27 de julio 2020 - 00:00

De esto salimos con educación y con trabajo

Dentro del extenso mundo de la educación, no cabe duda de que la enseñanza técnico-profesional (ETP) debe asumir un rol clave para formar tanto a jóvenes como a adultos para los desafíos de corto y mediano plazo.

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La pandemia de covid-19 representa un desafío formidable para la matriz socio-productiva del país, y las instituciones educativas jugarán un rol insoslayable en la salida paulatina de esta crisis global que, sin duda, tendrá ecos durante mucho más tiempo del que quisiéramos. Dentro del extenso mundo de la educación, no cabe duda de que la enseñanza técnico-profesional (ETP) debe asumir un rol clave para formar tanto a jóvenes como a adultos para los desafíos de corto y mediano plazo. Es cierto: movilizar al sistema educativo lleva tiempo, presupuesto y esfuerzo -aunque la enorme respuesta del Estado y de la comunidad en esta emergencia sanitaria ha demostrado que, con consignas claras y el liderazgo adecuado, se logran rápidos avances que aseguran la necesaria continuidad del acompañamiento y el aprendizaje. Sin embargo, no es necesario remitirnos al “sistema educativo” como un todo, con su lógica inercia y múltiples actores; contamos con herramientas más dinámicas para vincular con el mundo del trabajo. Efectivamente, desde las instituciones de ETP estamos en condiciones de ofrecer capacitaciones rigurosas y eminentemente prácticas para que estudiantes y trabajadores mejoren sus posibilidades laborales y, asimismo, para que la industria cuente con profesionales y técnicos calificados para la necesaria transformación productiva.

Repasemos los números. De las más de 3.700 instituciones de ETP a nivel nacional, alrededor de 1.200 corresponden a la formación profesional en sus diversos niveles; datos recientes indican que en esta modalidad cursan unas 356.000 personas. En la mayoría de los casos se trata de formaciones básicas en diversas técnicas, sin duda necesarias para una inserción laboral, pero no suficientes para lograr una movilidad social ni, mucho menos, para alcanzar los cambios necesarios en la industria. Resulta llamativo que esta formación profesional no correlaciona como debiera con las necesidades de las economías regionales ni con la transformación tecnológica que necesitamos para lograr empresas de avanzada, con base en investigación y desarrollo y, sobre todo, con el necesario valor agregado para producir bienes y servicios de exportación que complementen un modelo basado en productos primarios. Es común escuchar que de las revoluciones industriales, apenas estamos entrando a la tercera, cuando el mundo se encamina firmemente hacia la etapa 4.0.

Así, nuestra propuesta desde las políticas educativas es la de formación de técnicas y técnicos con una sólida visión sobre el desarrollo productivo, sí, pero también con la formación adecuada en tecnologías de vanguardia que no sólo garanticen trabajos jerarquizados, sino también permitan desarrollar al máximo a las diversas provincias y regiones. En concreto, el desafío es, sin afectar la educación en ámbitos ya tradicionales, identificar las áreas más promisorias para la formación técnica que requiere y, sobre todo, va a requerir nuestra industria. Así, queremos avanzar firmemente en áreas como la biotecnología, la ciencia de datos, la robotización, la nanotecnología, las telecomunicaciones o las energías renovables, fomentando los centros existentes y creando nuevos en consonancia con los parques tecnológicos, universidades nacionales y agrupaciones profesionales y gremiales en todo el país. No hay desarrollo posible sin la técnica adecuada, y no hay técnica sin las personas formadas en centros de excelencia.

Esto requiere decisión, requiere tiempo y, también, el financiamiento adecuado. Este último vendrá de la mano del cumplimiento de la Ley 26.058, una herramienta clara que orienta a la ETP a nivel nacional. La decisión está tomada. Y el tiempo es ahora.

(*) Ministro de Educación de la Nación.

(**) Director Ejecutivo, Instituto Nacional de Educación Tecnológica.

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