Asado de doble propósito en la Residencia de Olivos. Alberto Fernández sigue cultivando el grupo de 10 amigos íntimos que recibe cada tanto en Olivos y que son, por devenir histórico y por práctica política actual, lo más cercano a la definición pura del albertismo. Quienes se sientan allí pueden ver al Alberto F. más distendido, sin pose alguna. El sábado a la noche se prendió la parrilla de Olivos para cumplir con el rito de despedir a Jorge Argüello que parte a Washington y a Alberto Iribarne que tiene destino en Uruguay. Ambos embajadores integran ese círculo cerrado que también se dedicó el sábado a festejarle por anticipado, hacia las 12 de avanzó con brindis, el cumpleaños a Eduardo Valdés, uno de los más cercanos a Cristina de Kirchner dentro de ese grupo.
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En esas reuniones, todos coinciden, los temas de discusión cada vez se centran más en cuestiones diplomáticas. No es para menos: los dos embajadores están en funciones y Valdés funge como si lo fuera en relación a temas sacros. Hubo asado y vino salvo para el Presidente que está tomando casi como una obsesión el gusto por una gaseosa light con gusto a limón. Como le cuidan la dieta todos le respetan la elección, pero el resto no se priva del alcohol. Allí se habló de la oferta de Jair Bolsonaro a un encuentro en Montevideo durante la asunción de Luis Lacalle Pou. Alberto F. tuvo la excusa perfecta para mantenerse lejos de ambos eventos que al argentino no lo subyugaban: el mensaje ante la Asamblea Legislativa en su primer apertura de sesiones ordinarias. Podría haber cruzado el río a la tarde, pero la excusa está. Se afirmó también allí que eso no implica que más adelante vaya a haber seguramente una cumbre (tanto con Bolsonaro como con Lacalle Pou) pero no tan rápido como se habló cuando Felipe Solá visitó Brasilia.
Entre mollejas también se habló de números y de las condiciones con las que Martín Guzmán negocia la deuda ahora, por ejemplo, sin intereses acumulados como sucedió en reestructuraciones de deuda en el pasado y sin el peligro (por definición ya de la Corte Suprema de EE.UU.) que los fondos activos y reservas de la Argentina puedan ser embargados, como sucedió en la pelea con los holdouts. Alberto F. está bastante obsesionado también con el tema tasas de interés.
A Miguel Pesce, amigo cercano del Presidente sentado en esa mesa el sábado por la noche, le machaca continuamente que debe presionar a los bancos para que bajen las tasas de interés que cobran por financiar saldos con los plásticos. Prometió que en breve, no se sabe si antes o después de su viaje a Riad donde Pesce debe participar de una cumbre del G-20, habrá noticias. La mesa se complicó con el jefe del bloque de legisladores porteños, Claudio Ferreño, el secretario de Culto Guillermo Olivieri; el secretario general de Presidencia, Julio Vitobello, el síndico general de la Nación, Carlos Montero y el director del Banco Nación, Raúl Garre.
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