22 de agosto 2019 - 12:00

La ruleta rusa argentina

El economista y Doctor en Relaciones Internacionales, Pablo Kornblum, evalúa lo que puede ocurrir a nivel internacional en el corto y mediano plazo y los desafíos para Argentina tras las elecciones de octubre.

El Brexit, el dilema geopolítico de Hong Kong, el proteccionismo de Trump, entre otros, no son precisamente escenarios auspiciosos para las relaciones económicas internacionales.
El Brexit, el dilema geopolítico de Hong Kong, el proteccionismo de Trump, entre otros, no son precisamente escenarios auspiciosos para las relaciones económicas internacionales.
Foto: Presidencia de la Nación

Mientras en Argentina las autoridades tratan de hacer lo imposible para llegar de la mejor manera posible al próximo mandato, no podemos dejar de evaluar lo que puede ocurrir a nivel internacional en el corto y mediano plazo. Nuestras necesidades de inversiones para la producción, un acceso razonable al mercado de capitales, y un balance de cuenta corriente superavitario, no cesan el 10 de diciembre. Más bien se van a incrementar.

Comencemos con la economía real, aquella que realmente genera riqueza acumulable a través de la producción y el intercambio de bienes y servicios. La misma se encuentra en un escenario global adverso (crecimiento con tendencia a la baja, en torno al 3% a nivel mundial), sobre todo en términos de manufacturas, que hoy tiene todavía un peso mucho mayor que los servicios - los cuales todavía se encuentran en expansión-. Además de las preocupaciones que generan la política fiscal/monetaria y la tasa de rendimiento de los bonos estadounidenses, la guerra comercial entre las dos principales potencias del mundo, Estados Unidos y China, ha afectado indefectiblemente a todos los intercambios globales. Mismo Alemania, motor de Europa con un fuerte basamento económico en sus ventas al resto del viejo continente y al mundo, también se ha visto afectada en su crecimiento (-0,1% en el segundo trimestre de este año). Ello implica un mal augurio para nuestro país: una política de Estado que se centre a futuro en la búsqueda de nuevos nichos de mercado, encuentra más facilidades en un mundo abierto a los nuevos productos, ideas y procesos que podría proveer la Argentina. No parecería ser el caso en el corto plazo.

Otro escenario que debemos tener en cuenta es el de la incertidumbre y las tensiones geopolíticas. El Brexit, el dilema geopolítico de Hong Kong, el fallido Tratado nuclear con Irán y la dinámica venezolana, entre otros, no son precisamente escenarios auspiciosos para las relaciones económicas internacionales. Paz y estabilidad son un ‘must’ para con la fluidez de las transacciones y la logística global, que al día de hoy se encuentran en la ‘picota’ dado los inciertos contextos trasnacionales que estamos vivenciando. Es claro que el concepto unipolar post-guerra fría no regresará, por lo menos no en el corto y mediano plazo, y la tripolaridad – Estados Unidos, China y Rusia – tal como se encuentra presentada en la actualidad, no es afín a las relaciones amigables. Otro obstáculo para con el planeamiento de la política exterior nacional.

Nuestra región tampoco nos provee buenos bríos. Si lo que nos caracteriza es la inestabilidad interna, más difícil seguramente será ubicarnos equilibradamente entre los polos que representan Venezuela y Brasil, dos de las principales economías sudamericanas. Más aún si hay un cambio de color político en nuestro gobierno. Un escenario que requerirá morigerar relaciones, sin que Maduro se apodere de una ‘alianza del relato’, ni que las bravuconadas de claro tinte electoralista pro Macri de Bolsonaro – que seguramente luego se limitará a una relación cordial si se confirma la victoria del Frente de Todos en pos del sostenimiento de una sociedad comercial clave para ambos Estados -, desestabilicen un frecuentemente pendular escenario latinoamericano. Eso sí, en un horizonte más lejano quedará el potencial acuerdo MERCOSUR-UNIÓN EUROPEA, con difusos ganadores luego de los cambios de racionalidad e ideología que podrían producirse en Europa y Sudamérica en lo que queda de este año y el venidero. Evidentemente, la relación regional también pide estabilidad y cohesión doméstica primero para enfrentar las complejidades que se avecinan.

El sistema financiero, por su parte, dará un vuelco de 180 grados: de receptores seriales de divisas, a obligados pagadores en el próximo bienio. En el mientras tanto, dependerá de la transición política argentina como actuarán nuestros tenedores de bonos e inversores, ya sea en el Merval como en Wall Street. Por su parte, al tiempo que la fuga y la venta a precio vil se encuentran latentes en la actual coyuntura, la Inversión Extranjera Directa queda en el debe (con un stock en la última década que nos ubica en el sexto lugar latinoamericano, muy por detrás de Brasil, México, Chile o Colombia). Mientras no haya un atisbo de estabilidad política, o sea como mínimo en los primeros meses del año venidero, cualquier proceso de inversión en la economía real quedará en stand by. Como ya sabemos, estamos en Argentina.

Podemos preguntarnos entonces, ¿Cómo enfrentaremos al mundo de aquí en más? Al presidente de Estados Unidos Donald Trump, el salvataje a la Argentina le salió el tiro por la culata: parece que Mauricio Macri no terminará ganando las elecciones como Jair Bolsonaro; veremos entonces si la política económica de Alberto Fernández se parecerá a la de los gobiernos de Lula da Silva. Probablemente lo que si se pueda asimilar es un pragmatismo de centro con conciencia social. Por ahora, lo único que parece sensato es que a partir del 10 de diciembre el próximo gobierno se siente a renegociar una deuda impagable, en torno a los 300.000 millones de dólares. Y rezarle a los mercados, que ya se encuentran bastante alterados y en posición para huir en caso de que el escenario político no les provea señales ‘positivas’ para con ellos. Como sabemos, en Argentina los ‘cisnes negros’ son la norma, no la excepción.

Seguramente el año que viene seguiremos intentando ser el otrora granero del mundo. Aunque se busque generar una economía más balanceada, por lo menos más lejos de los servicios financieros y más cerca de la producción de bienes y servicios con mayor valor agregado, llevará un tiempo poner las ideas en práctica. Un cambio de gobierno también determinará el fin de las relaciones carnales con Estados Unidos y el FMI, lo que como contraparte derivará en un automático acercamiento al binomio China/Rusia, ávidos ambos de avanzar aún más en nuestra región - y más aún con las potencialidades de recursos que presenta nuestro país -. En este sentido, nunca olvidemos que la demanda de recursos estratégicos se incrementará siempre en el largo plazo; puede mermar en algún momento, pero nunca retroceder. No debe ser nuestro único activo, pero si nuestro as de espadas para enfrentar inteligentemente el complejo mundo que se avizora en el próximo quinquenio.

Los cambios estructurales que necesitamos implican una verdadera revolución institucional. Ya sea para vender bienes y servicios, atraer inversiones sostenidas en el tiempo, o simplemente requerir financiamiento para equilibrar los balances macroeconómicos. La corrupción, el no cumplir con los compromisos, la ineficiencia y la ineficacia, nos mantienen siempre en el juego de la ruleta rusa. Donde los que quieren realmente pensar en un proyecto productivo con una rentabilidad lógica sostenida en el tiempo se alejan, los que desean alianzas verdaderas de largo plazo recalculan tantas veces el futuro que las mismas se terminan desvaneciendo, y los que buscan la tranquilidad de números claros deambulan en la duda que demuestra, sin vacilaciones, nuestra historia.

Los que si se acercan, como aquellos amigos indeseados que nuestros padres aborrecían en la adolescencia, son quienes, a sabiendas de nuestras históricas debilidades estructurales y nuestras políticas nocivas autodestructivas, avizoran escandalosas tasas de retorno. Dinero rápido, altas tasas de intereses, bonos regalados con una promesa de pago que vaya uno a saber que gobierno lo afrontará (por empezar son casi 50.000 millones de dólares solo para pagar en el año 2020), facilidades para huir a la velocidad de la luz. Esos Fondos de Inversión que se encuentran siempre listos para entrar en acción. Ese Fondo Monetario que, a sabiendas que el modelo no tiene un ápice de sustentabilidad, continua financiando la fuga de divisas y protegiendo los activos de los bancos. No hay que culparlos. Ellos hacen su juego. La culpa es nuestra que no los entendemos. Mejor dicho, nunca se sabe si es por acción u omisión. Complicidad o incapacidad.

En el medio se encuentran las mayorías, que poco entienden por qué casi siempre estamos con una balanza de cuenta corriente deficitaria, vivimos endeudados, y nunca llegan los brotes verdes. Son aquellas clases medias y bajas que representan más del 80% de la población de nuestro país quienes sufren realmente la falta de dólares y los ajustes que derivan en frecuentes dinámicas inflacionarias y recesiones, mellando de manera profunda su ya dañada calidad de vida. Esperemos que más temprano que tarde, encontremos la sensatez que nos permita bajarnos de la ruleta rusa y ser pragmáticos, éticos, serios e inteligentes, para enfrentar el aún más complejo mundo que se avizora.

*Pablo Kornblum es economista y Doctor en Relaciones Internacionales. Autor del Libro “La Sociedad Anestesiada. El sistema económico global bajo la óptica ciudadana”.

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