglos en esa región por el control de sus ingentes recursos energéticos y sus estratégicas rutas de suministro y comunicación.

  • Respaldo

    A cambio, Moscú ha respaldado desde el principio el derecho de Teherán a desarrollar un programa nuclear civil, pese a las crecientes presiones occidentales.

    Putin dejó una vez más clara su postura la pasada semana en su reunión en Moscú con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, que junto a la canciller alemana, Angela Merkel, aboga por imponer nuevas sanciones contra el régimen iraní.

    El líder ruso sostiene que no hay pruebas que confirmen que Irán esté fabricando armas nucleares y ha bloqueado en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU cualquier iniciativa para aprobar una resolución que incluya el uso de la fuerza contra ese país. Además, Moscú ha reforzado en los últimos años el sistema defensivo iraní pese a la frontal oposición de Israel, que calificó la operación de « puñalada en la espalda».

    A finales de 2005, Rusia anunció la ventaa Irán de una treintena de sistemas de defensa antiaérea Tor M-1 por un valor de 700 millones de dólares en los siguientes tres años. Irán tiene intención de utilizar estos sistemas para defender infraestructuras vitales.

    Ingenieros rusos también construyen a orillas del Golfo Pérsico la primera central nuclear iraní (Bushehr), de mil megavatios de potencia; y Moscú ha propuesto a Teherán que se sume al proyecto de creación de un centro internacional de enriquecimiento de uranio en Siberia.

    Por su parte, Irán ha planteado a Rusia la creación de una «OPEP del gas», cartel que se encargaría de coordinar los precios y pondría en una difícil posición a los importadores occidentales.

    Los importadores temen que la nueva organización siga la misma senda que la OPEP tomó en 1973, año en que los productores de petróleo comenzaron a dictar las condiciones de la producción y los precios del crudo a nivel internacional.
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