4 de julio 2007 - 00:00

Argentina, otra nueva oportunidad

Argentina, otra nueva oportunidad
Hasta que el petróleo costó alrededor de 30 dólares el barril, la situación era aceptable para las relaciones internacionales. Pero la OPEP -que ya había aprendido en las crisis anteriores que no puede fijar el precio que quiere, sino que para eso debe reducir la producción en relación con la demanda mundial-estableció cuotas en niveles que implicaban precios de entre 60 y 70 dólares el barril, el doble de los anteriores. Algunos analistas sugieren que la OPEP no puede incrementar mayormente la producción.

Para países como Estados Unidos, que exportan granos e importan petróleo, esto constituyó un feroz agravamiento de su ya deficitaria cuenta corriente. ¿Qué respuesta sutil se le puede haber ocurrido al gobierno de George W. Bush? Los biocombustibles en sus diferentes variantes, que, además, gozan de la aprobación de ecologistas ya que no depredan los recursos no renovables. Al reducir en algo la demanda de petróleo, moderarán en cierta medida su precio, disminuyendo en el mejor de los casos hasta 10%, y así también el poder de la OPEP. ¿Es esto suficiente? No, obviamente, y tampoco es sutil. ¿Entonces? Veámoslo desde otro ángulo:

Los países exportadores de petróleo, como los árabes, Venezuela y otros, no son productores de granos y otros alimentos. Por el contrario, son importadores netos de esos bienes. Al establecer Estados Unidos (y Brasil en Camp David) la política de producir más biocombustibles para responder al alto precio del petróleo, provoca un crecimiento del valor de los granos y otros alimentos, al aparecer una demanda nueva e importante de éstos para energía. Por lo tanto, desde mediados de 2006, cuanto más caro es el petróleo, más suben los granos. Así, el maíz pasó de u$s 90 la tonelada a u$s 170, el trigo de u$s 100 a u$s 200, también aumentó la soja y, finalmente, el precio de la carne en el mercado internacional creció en igual o mayor proporción pues los animales usan granos para su alimentación.

Podríamos decir que el razonamiento sofisticado habría sido: «Si tengo que pagar más por importar petróleo, también me tendrán que pagar más para comprarme los granos. ¡Estamos 1 a 1!»

En definitiva, esto es más sutil y francamente implica una nueva lógica, que se puede formalizar de la siguiente manera: el precio de los granos se determina en función del petróleo y otras variables (siempre que el valor del crudo sea mayor que los 30 dólares por barril). Entonces, los países exportadores de petróleo se encuentran con una inesperada disyuntiva.

  • Perjudicados

    Si pretenden hacer crecer el precio del petróleo en forma fuerte, tienen que destinar casi todo el incremento de ingreso a importar alimentos más caros. Además, para aumentar más el petróleo, tienen que reducir las cuotas de producción de los países miembros, con lo que el ingreso monetario adicional no es muy grande.

    ¿Quiénes son perjudicados? En primer lugar, los países de la OPEP, que pierden poder, aunque como tienen poca población, no tienen que demandar fuertes cantidades de granos. En segundo lugar, Europa, que es importadora de alimentos, y China, que importa petróleo caro y alimentos, ahora también caros. A éstos se suman aquellos países con alto nivel de pobreza y que deban importar comida. ¿Qué hace la Argentina en este mundo? Nada. Aprovecha la situación. Sin darnos cuenta nos beneficiamos con las consecuencias de esa política. Ahora, tampoco la aprovechamos del todo. Ha aumentado también mucho el costo de los forrajes, como el maíz, que alimentan a animales. Ya se eliminó el subsidio europeo a la leche, por estar el precio de mercado por encima del precio sostén, pero nosotros le ponemos un límite al precio de exportación, lo que desincentiva la producción local. Lo mismo hemos hecho con granos, oleaginosos, carnes, quesos. ¿Para qué luchamos por la eliminación de los subsidios agrícolas? Para que suba el precio de nuestros productos. ¡Pero cuando suben, no queremos que suban!
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