18 de junio 2019 - 00:01

La economía de la irracionalidad

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Planteemos una situación: ¿Cuánto estarías dispuesto a pagar por la cura de una enfermedad mortal si existe una probabilidad de haberla contraído del 0,001%? Teniendo la respuesta de la pregunta anterior, ahora pensemos: ¿Cuánto cobrarías por trabajar si al hacerlo te exponés a una enfermedad mortal con unas probabilidades estimadas de contraerla del 0,001%?

En ambos casos la probabilidad de contraer la enfermedad es la misma pero la mayoría estaríamos dispuestos a pagar menos por la cura que lo que cobraríamos por exponernos a la enfermedad. ¿Por qué? Richard Thaler (Premio Nobel de Economía en 2017) cuestionó, a través de experimentos como el anterior, la racionalidad de los humanos en su conducta y en la toma de decisiones.

Durante siglos la teoría económica basa sus modelos y principales resultados en el supuesto de que los individuos son racionales y toman sus decisiones a través de análisis perfectos de costos y beneficios, buscando maximizar su bienestar. La economía del comportamiento irrumpió en la década de 1980 y hoy en día está en auge, cobrando importancia dentro de la economía y las finanzas, adaptando los modelos para incorporar la idea de que los agentes económicos no siempre se comportan como predice la teoría.

Esta nueva teoría viene para quedarse. Día a día surgen nuevas críticas al entendimiento de la economía como ciencia guiada por modelos matemáticos rígidos y exactos, ya que al trabajar con individuos debemos tener en cuenta cierto nivel de incertidumbre en su accionar. Si los mercados funcionaran eficientemente y todos fuéramos racionales, ¿nos detendríamos a levantar un billete del suelo?, plantea el matemático John Allen: “Si fuera auténtico ya lo habrían levantado”.

El nuevo desafío de la economía es adaptar la teoría teniendo en cuenta estos comportamientos e intentar predecirlos. La economía del comportamiento nos plantea que somos irracionales pero siguiendo siempre el mismo patrón; por lo que sería posible predecir la irracionalidad. Para esto, es necesario modificar el perfil de los profesionales de la economía y las finanzas, incorporando la importancia de un análisis interdisciplinario (trabajando junto con la psicología, la sociología, el marketing, etc.) donde cada uno aporte su conocimiento específico a los modelos económicos y los convierta en nuevos caminos para la predicción de los comportamientos humanos.

El economista del futuro posiblemente deba inmiscuirse en el mundo de la psicología y ablandar sus análisis. De esta manera, quizá, podamos explicar fenómenos que hasta ahora eran inexplicables desde la teoría tradicional y, para eso, serán indispensables las herramientas soft con las que cuentan gran parte de las ciencias sociales. Ser flexible y adaptarse a las nuevas teorías del comportamiento le brindarán al profesional una ventaja comparativa a la hora de interpretar fenómenos en donde las decisiones de los agentes sean las protagonistas.

Quizá debamos estudiar la economía teniendo en cuenta lo que nosotros mismo pensamos y sentimos al tomar decisiones económicas. Tal como decía Thaler: “Acordemos que usted asume que los agentes son tan listos como usted, mientras que yo asumo que son tan burros como yo”.

(*) Profesora de la Licenciatura en Economía y la Licenciatura en Finanzas de UADE

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