24 de octubre 2021 - 00:00

Cooperativismo travesti-trans ¿una alternativa autogenerada ante la exclusión estructural?

En los últimos 15 años, los colectivos LGBTIQ+ avanzaron en el reconocimiento de derechos. El caso de la Cooperativa Nadia Echazú demuestra a las claras, que el cooperativismo podría ser una herramienta sumamente útil.

El caso de la Cooperativa Nadia Echazú demuestra a las claras, que el cooperativismo podría ser una herramienta sumamente útil para este colectivo.

El caso de la Cooperativa Nadia Echazú demuestra a las claras, que el cooperativismo podría ser una herramienta sumamente útil para este colectivo.

Gentileza: Anred

"El motor de cambio es el amor. El amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo" (Lohana Berkins)

En este artículo analizaré algunos datos que reflejan la situación de exclusión que atraviesa el colectivo travesti y transexual en nuestra República y una propuesta surgida a partir del propio colectivo, para contrarrestarla. Se trata de las cooperativas, una vieja forma de asociación en nuestro sistema jurídico, que según el último relevamiento realizado por el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social (Inaes), y junto con las mutuales, generan 500.000 puestos de trabajo y aportan cerca del 10% del Producto Bruto Interno de la Argentina.

Antes de ingresar al tema del cooperativismo, resulta dable hacer algunas escalas previas. El cuadro de situación del colectivo travesti y trans no es sencillo y tampoco existe demasiada información al respecto.

Según los Principios de Yogyakarta, sobre la aplicación de la legislación internacional de derechos humanos en relación con la orientación sexual y la identidad de género, nacidos de la cumbre del año 2006 “…las violaciones a los derechos humanos basadas en la orientación sexual o la identidad de género reales o percibidas de las personas constituyen un patrón global y arraigado que es motivo de seria preocupación. Entre estas violaciones se encuentran los asesinatos extrajudiciales, la tortura y los malos tratos, las agresiones sexuales y las violaciones, las injerencias en la privacidad, las detenciones arbitrarias, la negación de empleo o de oportunidades educativas, así como una grave discriminación en el goce de otros derechos humanos.”

En los últimos 15 años, los colectivos LGBTIQ+ avanzaron en el reconocimiento de derechos, como las leyes de identidad de género, matrimonio igualitario, cupo laboral travesti - trans, entre otras. Sin embargo, el problema de la exclusión que siguen sufriendo las personas travestis y transexuales, ha llevado a algunas de sus representantes más destacadas buscaran alternativas para acceder a una vida distinta, más digna.

Es interesante ver en algunas de las normas enunciadas, una breve exposición de motivos tendiente a fundamentar sobre el complejo entramado que constituye la situación de las personas travestis y transexuales en nuestro país. A modo de ejemplo, en la exposición de motivos del Decreto 721/2020 de cupo laboral para las persones travestis y transexuales, se señala que: “resulta de vital importancia transformar el patrón estructural de desigualdad que perpetúa la exclusión de esta población que tiene una expectativa de vida de entre 35 y 40 años aproximadamente.”, que además “Según datos de la comunidad LGBT, se estima que 95% de les persones trans no acceden al empleo registrado.” Y que “cerca de 60% no han podido finalizar sus estudios secundarios.”

Sin dejar de mencionar que en esos motivos se recurre a los datos recogidos por la comunidad LGBT, por carencia de relevamientos propios del Estado, no menos cierto es que, en el último tiempo, se han empezado a medir algunos datos de estos colectivos minoritarios.

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Transformando Caminos es una de las primeras cooperativas inclusivas que surgió de la labor conjunta de muchas personas en situación de desempleo, principalmente chicas trans que atravesaban distintas problemáticas a raíz de la falta de trabajo.

Transformando Caminos es una de las primeras cooperativas inclusivas que surgió de la labor conjunta de muchas personas en situación de desempleo, principalmente chicas trans que atravesaban distintas problemáticas a raíz de la falta de trabajo.

El Informe técnico de la Prueba Piloto Municipio de La Matanza, elaborado 18 al 29 de junio 2021, es de los pocos relevamientos que se pueden encontrar. En ése informe se tomó una muestra poblacional de 209 personas del colectivo, compuesta por 140 personas Travestis, 11 transexuales, 8 transgénero, 32 hombres trans, 15 mujeres trans, una persona intersex y 2 con otra orientación.

En este informe surge, respecto de la actividad laboral que realizaban, de un total de 169 encuestadas, 30 eran empleadas, 49 trabajaban por cuenta propia, 72 ejercían la prostitución, 7 eran Patrón y 11 se dedicaban a la actividad religiosa. A su vez, el 73,2 por ciento estaba o había estado en situación de prostitución. En cuanto a la cobertura de salud, del total (209 personas), 168 no tenían ni obra social ni prepaga o plan estatal.

Si observamos otras áreas como la de educación, de 209 personas, 32 no habían completado sus estudios primarios, 63 finalizaron ese nivel de estudios, 71 no culminaron el nivel secundario, 31 alcanzaron a finalizar el segundo nivel educativo, 7 tenían un nivel terciario o universitario incompleto y solo 4 habían completado el tercer nivel de estudios.

Estos números, reflejan de alguna forma la grave situación de exclusión que enfrenta este colectivo y que se agrava aún más cuando advertimos que la falta de estadísticas termina por ocultar bajo la alfombra los duros datos de la realidad.

Frente a esa exclusión, que tan bien conocen las travestis y transexuales, se levantaron algunas voces hoy reconocidas, como la de la activista Lohana Berkins, del colectivo travesti, que supo identificar estos problemas y entendió que más allá de la militancia por los derechos, era imperioso avanzar en un plan que permitiera a las chicas de su colectivo salir del mundo de la prostitución, las drogas y el alcoholismo o, como ellas lo llaman, el mundo de la “noche”.

En el año 2006, Lohana les propuso a 21 de sus compañeras, fundar una cooperativa de trabajo que les permitiera tener un salario, una obra social y, sobre todo, un lugar común donde poder ayudar a sus compañeras.

Así fue que el año 2007, y tras mucho insistir, obtuvieron la personería jurídica de la Cooperativa Taller Escuela “Nadia Echazú” (en honor a otra activista travesti de renombre), dedicada a la confección de ropa blanca y otros productos de la industria textil. Con el tiempo, esta empresa tomo vuelo propio y fue reconocida por instituciones y organizaciones nacionales e internacionales por la promoción de la integración social. El Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social les cedió una casa en el barrio la Crucecita, en Avellaneda, donde desarrollan sus actividades hasta el día de hoy.

La idea fue un acierto total, ya que para el año 2010 llegaron emplear a 65 trabajadoras de la industria textil, todas chicas travestis y transexuales. Según me relató su presidenta, Brisa Charlotte Escobar -en una entrevista que mantuvimos este año-, ese logro fue importantísimo, porque más allá de la producción o el rendimiento de la cooperativa, pudieron abrir un espacio de acogida para las chicas travestis, que hasta ese momento no encontraban otro modo de subsistir que no fuera el de la prostitución.

En esa entrevista, escuché a Brisa explicarme acerca del éxito de la cooperativa, porque no solo había servido para conseguir un salario para sus compañeras, sino que ese trabajo también les dio seguridad social, educación, capacitación laboral y un lugar donde compartir sus historias. Cuenta que una de las mayores preocupaciones por las cuales se originó la cooperativa, era la vida en la adultez, cuando el cuerpo ya no es el de los 17 o los 20 y hacer dinero en la prostitución cuesta cada vez más hasta que a duras penas, llegan a cubrir los costos de un lugar donde dormir Sin embargo, la enorme fuerza y emoción que expresan las travestis de la cooperativa, a veces no alcanza para resistir los embates de la economía local, la pandemia y la siempre presente exclusión.

Como prueba de esto, señala Brisa que durante el gobierno anterior tuvieron que reducir la planta a 35 personas y que durante la pandemia solo pudieron sostener a once de ellas, que persisten hasta la actualidad.

En este punto, se halla el centro de este trabajo, pues como hemos visto hasta aquí las travestis de la cooperativa “Nadia Echazú” encarnan el sentido más profundo del cooperativismo. Ante una situación muy adversa, si no dramática, han decidido organizarse voluntariamente haciendo realidad el fin perseguido por la Alianza Cooperativa Internacional (ACI) en 1995, que afirmaba que las cooperativas deben ser abiertas a todas las personas capaces de utilizar sus servicios y dispuestas a aceptar las responsabilidades de ser socio, sin discriminación social, política, religiosa, racial o de sexo.

Sobre este punto, y con acierto legislativo, nuestra ley de cooperativas N° 20.337, en su artículo 2, inciso 7° enunciaba que las cooperativas “No tienen como fin principal ni accesorio la propaganda de ideas políticas, religiosas, de nacionalidad, región o raza, ni imponen condiciones de admisión vinculadas con ellas”, omitiendo la cuestión de género, que parece encontrar aquí un nicho de resguardo.

Según la Alianza Cooperativa Internacional, las cooperativas son organizaciones gestionadas democráticamente por los socios, los cuales participan activamente en la fijación de sus políticas y en la toma de decisiones. Las personas elegidas para representar y gestionar las cooperativas son responsables ante los socios. La participación de los socios es una característica de su gestión. Todos tienen las mismas posibilidades de manifestar su opinión, presentar propuestas de trabajo y comentar su experiencia, creando responsabilidad e implicación en los socios, lo que ayuda a alcanzar mejores resultados.

Las cooperativas son organizaciones autónomas de autoayuda, gestionadas por sus socios. Si firman acuerdos con otras organizaciones, incluidos los gobiernos, o si consiguen capital de fuentes externas, lo hacen en términos que aseguren el control democrático por parte de sus socios y mantengan su autonomía cooperativa.

En el caso de la Cooperativa Nadia Echazú, desde su origen y durante la presidencia de Lohana, recibió un fuerte apoyo del estado, que no solo les proporcionó un espacio físico donde desarrollar su actividad, sino que les dio el lugar para contratar, presentándose a distintas licitaciones para la producción de guardapolvos y sábanas. Actualmente volvieron a presentarse a licitación para la producción de kits sanitarios en el marco de la pandemia Covid-19.

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Según la ACI (1995), las cooperativas también proporcionan educación y formación a los socios, a los representantes elegidos, a los directivos y a los empleados para que puedan contribuir de forma eficaz al desarrollo de sus cooperativas. Informan al gran público, especialmente a los jóvenes y a los líderes de opinión, de la naturaleza y beneficios de la cooperación.

En este aspecto, en la Cooperativa Nadia Echazú, actualmente se dictan distintos talleres de conocimientos básicos, que duran entre 1 y 2 meses. También se dictan otros talleres más largos los de corte y confección, corte industrial, alta costura, sublimado, bordado y comercialización.

No resulta menor, señalar que esos principios que rigen el cooperativismo guardan estrecha relación con los principios de la economía social. Así lo destacó el Comité Consultivo de la Comisión Europea de las Cooperativas, Mutualidades, Asociaciones y Fundaciones (CMAF).

En el contexto local, las cooperativas han sido incorporadas dentro de las formas organizativas de la economía popular, analizadas en la órbita del Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (ReNaTEP), en su informe del mes de mayo de este año 2021.

En este sentido, se ha advertido en Argentina y el mundo, la necesidad de generar una propuesta política claramente asociada a la consolidación de situaciones de exclusión social, entendida como la imposibilidad de gran parte de la población de nuestros países de reproducir su vida de acuerdo con parámetros socialmente "dignos" y, en muchos casos, hasta en términos biológicos. La cada vez más profunda tendencia a excluir a los trabajadores del empleo o a incluirlos bajo formas precarias y desprotegidas ha cristalizado en esta situación de exclusión social, que lejos de revertirse parece estar incrementando.

El caso de la Cooperativa Nadia Echazú demuestra a las claras, que el cooperativismo podría ser una herramienta sumamente útil para este colectivo, que les permitiría avanzar -a su manera y con sus reglas-, con emprendimientos no exentos de riesgo, hacia una vida más digna y con mayor integración en la sociedad.

Ese fin solo es posible con la ayuda del Estado para medir los datos y formular políticas de asistencia que permitan sostener estos proyectos en el tiempo. Quiero expresar mi enorme gratitud hacia Brisa Charlotte Escobar y a sus compañeras, por abrirme las puertas de la Cooperativa y contarme esta historia tan importante para nuestra sociedad.

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