Una hipótesis: que el Gobierno buscó polarizar con la oposición política en el Congreso y que la intransigencia a ceder en la discusión política fue para exponer a “la casta”. Otra hipótesis: que el Gobierno buscó confrontar para ganar legitimidad social. Una más: que la Casa Rosada fracasó estrepitosamente en su intención de mantener “vivos” los puntos que más le interesaban de la ley ómnibus.
Colisión versus coalición. ¿Javier Milei y la intransigencia como forma de gobernar para conseguir los cambios prometidos?
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Javier Milei en la gira por Israel.
En la serie de especulaciones, incluso habrá que hacerle un lugar al enigma: ¿realmente el Gobierno quería la sanción de la ley ómnibus o es sólo un entretenimiento social mientras aplica el plan de ajuste?
Al margen de estas ideas que apuntan a captar buena parte de los análisis que pueden leerse por estas horas, hay otra idea que conviene mensurar. Algo que pareciera estar haciéndose un lugar por estas horas. Esa idea se resume en esto: el Gobierno prefiere colisionar que coalicionar. Es la forma de ejercer el poder que ha elegido el presidente Javier Milei.
Listas de “enemigos” del pueblo, menciones a “traidores”, “delincuentes” por parte del presidente parecieran generar algunas suspicacias. ¿Y si el presidente prefiere la confrontación como manera de gobernar? ¿Y si hasta último momento se buscó quitarle posibilidades a la negociación? Colisión versus coalición.
“Lo ocurrido ayer en el Congreso confirma un escenario donde podría pensarse que el presidente prefiere colisionar que coalicionar. Esto abre una incertidumbre muy grande para los sectores de la economía, porque implica que el Gobierno buscará casi a la fuerza avanzar con su hoja de ruta, en lugar de ampliar su base política para poder hacer los cambios necesarios, habrá mayor conflictividad social”, sostuvo un empresario del sector industrial.
El carácter del presidente Javier Milei
Muchos parecen pensar que la derrota política del presidente no es tanto la baja del proyecto de ley, sino más bien una especie de clarificación del carácter intransigente del primer mandatario. Y que una cosa era la campaña política y otra, muy distinta, es el acto de gobernar, con las consecuencias de mostrarse como “elegido”, casi una apuesta a la relación exclusiva caracterizada por Laclau entre el líder y su pueblo, a pesar de no tener una base de sustentación social, burguesa o popular consolidada y en pleno proceso de pérdida del poder adquisitivo de buena parte de la sociedad.
Para el final, casi una pregunta que se ubica primera: ¿qué reacción tendrán aquellos sectores financieros y económicos que respaldaban las ideas de Milei en el Gobierno y que apostaban por una pronta sanción de la ley? ¿Qué tipo de señal entenderán aquellos que relojean el dólar, las acciones, los bonos y el futuro inflacionario del país y que apostaban a cambios estructurales consensuados con los gobernadores?
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