11 de septiembre 2019 - 10:21

¿Estamos condenados a las cíclicas crisis?

Una vez más la Argentina está en crisis. ¿Los argentinos tenemos que aceptar con resignación que estamos condenados a la decadencia secular?

Tenemos que cambiar de diagnóstico y, en función de ello, de estrategia.
Tenemos que cambiar de diagnóstico y, en función de ello, de estrategia.
Agencia Noticias Argentinas

Y volvió a pasar. Una vez más la Argentina está en crisis. Solo para los más jóvenes es una novedad sufrir los costos y la incertidumbre de afrontar estos traumáticos episodios. Pero para la mayoría de la población se trata de una historia repetida. ¿Los argentinos tenemos que aceptar con resignación que estamos condenados a la decadencia secular cuya manifestación más dolorosa y traumática son las recurrentes crisis? ¿O hay alternativas para aspirar a un destino distinto, más coherente con nuestras potencialidades, más consistente con la legitima aspiración de ingresar a una senda de crecimiento con justicia social?

Soy de los convencidos de que tenemos salida. Pero para ello tenemos que cambiar de diagnóstico y, en función de ello, de estrategia. La experiencia argentina muestra una sucesión temporal de desajuste fiscales que fatalmente llevan a los ajustes fiscales. En la fase de los desajustes prevalece un injustificado optimismo que lleva a no poner límites a la expansión del gasto público. Como no hay disposición a pagar más impuestos para financiarlo esto lleva a que los desequilibrios se cubran con emisión monetaria espuria y/o endeudamiento. Los desajustes macroeconómico más temprano que tarde terminan en una crisis que da inicio a la fase del ajuste. Pasamos de la indisciplina irresponsable, a la disciplina draconiana.

Subyace en estos vaivenes visiones antagónica respecto al rol del sector público. Mientras que en la fase de los desajustes prevalece la idea de que siempre es bueno un poco más de Estado, en la fase de los ajustes se imponen sin miramientos el paradigma del achicamiento del Estado. Se trata de un simplismo cargado de pasión y carente de racionalidad. No hay que irse al sudeste asiático o Escandinavia para convencerse que el éxito de un país no está determinado por las dimensiones sino por la calidad de su sector público. En nuestra región tenemos ejemplos diversos como Chile y Uruguay cuya concepción sobre el rol del Estado es tan dispar como efectiva.

Ojalá que esta nueva crisis sea, a diferencias de las anteriores, una oportunidad para abandonar viejas recetas y asumir una actitud más innovadora y estratégica en relación a la organización y gestión pública. Ordenar el sector público es la vía para aprovechar nuestras potencialidades y así ofrecerse la a cada uno de los argentinos la oportunidad de progresar en base a sus esfuerzos.

Algunas de las experiencias que se vienen ejecutando en la Provincia de Córdoba sirven como testimonio de que es factible pensar en un ordenamiento del sector público que permita salir de los perversos ciclos en la que se suceden ajustes y desajustes. El ordenamiento del sistema tributario en base a unificar impuestos que actualmente administran los tres niveles de gobierno es una herramienta muy poderosa para aliviar la presión sobre los ciudadanos y reducir la evasión. La experiencia del Monotributo Unificado Córdoba resulta muy sugerentes de los beneficios que se pueden conseguir de replicar esta estrategia en el resto de los impuestos.

En la misma línea, ordenar la gestión del Estado tomando como eje un replanteo de las formas de trabajo y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías ofrece la oportunidad de producir más y mejores servicios con menores costos. En el caso de Córdoba esto ya viene ocurriendo, por ejemplo, la despapelización del pago de los impuestos, la digitalización de registros civiles, la modernización del catastro y la simplificación y reducción de tiempos para fundar una empresa.

Salir de la comodidad de los dogmatismos y entra de lleno en un ordenamiento integral y estratégico del sector público es el camino para terminar con la sucesión de reactivaciones sustentadas en desajustes macroeconómicos que fatalmente terminan en ajustes fiscales con impactos recesivos y regresivos. Es decir, entrar -como lo viene haciendo países vecinos- en una etapa de crecimiento sustentable con equidad social. Las experiencias de Córdoba demuestran que esto es factible.

(*) Ministro de Finanzas de la provincia de Córdoba

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