En el mundo de las inversiones, uno de los conceptos más estudiados para comprender el comportamiento de quienes operan en el mercado minorista es la aversión a la pérdida. La economía conductual demuestra que las personas sienten el dolor de una pérdida con mucha más intensidad que la alegría de una ganancia equivalente. En otras palabras, perder $1.000 duele más que lo que alegra ganarlos.
Psicología del inversor minorista: aversión a la pérdida y "social investing" están transformando el mercado
Con el acceso masivo a las plataformas digitales, millones de personas se vuelcan a invertir por primera vez. La economía conductual revela cómo el miedo a perder condiciona sus decisiones y cómo el "social investing" puede acortar la curva de aprendizaje.
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El "social investing" democratiza el acceso a estrategias efectivas y ayuda a reducir la brecha entre quienes saben cómo proteger su patrimonio y quienes no.
Este sesgo psicológico crea un entorno desafiante para quienes recién comienzan a invertir. El miedo a perder puede paralizarlos o empujarlos a tomar decisiones apresuradas, muchas veces con resultados peores.
Sin embargo, la creciente inclusión financiera y la masificación de las plataformas digitales han impulsado a millones de personas a dar sus primeros pasos en la bolsa y otros mercados.
Aversión a la pérdida: el freno invisible
En EEUU, el avance fue histórico: entre 2019 y 2022, la proporción de personas con inversiones en acciones pasó del 15% al 21%. El fenómeno se explica por el acceso democratizado a los mercados, pero también revela un déficit de formación: un inversor menor de 35 años dedica, en promedio, apenas seis minutos a evaluar una compra y suele basarse en información de redes sociales, con calidad muy variable.
Las consecuencias son claras: el 73% de los inversores minoristas que operan en intradía en EEUU pierden dinero. La combinación de impulsividad, escasa formación y aversión a la pérdida suele jugarles en contra.
"Social investing": la nueva escuela para invertir
En este contexto, gana terreno una tendencia global: el "social investing". Este modelo integra funciones sociales en las plataformas de inversión, permitiendo que usuarios de todos los niveles se conecten, compartan estrategias y aprendan unos de otros.
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Principiantes: pueden seguir y replicar carteras de inversores con trayectoria, reduciendo errores costosos.
Intermedios: validan hipótesis y descubren nuevas oportunidades.
Experimentados: comparten conocimiento y, en muchos casos, reciben compensaciones por el capital que otros invierten siguiendo sus recomendaciones.
En Argentina, donde dejar el dinero inmovilizado puede significar perder más del 200% de poder adquisitivo en un año como en 2023, invertir no es opcional: es una herramienta de supervivencia financiera.
El "social investing" democratiza el acceso a estrategias efectivas y ayuda a reducir la brecha entre quienes saben cómo proteger su patrimonio y quienes no. Incluso puede tener objetivos concretos, como un padre que ahorra junto a su hijo para un viaje de egresados, siguiendo una estrategia probada y transparente.
Más que una moda pasajera, el "social investing" es un cambio estructural en la forma en que las personas acceden al conocimiento financiero.
Cuando un médico, un docente o un comerciante sin formación en finanzas pueden invertir de la mano de profesionales con décadas de experiencia, se produce una verdadera revolución: una que no solo combate la impulsividad y la aversión a la pérdida, sino que también abre la puerta para que más personas participen con inteligencia y confianza en el mercado.
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