12 de diciembre 2019 - 00:00

Una difícil agenda internacional para el 2020

El presidente Fernández inicia su mandato en momentos en los cuales las transformaciones económicas vienen avanzando a toda prisa. Pero la agenda internacional es cada vez más problemática no solo por razones estrictamente económicas y comerciales.

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Foto: Cefis

El presidente Fernández inicia su mandato en momentos en los cuales las transformaciones económicas vienen avanzando a toda prisa, pero la agenda internacional es cada vez más problemática no solo por razones estrictamente económicas y comerciales, sino también por acontecimientos ecológicos, sociales y demográficos que están afectando, y lo seguirán haciendo en los próximos años, a gran parte de la población mundial.

En el imaginario colectivo del mundo, en el siglo pasado China e India fueron símbolos de aislamiento y pobreza. Pero a partir de fines del siglo XX estos dos grandes países pasaron a estar entre los más integrados al mundo y a marcar reiterados récords de crecimiento económico. La densidad de las relaciones que estos países asiáticos supieron establecer con el resto del mundo está en la base de su expansión productiva y de la consecuente mejora de sus indicadores sociales y de la calidad de la vida de su población.

La expansión productiva del Asia emergente esta cambiando el mapa económico del mundo, en 1980 las naciones del G-7 representaban la mitad de todo el PBI mundial, mientras en la actualidad representan apenas el 29 por ciento, es decir mucho menos que las emergentes naciones asiáticas, que pasaron de representar el 9 por ciento del PBI mundial en 1980 y crecieron a más de 34 por ciento en la actualidad. El liderazgo económico global ya hace unos años que paso desde los Estados Unidos a China, país que hoy es la mayor economía mundial, el PBI de los Estados Unidos en 1980 era 9 veces mayor al de China, y hoy el de China es 30 por ciento mayor al de los Estados Unidos.

Este nuevo mapa económico mundial que regirá en los próximos años será relevante para la agenda internacional, que deberá enfrentar cuestiones que hacen a la prosperidad de todas las naciones. Los casi 200 países existentes deberemos afrontar el próximo año dos graves temas pendientes: preservar el planeta de la creciente amenaza del cambio climático y también evitar caer en la peligrosa guerra comercial que impulsa el presidente Trump y perjudica a todos. No será fácil avanzar globalmente al ritmo requerido por los avances científicos y tecnológicos sin un acuerdo amplio entre Estados Unidos y China, por la simple razón que estas dos naciones lideran no solo el PBI mundial sino también las emisiones globalmente contaminantes. Estados Unidos y China hoy representan mas de la tercera parte del PBI mundial y casi la mitad de las emisiones de CO2.

Como viene alertando el FMI, la economía mundial se encuentra en una desaceleración global impulsada por crecientes barreras comerciales, a las cuales hay que sumar la incertidumbre sobre el futuro del comercio internacional y los variados conflictos geopolíticos, a lo cual hay que añadir el envejecimiento de la población en los países avanzados. El enfriamiento económico ya se nota en el retroceso mundial en la producción de manufacturas y en el comercio internacional entre las naciones, agravado por el aumento de los aranceles y la creciente incertidumbre que está afectando la política comercial de muchas naciones.

Las economías avanzadas están creciendo hoy menos que en el pasado reciente, en Estados Unidos la incertidumbre respecto al futuro comercio internacional esta produciendo efectos negativos en las inversiones productivas. En Europa disminuye la expansión económica y se está registrando una creciente incertidumbre impulsada por el brexit británico de la Unión Europea. En China ya se notan los efectos negativos de la guerra comercial impulsada por el presidente Trump. Argentina y Brasil también sufrirán los costos de mayores y arbitrarios aranceles a sus exportaciones de aluminio y aceros a Estados Unidos. Nadie puede asegurar que Trump no extienda esta medida a otros productos.

Esta guerra comercial que impulsa Trump no es buena para nadie, ya que para desarrollar una competencia genuina con China el camino a seguir no es la guerra comercial sino el de la nueva economía del conocimiento, basada en los avances en áreas donde el predominio de los Estados Unidos es evidente, por lo menos en los próximos años. Tampoco es positiva la negativa actitud de Trump frente a la defensa del futuro de la Tierra amenazada por el cambio climático, que el viene negando, prestando atención a los intereses financieros de los dueños de reservas de activos energéticos altamente contaminantes, como el carbón.

Avanzar globalmente requiere dejar atrás la estéril guerra comercial entre las dos mayores economías del mundo. Si queremos superar la actual desaceleración económica global, que amenaza el crecimiento de las inversiones, la política internacional debería apuntar a superar los conflictos comerciales, fortaleciendo la cooperación internacional multilateral.

Esperemos que pronto comiencen a soplar buenos vientos, ya que la expansión económica es crucial para el éxito de las políticas de eliminación de la indigencia y la pobreza, no solo en nuestro país. Esta tarea no será fácil ya que se trata de promover un desarrollo consistente con la nueva realidad ambiental de este siglo, que no solo sirva para abatir la pobreza sino también para cuidar nuestra Tierra.

(*) Academia Argentina de Ciencias del Ambiente

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