Luego de algunas declaraciones de funcionarios del gobierno argentino que lo habían anticipado, se conoció la “Declaración conjunta sobre el marco para un acuerdo entre los Estados Unidos y la Argentina en materia de comercio e inversión recíprocos”, difundida con ese título por la Embajada norteamericana en nuestro país. Una de las primeras consideraciones a efectuar es que la difusión fue realizada por la Casa Blanca, mientras que del lado argentino sólo se publicó un escueto comunicado. Todo un simbolismo que ilustra la inexistencia de reciprocidad entre ambos Estados, a pesar de que ese término se incluye en la presentación del acuerdo.
Acuerdo no recíproco
El acuerdo marco con EEUU expone fuertes asimetrías: Argentina abre su mercado y cede controles, mientras Washington ofrece concesiones mínimas, reavivando el debate sobre soberanía y modelo económico.
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En el acuerdo se observa que establece el desmantelamiento de barreras no arancelarias por parte de nuestro país en lo referido a importaciones.
Es interesante señalar que el término “Argentina” se menciona veinte veces, mayormente seguido de las expresiones “brindará acceso”, “desmantelar o eliminar barreras”, “alineación con normas internacionales”, entre otras. En el caso de Estados Unidos son sólo nueve las veces que aparece, y no está asociada a compromisos significativos.
Al efectuar un análisis de lo que hasta ahora se conoce, que es el acuerdo marco, se observa que establece el desmantelamiento de barreras no arancelarias por parte de nuestro país en lo referido a importaciones, y más específicamente elimina cualquier tipo de formalidad para el ingreso de productos estadounidenses al territorio argentino “alineándose” al mismo tiempo a las normas de Estados Unidos y a los “reglamentos técnicos estadounidenses (…) sin exigir requisitos adicionales de evaluación”. Queda claro que, si bien el acuerdo es “bilateral”, las condiciones del mismo parecen haber sido impuestas de manera “unilateral”.
Nuestro país también cede soberanía comercial en materia agropecuaria al permitir el ingreso sin restricciones de ganado vivo estadounidense, carne aviar, quesos y carnes y una “amplia gama de productos agrícolas”. Hay que tener en cuenta que en esta área Argentina y Estados Unidos son competitivos, es decir, producen los mismos bienes en el sector agropecuario principalmente, por lo tanto, lo acordado podría perjudicar a los productores locales que quedarían expuestos al ingreso de productos estadounidenses sin ningún tipo de protección. Las liberaciones de controles a las importaciones que aceptaría el gobierno argentino contrastan con las adoptadas por Estados Unidos e incluso por la Unión Europea, en especial en el sector agropecuario, a la hora de establecer acuerdos comerciales.
En cuanto a los aranceles, mientras Argentina se compromete a “brindar acceso preferencial al mercado para exportaciones estadounidenses” en medicamentos, productos químicos, maquinaria, productos de tecnologías de la información, vehículos automotores, entre otros, Estados Unidos eliminará los aranceles sobre “ciertos recursos no disponibles y productos no patentados para aplicaciones farmacéuticas”. En este último caso se trata sólo de aquellos recursos que el país del norte no posee y por lo tanto estaría concediendo poco y nada en materia comercial. La balanza se inclina hacia el otro lado en el caso argentino, que verá su industria amenazada por los productos importados, con todo lo que ello implica en cuanto a actividad y empleo nacionales.
La Cancillería argentina, ¿habrá efectuado estudios sobre el impacto económico y social que tendría este acuerdo en los sectores productivos afectados y en los trabajadores que dependen de ellos? Por la rapidez del acuerdo, no hay indicios de que haya sido así, a pesar de que resulta una práctica habitual ante cualquier proyecto de acuerdo comercial que se negocia.
No caben dudas, en este modelo hay ganadores y no tienen inconvenientes en mostrarse. Volviendo sólo unos días hacia atrás, el secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, en respuesta a los cuestionamientos internos en su país por el auxilio brindado a la Argentina en el periodo preelectoral, afirmó: “el gobierno de Estados Unidos ganó dinero. Usamos nuestro balance financiero para estabilizar al gobierno –argentino–, uno de nuestros grandes aliados en América Latina, durante una elección (…). Yo prefiero llegar a la paz mediante fortaleza económica a tener que disparar a narcolanchas si el gobierno colapsa”. Bessent les estaba hablando a los norteamericanos, a quienes les decía que vinieron a nuestro país a hacer negocios, aunque la frase no deja de preocupar, especialmente ante la eventualidad de una futura alternancia política.
Una vez más, estamos ante la disyuntiva de los dos modelos. Una integración comercial regional en un bloque de países latinoamericanos y/o de otras economías en desarrollo, y con un criterio de protección a aquellos sectores productivos que aún se encuentran en desarrollo. O una apertura unilateral al servicio de los intereses del país más fuerte.
A 20 años del NO al ALCA, parece que estamos ante un acuerdo que implicaría una mayor pérdida, aún, de soberanía para nuestro país. Lo que contrasta ampliamente es la postura del gobierno argentino en uno y otro momento.
Diputado Nacional Unión por la Patria, Presidente Partido Solidario
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- Javier Milei



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