2 de noviembre 2023 - 11:59

El espejo de los "shooting"

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Foto: Policía de Maine

A pocos días de lo sucedido en la ciudad de Lewiston en el estado de Maine donde un hombre asesino a 18 personas e hirió a decenas en un nuevo tiroteo masivo en Estados Unidos, nos importa señalar las coordenadas en las que este hecho sucede y al mismo tiempo situar los componentes culturales, sociales y subjetivos que están en juego.

Dicho ataque es ya el tiroteo masivo número 643 en lo que va de 2023 en Estados Unidos, según Mass Shooting Tracker. La misma, es una base de datos colectiva sobre tiroteos masivos en Estados Unidos que define un tiroteo masivo como “un único estallido de violencia en el que cuatro o más personas reciben disparos”.

Estos hechos se están volviendo una repetición compleja y dolorosa. Además, se calcula que desde que comenzó el año ya se produjeron más de 30 ataques con armas en escuelas primarias. Sin contar los ataques en colegios, universidades y lugares masivos como supermercados, espectáculos y discotecas. Evidentemente negar esta realidad, es una pasión por la ignorancia que se nos hace insostenible. Las repeticiones de este tipo de hechos aberrantes muestran sin lugar a dudas que algo esta sucediendo y que debemos atenderlo.

Tratemos de dar una explicación a estas conductas fuera de escena y fuera de discurso dado que necesitamos poner simbólico a tanto real. Empecemos por la repetición de estos hechos la cual muestra que es un problema sin resolución, que busca ser elaborado y que se repetirá una y otra vez, hasta que pueda ser tramitado, generalmente por la vía de la palabra. Entonces, ¿que es aquello que no estamos escuchando? pregunta clave para tratar de entender que sucede en la sociedad norteamericana y en el mundo. Sería una tentación situar que las ventas de armas masivas y con restricciones ridículas es exclusivamente el problema. Pero no lo es. Se trata de una cuestión que va mucho más allá de la facultad de acceder libremente al instrumento con el que la posibilidad de destrucción al otro sería deliberada. Es necesario localizar el odio, el miedo, el rechazo a lo distinto, la imposibilidad de un saber hacer con el otro cuando se nos presenta como enigmático, extraño o desconocido a la vez que intentamos simbolizar estas cuestiones como lo más propio de uno mismo.

Comencemos con el ideal de mundo feliz, o síndrome de mundo feliz en donde se cree que todo está bien y donde cualquier malestar psíquico es interdicto. En este mundo la angustia es mala palabra y no debe ser nombrada. Es una sociedad donde la presión cultural para sostener este ideal de felicidad es claramente insoportable. Lo que no se tramita por la palabra, corre riesgo de convertirse en un acto no mediatizado por la razón. Recordemos que vivimos en una sociedad que brutalmente exige que seas un ganador.

Además, no nos olvidemos que aquel que es considerado diferente y los desabonados del ideal social, no son muy bien tratados en los ámbitos educativos y laborales. Los ejemplos de maltrato escolar dan cuenta de esto. Pero esta forma de estética de vida quiere resolver lo no tramitado y lo que no funciona, por la vía del abuso de terapias conductuales, adaptativas (que esconden la fobia a la clínica, a la escucha), que llevan incorporada la capacidad de su eficacia o de la medicalización de la vida cotidiana con el abuso de psicofármacos que fácticamente terminan empeorando lo situado.

No nos olvidemos, que universalmente, las instituciones educativas en Estados Unidos y en el mundo responden a modelos disciplinarios biopolíticos con intencionalidad de control y de estandarización de una cultura del ganador y del perdedor. Los métodos actuales de enseñanza no permiten ser cuestionados por esta sociedad disciplinaria, que no es otra que la que transforma la felicidad en una exigencia, en una cuestión superyoica. Sin embargo, este ideal de felicidad tiene su anverso en la angustia que sobreviene frente a la imposibilidad de sostener el imperativo de la época de ser feliz, de poder con todo, de no detenerse, no quejarse; este ideal que empuja a avanzar sin más. Esta angustia que toca el cuerpo con toda clase de síntomas pero que a la vez lo enmudece, exigencia de felicidad que deja al sujeto cada vez más solo frente a un mundo que lo desaloja y lo rechaza cuando no cumple con los requerimientos esperados. Entonces, se trata, de una marcada perspectiva ideológica, donde la subjetividad no es admitida como tal, que intenta un retorno a un ideal imposible, el de una sociedad, una cultura sin malestar. Esto nos recuerda la novela Un Mundo Feliz de Aldous Huxley publicada en 1932 y considerada un clásico de la literatura universal. Huxley nos muestra irónicamente este ideal de un mundo sin malestar. Sigmund Freud, en su texto El Malestar en la Cultura, nos dice que cuanto mayor imposición cultural hay, mayor es el malestar. Por consecuencia, no hay cultura sin malestar, malestar que nuestra sociedad intenta negar ferozmente.

Por último, desnaturalicemos esta realidad para no repetirla. No se trata solamente de la venta de armas indiscriminada y sin regulación, sino de una suma de factores donde la palabra y el sujeto no tienen lugar, donde la estética de vida esta enmarcada en la exigencia de ser feliz y ser un ganador. Este espejo nos muestra crudamente que existe un ideal de eficacia y de supuesta libertad que fracasa, aunque estemos inundados de lo contrario. Nos quieren hacer creer que un mundo sin regulación y donde todo se puede vender o comprar es posible. Cómo sitúa la colega Ana B. Ordoñez, no existe en nuestra cultura establecida la posibilidad de transgredir o simplemente jugar sin mínimas reglas establecidas.

No hay salud mental posible, si para los desabonados de estos ideales solo le puedan esperar el abuso de terapias adaptativas, de la medicalización o el maltrato por vía de la estigmatización y la segregación.

Psicoanalista. Lic. en Ciencias de la Psicología (UBA). Especialista en Psicología Clínica (MSAL). Expresidente y miembro fundador de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM). Miembro vitalicio de la Word Federation for Mental Health (WFMH).

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