31 de mayo 2023 - 09:08

Debate por la deuda pública: crónica de un default anunciado (Parte LXIV)

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La deuda de un país es sostenible cuando está estructurada de tal modo que permite cumplir con los compromisos tomados, en forma consistente con la capacidad de pago y, sin comprometer la calidad de vida de la ciudadanía. Por esa razón la deuda era insustentable, aun haciendo conjeturas optimistas. Para lograr un itinerario sostenible y, que la deuda no siguiera creciendo, se requería un superávit primario de 2.5% del PBI, presumiendo un cierto costo de la deuda de 7%, mediante un coste de colocación en los mercados voluntarios de 9.5% manteniendo en 700 bp el riesgo país y, un servicio con los organismos multilaterales de 5%, tomando un tipo de crecimiento a mediano plazo de 2.5%.

El nuevo programa monetario era más restrictivo, elimino el aumento permitido de la base monetaria de junio 2019 por razones estacionales y la suba de 1% mensual de junio a noviembre. El alto nivel de tasas de interés llevaba a que el stock de Leliq del BCRA creciera en forma colosal. Ese crecimiento del stock de Leliq, podría ser causa de desestabilización para el próximo presidente. La dinámica de los pasivos remunerados del BCRA era sin duda un campo minado. El 4 de marzo 2019, el saldo alcanzaba $ 1.7 billones. Medido en dólares (después de un 115% de devaluación), unos u$s 42.000 millones, que sumados a los u$s 106.000 millones de aumento de la deuda pública, sumaban u$s 148.000 millones. Inaudito.

En el segundo semestre de 2018, las empresas experimentaron un fuerte derrumbe de sus ganancias. El aumento de costos fue superior al incremento de sus precios, porque la recesión no permitía aumentar más los precios. El Estado, las empresas de energía, las concesionarias amigas y las empresas de servicios básicos se llevaban todos los dineros provenientes de los aumentos. Las empresas de otro tipo que las mencionadas, optaron por reducir su utilidad bruta, y en vez de trasladar todo incremento de costos a precios, procuraban recuperar sus niveles de ventas para no caer en concurso de acreedores, aunque no todas las Pymes lo lograron. Las empresas reducían la dotación de personal, generando una fuerte contracción de la actividad, caída del nivel de empleo y el salario real.

En el cuarto trimestre 2018, el PBI cayo 6.2% interanual. El número de desocupados se incrementó 25% en ese mismo lapso, en un contexto desesperante, sumado a las secuelas sociales que estaba generando la inflación, para quienes no tenían ningún tipo de empleo.

Los aumentos de las tarifas de electricidad, gas y transporte, más la suba de las naftas dieron lugar a aumento de los costos empresariales, con lo cual las empresas que podían-no todas podían seguir la nominalidad para no operar a perdida-directamente contraían la producción o cerraban sus puertas.

El 100% de la devaluación de 2018, agravado por el 11% de devaluación en marzo, y el ajuste tarifario impulsaron la inflación, impactando el mercado laboral de manera decisiva. De ahí que se esperaba que la frágil actividad sobre el nivel de empleo fuera mayor, lo que agravaría el reclamo social.

Los indicadores de actividad económica de enero y febrero 2019 no sugerían una recuperación probable, como vaticinaban los amigos plateístas de “la city”. Con intransigencia monetaria-menos pesos en el mercado-, con el impacto sobre el destruido crédito bancario, no había margen para dar aliento. Solo eran expresiones voluntaristas del elenco estable, que por lo bajo relinchaba, y hacia afuera expresaba una confianza falsa.

En aquel contexto, el crédito al sector privado en pesos, cayo 4% nominal entre octubre 2018 y marzo 2019 (-21.3% en términos reales) e iba a seguir cayendo el resto del año, según nuestras presunciones. Baja la falsa premisa de recuperación en la segunda mitad 2019, se proyectaba una caída promedio del PBI de (-1%), imagínese. La tapadera fue importante, porque la cifra real de caída del PBI fue (-2.2%), más del doble. Sin recuperación de la actividad y con una inflación de 40%, la ciudadanía que no votó por Cambiemos, y la que los votó Cambiemos, estaba decepcionada, no veía la hora de que se fueran, aunque el peronismo les indigestara.

Como dijimos anteriormente, también seguía cayendo el empleo, pero ante la significativa caída de la demanda interna, el mercado laboral ajusto más por precio-fuerte caída del salario real, que por cantidad. Desplome del empleo y derrumbe del salario.

En 2019, con empresarios desesperados con empresas que valían 1/3 de lo que valorizaban cuando Macri llegó, los márgenes que perdieron y los sectores asalariados pretendiendo recuperar el poder adquisitivo perdido en 2018, lo más probable era que se observara una mayor reducción de la dotación de personal. O sea, el mercado laboral iba a ajustar mucho más por cantidades que lo que lo había hecho en 2018. La mezcla de recesión e inflación, con una ciudadanía que no llegaba a fin de mes y, la mayor caída del empleo que se intensificaba, anunciaba el desordenado desenlace de la administración Macri y su inviable futura reelección.

En 2018 conferenciaban de un 2019 con recuperación y desinflación, con oportunidad de que la economía fuera un factor positivo para la reelección. Pero con 54.7% de inflación a lo largo del año, la microeconomía inflacionaria venia agotándose, quedar bien con el FMI y los acreedores externos había sido incompatible con hacer dichoso al pueblo argentino.

Aquel escenario de estanflación y hartazgo de la opinión pública generaron un clima más propenso al rechazo del marketing de los comunicadores rentados o condicionados por el medio, configurando un panorama económico desfavorable para el posicionamiento en la contienda electoral.

En 2019 se agudizó la contracción de la economía argentina, que en 2018 había exhibido una caída del PBI de 2.5%. Ese desempeño se debió al derrumbe de los ingresos reales de las familias y una política fiscal contractiva implementada en el marco del acuerdo de financiamiento con el FMI.

Como se apreciaba, desde los primeros meses, el escenario 2019 era desolador, los profesionales y académicos que no hacían negocios con Cambiemos, no descartaban inclusive, una transición desordenada. Se transitaba una situación económica muy delicada con frentes de peligros ciertos que podrían converger en un acelerado descarrilamiento, escenario ocultado por sobres y pautas publicitarias de todo tipo, o concesiones extravagantes

Director Ejecutivo de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado UBA y Maestrías en universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de 6 libros.

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