25 de junio 2025 - 09:44

¿Por qué aumentó el consumo en una economía en crisis?

A primera vista, parecería que Argentina hubiera comenzado a salir de la crisis. Pero un análisis más profundo revela que el aparente auge del consumo no proviene de una recuperación generalizada.

La aparente robustez del consumo encuentra su anclaje no solo en la macroeconomía financiera, sino también en factores psicológicos y culturales

La aparente robustez del consumo encuentra su anclaje no solo en la macroeconomía financiera, sino también en factores psicológicos y culturales

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¿Cómo se explica que en una economía que acumula caída del salario real, aumento del desempleo y recesión industrial, el consumo agregado muestre crecimiento? Esta paradoja, que desafía la lógica convencional, ha sido uno de los fenómenos más comentados y peor explicados. A primera vista, parecería que Argentina hubiera comenzado a salir de la crisis. Pero un análisis más profundo revela que el aparente auge del consumo no proviene de una recuperación generalizada, sino de un efecto concentrado, fugaz y profundamente desigual: el “efecto riqueza” amplificado por el “carry trade”, estimulado por un dólar barato que, además, aunque les permite a los sueldos más altos ahorrar menos porcentualmente en pesos, resultan más cantidad de dólares; esto es así, no obstante, gasten porcentualmente más en dólares.

A diferencia de lo que ocurrió en años anteriores, la comparación interanual parte de un piso inusualmente bajo; la megadevaluación y la inflación explosiva de comienzos de 2024 destruyeron consumo en todos los sectores. Conta esos guarismos se compara. En ese contexto, el rebote técnico de 2025 aparece inflado por los sectores que más ganaron con la apreciación del peso, las altas tasas en pesos y el rendimiento en dólares de los activos financieros. El fenómeno, lejos de reflejar una reactivación sostenida, desnuda las distorsiones de un modelo económico que beneficia a una élite mientras precariza a las mayorías.

El efecto riqueza, según Modigliani (1971), se activa cuando los agentes perciben que su patrimonio ha aumentado, aunque sus ingresos corrientes no lo hayan hecho. En el caso argentino, esta percepción se amplificó por la acumulación de activos financieros y las ganancias financieras calculados en dólares. Los sectores medio-altos y altos aprovecharon la ventana del carry trade; invirtieron en instrumentos en pesos con rendimientos de tres cifras anuales porcentuales en dólares, mientras el tipo de cambio oficial permanecía anclado. En los últimos meses, con mayor poder adquisitivo relativo de su excedente traducido a dólares, canalizaron consumo hacia electrodomésticos, autos, viajes al exterior, indumentaria importada y lujo. En paralelo, las compras online, con pago en cuotas y courier internacional, escalaron al ritmo de la apreciación del peso.

Sin embargo, este consumo “selectivo” oculta una realidad más cruda; la caída de la demanda de bienes esenciales, alimentos y servicios por parte de la clase media-baja y baja, afectada por desempleo, informalidad y licuación salarial. Lo que las estadísticas agregadas muestran como crecimiento del consumo, en realidad es una transferencia de poder adquisitivo desde abajo hacia arriba. Una ilusión estadística.

La aparente robustez del consumo encuentra su anclaje no solo en la macroeconomía financiera, sino también en factores psicológicos y culturales: redes sociales que fomentan la ostentación, influencers que promueven marcas de lujo y un entorno de comparación social constante. La “vida aspiracional” que se muestra online retroalimenta la demanda en sectores con excedentes, pero también genera frustración en quienes no acceden a esa burbuja.

El gobierno, por su parte, atribuye el fenómeno al auge del comercio electrónico y las mejoras logísticas. Sin embargo, esa lectura omite el rol central de la política monetaria y cambiaria; el anclaje del dólar oficial, la desregulación financiera, la política de tasas reales positivas en dólares y la apertura de importaciones, han favorecido el arbitraje y el actual despilfarro de dólares. El consumo de hoy es, en muchos casos, el resultado de apuestas especulativas más que de una mejora estructural.

Desde una perspectiva macroeconómica, esta situación plantea serios riesgos de sostenibilidad. Si el consumo agregado depende del “efecto riqueza” generado por valorización financiera y tipo de cambio artificialmente bajo, estamos ante un problema. Cuando las condiciones del carry trade se agoten -por devaluación, inflación reprimida o inestabilidad externa-, la sensación de riqueza se evaporará. Y con ella, el consumo emergente de estas políticas.

En conclusión, el crecimiento del consumo en 2025 no debe leerse como un síntoma de recuperación económica, sino como una manifestación desigual y transitoria. Par empezar, dijimos que comparar este aumento con el derrumbe del año anterior no tiene sentido económico ni ético. Si no se desagregan los datos por nivel de ingreso y se contextualizan las causas detrás del consumo, corremos el riesgo de tomar decisiones políticas basadas en espejismos. La paradoja del consumo es, en realidad, una advertencia; la Argentina no está consumiendo porque esté mejor, sino porque hubo y hay carry trade que produce “efecto riqueza” y, unos privilegiados, los que ganan desde $6 millones y pueden ahorrar $1,2 millones (ahorran U$S1.000 al mes) por la apreciación del peso-, mientras la mayoría sobrevive.

Director de Fundación Esperanza. Profesor de Posgrado en UBA y universidades privadas. Máster en Política Económica Internacional, Doctor en Ciencia Política, autor de seis libros.

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