4 de febrero 2005 - 00:00

Se rechaza más forma que oferta

En sus dos primeras semanas, el canje de deuda obtuvo un nivel de adhesión de 26,6%. Esta cifra no luciría nada mal, si no fuera porque la mayoría corresponde a inversores institucionales argentinos, a los cuales se los forzó a ingresar a través de regulaciones discriminatorias o incentivos contables artificiales. Por lo tanto, en la medida en que se siga demorando la decisión de los «acreedores libres» de sumarse al canje, mayor es el temor por las posibilidades de éxito del proceso.

Ante la baja adhesión, el gobierno anunció que enviará un proyecto de ley al Congreso que prohíba realizar en el futuro otra reestructuración de la deuda actualmente en default. Con esto buscaría incentivar el ingreso de los remisos a ingresar al canje. El problema es que las dudas sobre el nivel de aceptación no son por los defectos de la oferta realizada por el gobierno, ya que, más allá de las fallas que presenta, los mismos acreedores consideran que no está lejos de lo que ellos pedirían. En realidad, el problema es la mala predisposición que generó el gobierno con una errada estrategia de reestructuración vía imposición y agresión constante. Esta misma oferta oficial, de haber sido lograda mediante el diálogo, estaría generando a estas alturas una clara percepción de éxito.

• Pretensión

La respuesta del ministro Lavagna a que hubiese una negociación fue que la oferta estaba presentada y ahora debía «hablar el mercado». Sin embargo, ahora que el «mercado» parece no dar la respuesta esperada, nuestro gobierno pretende decidir por ley que, sea cual fuere el resultado, la Argentina salió del default. Si el mundo (incluido los argentinos) no da por «aprobada» la salida del canje, habrá que cambiar la futura ley o acostumbrarse a vivir en cesación de pagos. Lamentablemente, esto es una mala señal para cualquiera que esté pensando en invertir o en prestar en la Argentina y, por ende, para el bienestar económico futuro de los argentinos.

El gobierno considera que el nivel de adhesión será alto, más bien, debido el hartazgo de los inversores, quienes preferirán cerrar este capítulo de eterna espera y de malos tratos. Por otro lado, uno apostaba al éxito porque suponía que, si esta expectativa no se cumplía por el predominio la mala predisposición generada, el gobierno echaría manos de alguno de los ases que tiene en la manga y convencería a los remisos de que ingresaran.

• Importancia

A esta altura, lo importante es el resultado y no cómo se logre. Lo que se hizo mal hecho está. No es que no importe, ya que en el largo plazo pagaremos un alto costo si es que el buen resultado se logra debido al hartazgo de los acreedores con la Argentina. Un país que no muestra voluntad de cumplir sus compromisos, por más que cierre el proceso de default, nunca atraerá las suficientes inversiones como para pasar de la reactivación actual a un verdadero proceso de desarrollo. Sin embargo, a pesar de todo, que el proceso sea exitoso permitirá mantener, aunque más no sea, un crecimiento mediocre a partir de 2006.

Por lo tanto, en el corto plazo, y para evitar males mayores, es importante que la reestructuración de la deuda pública argentina en cesación de pagos sea exitosa. Y en la definición de «exitosa» empiezan los problemas. Es cierto que la discusión no es nueva. A principios de 2004, el gobierno se enfrentó con el FMI porque consideraba que el porcentaje clave era 50% mientras que el organismo pedía 80%. Con el tiempo, pareció que la diferencia quedaba zanjada. En el acuerdo con los bancos asesores, el gobierno premió con mayores comisiones un resultado superior a dos tercios. En tanto, en la oferta de canje se otorga a los acreedores una mayor posibilidad de opción por los supuestamente codiciados bonos Par si el resultado es mayor a 70%. Parecía que el Poder Ejecutivo había entendido que el grado de adhesión debía ser alto.

Lamentablemente, en el discurso de lanzamiento del canje, el ministro Lavagna manifestó su convicción de que aquél sería exitoso y superaría 50% de adhesión. Pretendió manifestarles a los acreedores la estrategia de que, si se obtenía dicho porcentaje, no habría mejoras y el proceso se daría por concluido, dejando con papeles sin ningún valor a los que no participaran.

En ese sentido, conviene recordar que la Argentina enfrenta el proceso de reestructuración de deuda en cesación más grande de la historia mundial, con casi u$s 100.000 millones (contando los intereses caídos en 2002 y en 2003, los que, si no se pagan, también son parte de la deuda en default, aunque el gobierno no lo admita). El segundo proceso de reestructuración más grande le corresponde a los rusos, con algo más de u$s 30.000 millones en cesación de pagos. Por lo visto, si el gobierno argentino consiguiera un porcentaje de adhesión de 60%, festejaría un éxito rotundo, ya que habría superado el porcentaje de 50%. Sin embargo, eso implicaría dejar fuera de la reestructuración casi u$s 40.000 millones. Pregunta: si Rusia entró en default por no pagar algo más de u$s 30.000 millones, ¿por qué la Argentina saldría de él dejando sin abonar u$s 40.000 millones o más?

El porcentaje que determine el éxito no va a ser un número determinado, sino el que deje a los acreedores que no adhieran en una posición débil para presionar por una reapertura del proceso con algún «endulzante» o por una nueva y mejor reestructuración. También, un porcentaje menor de remisos a ingresar en el canje les dará menos «fuerza» ante los jueces a quienes inicien litigios para cobrar. Por eso es tan importante que el gobierno entienda que el «número mágico» debe estar por encima de 70%. No vaya a ser que, cuando se conozca el resultado, el gobierno festeje con champagne, y por no haber hecho el esfuerzo suficiente, al otro día, los argentinos nos volvamos a despertar en un país en cesación de pagos.

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