Violencia de género, la "otra" pandemia en medio del coronavirus

Resulta preocupante el incremento de femicidios y se plantea la necesidad urgente de proteger y asistir. El momento actual sirve como oportunidad de reparar los lazos familiares.

El objetivo principal es poder cuidar al otro y a sí mismo de los aspectos destructivos que puedan exacerbarse en situaciones estresantes. 
El objetivo principal es poder cuidar al otro y a sí mismo de los aspectos destructivos que puedan exacerbarse en situaciones estresantes. 
Latfem

El aislamiento y la pandemia parecen estar ocasionando profundas conmociones en los vínculos humanos. Una de las manifestaciones más alarmantes es la violencia. Resulta preocupante el incremento de femicidios, que se anuncia como “la otra pandemia”. Algunos de ellos han ocurrido durante la convivencia familiar o de pareja. Otros, en parejas que se encontraban separadas. Se han puesto en marcha protocolos de emergencia desde varios organismos. En este contexto, se plantea la necesidad urgente de proteger y asistir a quienes resultan más vulnerables y construir estrategias de abordaje y prevención para estas problemáticas, que son sumamente complejas.

En algunos casos, la cuarentena ha puesto de manifiesto o ha acentuado “encierros previos” como vínculos de pareja asfixiantes, adicciones a sustancias, actuaciones violentas con riesgo de auto o heteroagresión. Así como las personas, en situaciones de catástrofe los vínculos también pueden enfermarse. Muchas veces la violencia es un intento fallido -nunca justificado- de derivar la angustia y el miedo. Un contexto como el actual puede constituírse en terreno propicio para ciertas transformaciones: el amor en odio, el apego en rechazo, lo que era familiar en siniestro.

Son perturbaciones que pueden generar estados de desconocimiento entre quienes son familiares y que pueden desencadenar, en los casos más extremos, ataques destructivos hacia aquellos que forman parte del universo afectivo.

En momentos como éstos pueden salir a la luz aspectos de los otros que no conocemos. La convivencia muchas veces trae aparejada la errónea ilusión de que el otro es -o debe ser- “transparente”. Y en tiempos de convivencias prolongadas y obligadas, reducido al mínimo el contacto con el mundo exterior, puede resultar sumamente intolerable descubrir que el otro tiene aspectos “no compartibles”, a los que no es posible acceder.

De esta manera se exacerban los celos y los deseos enfermizos de posesión. Podemos hablar de “amores destructivos”, cuando se da por sentado que el otro carece de una existencia autónoma y pierde su identidad. Este es un punto clave para poder entender la lógica de “los amores que matan” y el delgado límite que existe, en algunos casos, entre el amor y el odio.

Las separaciones conyugales también pueden convertirse en terrenos propicios para la violencia cuando se transforman en verdaderas guerras en las que se persigue como objetivo aniquilar a quien se siente como oponente. El pasaje de estar “dentro” de una relación afectiva a estar “fuera” de ésta también puede desatar reacciones desmedidas de terror, de ataque y defensa entre los “ex”. Y éstas pueden trasladarse a los hijos cuando éstos se alinean en uno de los bandos que suelen armarse.

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Además de las medidas de resguardo que puedan tomarse en estos casos, resulta fundamental trabajar en el ámbito de la prevención. Desde el punto de vista psicológico serán de muchísima utilidad los dispositivos que permitan, a todos los involucrados, comprender por qué se encuentran presos del “ciclo de la violencia”, por qué se repite y cuáles son sus desencadenantes. El objetivo principal es poder cuidar al otro y a sí mismo de los aspectos destructivos que puedan exacerbarse en situaciones estresantes.

Un momento como el actual -en el que la vida se encuentra amenazada por un agente externo- se plantea como la oportunidad de reparar los lazos familiares, de plantear treguas, de no reavivar conflictos del pasado, de establecer acuerdos, de recuperar las jerarquías ordenadoras (no humillantes) y poder diferenciarlas del efecto paralizante que genera el miedo.

(*) Licenciada en Psicología. Psicoanalista. Especialista en niños y adolescentes. Integrante del Depto. de pareja y familia de la Asociación Psiacoanalítica Argentina. Autora del libro “La familia y la ley. Conflictos-transformaciones”.

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