Clarificar quién sos y qué te importa dejó de ser un ejercicio íntimo para convertirse en ventaja competitiva. En un mundo que acelera cada vez más, lo que ordena no es correr más ni discutir “balance” entre vida personal y carrera, sino alinearlas bajo un Norte claro. Cuando esa brújula existe, la energía y la atención dejan de dispersarse y la ejecución avanza con mejor control del desgaste que nos causa vivir tan aceleradamente.
Autoconocimiento en acción: cuando el propósito se vuelve resultados
Tu mejor fortaleza se convierte en debilidad cuando no encontrás equilibrio entre vida personal y carrera. La pregunta que surge es: ¿puede la claridad interior traducirse en efectividad sin muchas vueltas?
-
IA a la deriva: el riesgo invisible que ya habita en las empresas
-
Revelan que habrá menos aumentos de salarios por año y que serán más moderados
La pregunta es simple: ¿puede la claridad interior traducirse en efectividad sin muchas vueltas?
Tu mejor fortaleza se convierte en debilidad cuando no encontrás equilibrio. Pasa con el propósito: de algo de lo que todos hablamos —y que “deberíamos” tener muy consciente—, se vuelve un punto ciego. Si les preguntáramos a líderes cuál es su propósito, muchos dirían que lo saben. Sin embargo, no lo convierten en decisiones y hábitos: no se ve. El resultado es una agenda llena, reuniones de las que no terminan llevándose lo que fueron a buscar y una sensación de avance intermitente —como correr a tope con una piedra en el zapato.
La pregunta es simple: ¿puede la claridad interior traducirse en efectividad sin muchas vueltas? Sí, si se transforma en estructura con un sistema sencillo que conecte quién sos con lo que hacés todos los días. La estructura viene antes: es el andamio que sostiene propósito y estrategia.
Del yo que piensa al yo que decide
Primero, lo primero: identificar y nombrar un patrón que hoy te impulsa o te frena (perfeccionismo, postergar conversaciones, decir que sí a todo, sentir que no te lo merecés; o, del otro lado, foco, escucha, hábitos). Las micro-preguntas te guían y bajan la presión: ¿qué hago cuando me sale bien?, ¿qué hago cuando me saboteo?, ¿cuán seguido lo estuve haciendo esta semana?
Tu mejor fortaleza se convierte en debilidad cuando no encontrás equilibrio.
Segundo, convertir esa observación en un acuerdo escrito —primero con vos y luego con tu equipo/pares/jefe—: qué vas a hacer, para qué ahora, el criterio de éxito, cómo lo definen y miden, quién lo cuida y con qué fecha. Sin ese renglón concreto, el propósito y la intención quedan en discurso, y en general, se las lleva el viento.
Tercero, instalar un ritmo breve y sostenido para entrenarse en disciplina antidesgaste. Tres momentos cortos a la semana alcanzan: priorizar (lunes, 15’), ajustar (miércoles, 10’) y evaluar y cerrar (viernes, 15’). Pocas herramientas, simples, que todos entiendan claro, bien usadas. La constancia protege la calidad y baja la presión cotidiana.
¿Y la productividad cuando hablamos de autoconocimiento? Empieza por uno. La productividad que importa empieza por vos. No es sumar herramientas ni acumular cosas para “tener más”: es aprender a elegir —y a elegir pocas y de alto valor para vos— y usarlas bien.
Ejemplos reales (anónimos):
- Un equipo regional pasó de reuniones extensas sin cierre a encuentros de 30’ con acuerdos visibles, usando un guión de seis líneas —escrito por ellos en un afiche pegado en la pared—, check-in de 30’’ con una pregunta concreta para ubicar cómo llegaba cada uno, agenda conocida de antemano y check-out con una palabra positiva para compartir.
- Una PyME de servicios recuperó horas de trabajo de calidad al rediseñar tres acuerdos núcleo con clientes y con logística y administración. Menos retrabajo, más previsibilidad, menos corridas, clientes más contentos.
No hubo héroes ni fórmulas grandilocuentes. Hubo líderes que entendieron qué es lo mejor que pueden dar de sí, y sintiéndose bien con ello, propósito claro, acuerdos bien planteados y rituales cortos que resolvían lo diario.
Cuando el propósito lo tenés, lo sabés, los demás lo notan. Un propósito se nota cuando se ve en agenda —o, dicho más simple, en acciones concretas—: qué cosas aceptás, qué declinás, cómo te sostenés frente a los límites, cómo pedís ayuda y qué acuerdos honrás, cómo te cuidás (porque se verá en la manera en que cuidás también).
Todo esto es resultado de tu autoconocimiento + autoliderazgo. No es introspección infinita; es decidir mejor y ejecutar con un poco más de tranquilidad a pesar de las corridas. Empezando primero por vos mismo. Y sí: eso genera resultados.
Executive Coaching Advisor, psicopedagoga y creadora de "Fast Pass Way", un método en cinco pasos para ayudar a líderes y equipos a simplificar lo complejo, decidir mejor y lograr resultados sostenibles sin desgaste. Trabaja con compañías y pymes en LATAM y otros mercados, integrando lo técnico-operativo, lo humano y lo sistémico para acelerar la ejecución con bienestar.
- Temas
- Empresas




Dejá tu comentario