8 de enero 2007 - 00:00

Comentarios políticos de este fin de semana

Héctor Cámpora y Luis Patti
Héctor Cámpora y Luis Patti
VERBITSKY, HORACIO.
«Página/ 12».


Horacio Verbitsky vuelve a uno de sus temas predilectos, las internas del aparato de seguridad del Estado. No sólo ofrece información sobre la peripecia del gobierno durante la noche en que desapareció el militante kirchnerista Luis Gerez. También, en cumplimiento de sus deberes de asesor informal del Presidente, propone un plan de reforma de los organismos de seguridad e inteligencia.

Entre los datos que provee Verbitsky se destacan algunas novedades. Ni la noticia de la desaparición de Gerez ni la de su reaparición llegaron al gobierno por los canales oficiales, es decir, a través de las instituciones dedicadas a combatir el delito y realizar tareas de inteligencia.

En el primer caso, uno de los conductores de la SIDE (cuyo nombre el periodista oculta con celo a sus lectores) y la cúpula de la Policía Federal se enteraron de la desaparición por un comentario que le realizó un asistente al acto de homenaje a Héctor Cámpora que Kirchner encabezó en el Salón Blanco de la Casa Rosada el 28 de diciembre. Pero, al parecer, tampoco esos funcionarios le informaron del caso a Kirchner, quien se enteró por boca de Felipe Solá.

La noticia de que Gerez estaba con vida llegó también por los canales de la « militancia»: el secuestrado se lo dijo a un concejal de Escobar a quien reconoce como jefe político, el kirchnerista Hugo Cantero, y éste a Felipe Solá. Kirchner se enteró de nuevo por boca del gobernador e interrogó a sus subordinados sobre la novedad: ni la SIDE ni las policías conocían el tema.

Verbitsky atribuye esto a que el Presidentey Solá violaron las leyes constituyendo un comité de crisis informal para resolver el caso y no el que está previsto en la Ley de Seguridad Interior. Le endilga responsabilidadesa un comisario de la Bonaerense (Matzkin), a otro de la Federal (Gil) y a un directivo de la SIDE (Pocino: la última vez que apareció el nombre de este agente en los diarios fue en una nota de Jorge Lanata en la que indicaba que Pocino fue el encargado de darle al diario de Verbitsky la carpeta con el legajo de Juan José Alvarez en la SIDE. Pocino, por lo que se sabe, es el hombre más afín al gobierno en la SIDE por sus viejos vínculos con el vocero Miguel Núñez, de la época en que realizaba tareas de espionaje en el Congreso).

Sin embargo, a la hora de caracterizar a la Secretaría de Inteligencia el periodista no pone la lupa sobre Pocino sino sobre Horacio Antonio Stiuso, recordándole a Kirchner que ya Gustavo Béliz lo había señalado como el jefe de una especie de policía secreta, paralela al Estado. No se pregunta Verbitsky por qué Kirchner no siguió los consejos de Béliz y mantuvo a Stiuso en esa dependencia.

Hay algo curioso en la nota de Verbitsky: repasa con gran minuciosidad todas las irregularidades e impericias que revela el caso Gerez. Realiza imputaciones a diestra y siniestra, todas con bastante sentido común. Pero no menciona una sola vez al secretario de Seguridad Interior, responsable directo sobre las fuerzas de Seguridad, su amigo Luis Tibiletti (ahora sólo falta que Lanata lo identifique un día como el que le dictó la nota). ¿Dónde estuvo Tibiletti durante todas esas horas? ¿Lo marginaron de las decisiones? ¿Por qué no renuncia, entonces?

El final de la nota de Verbitsky es, como de costumbre en los últimos tiempos de giro de Kirchner hacia cierto pragmatismo electoral, una «bajada de línea» al Presidente. El periodista-asesor le recomienda una purga en la SIDE para exonerar a los efectivos que hayan colaborado con militares encumbrados durante el gobierno militar y también activar la Dirección de Inteligencia Criminal de la Secretaría de Seguridad. En otras palabras, disolver la SIDE y reemplazarla por otra a cuyo frente debería haber alguien de confianza del gobierno. Ni una palabra sobre la actual conducción de la Secretaría, seguro que también de confianza, integrada por dos íntimos del Presidente, como Héctor Icazuriaga y Francisco Larcher; tampoco sobre los 50 millones de pesos adicionales que Kirchner le proporcionó a esa dependencia para 2007 tal como consta en el sitio del Ministerio de Economía. Es cierto, no son las únicas cosas que calla el periodista-asesor en su nota: tampoco hay una sola referencia al sobreseimiento con que lo benefició, en su calidad de ex combatiente, la jueza María Servini de Cubría, tan denostada por él en la década pasada.

VAN DER KOOY, EDUARDO.
« Clarín».


Consecuente con una línea que comenzó hace un par de meses, la columna de ayer está dedicada a una mortificación del gobierno disfrazada en un intento de elogio.

Canta la palinodia del índice de precios pero señala la mancha que significa una distribución marcadamente desigual del ingreso, las dificultades de Néstor Kirchner para sacar a la Argentina de la lista de países poco confiables para invertir, o de los con más alta inflación. En la serie de reproches anota atinadamente Van der Kooy la diferencia entre la «inflación Moreno» y la verdadera inflación de precios a la hora de consumir.

Sobre Gerez entona el libreto oficial acerca de que su secuestro ha tenido que ver con su condición de testigo en peligro y no, como creen cada día más en los despachos gubernamentales, un episodio de la interna política del oficialismo en el partido de Escobar. Imposible demostrar lo contrario cuando ya el gran público sabe que Alberto Fernández de Rosa sí está vivo, que el caricato Larry de Clay es vecino de la zona y que los dos se pelean con la «holgadista»

Cristina Alvarez Rodríguez (cuyo mérito es ser sobrinanieta de Eva Perón) por la intendencia local. Pero igual va el palo: ha sido un error, dice Van der Kooy, atribuirle sin pruebas a Luis Patti la responsabilidad del hecho.

Lo más llamativo de la columna es, sin embargo, el rapto de inexplicable lavagnismo que ataca a su responsable. Que el ex ministro haya dado dos reportajes a diarios amigos para recordar que es candidato a presidente (algo que se sabía de hace rato) le parece una noticia que conmovió al país. Para el gobierno significa la aparición de un «desafiante» (cuando la Casa de Gobierno conoce los pobres números de Lavagna en intención de voto nacional) que le obliga a cambiar su estrategia electoral, a Macri lo ha puesto en un brete porque se demoró en lanzar su nominación. Cumple con el reclamo del ex ministro de decir que cualquier alianza sólo se hará si Macri resigna la candidatura presidencial y con insistir que los dos reportajes del viernes han inquietado a la Casa de Gobierno al punto de que Kirchner hasta podría reponer su candidatura a la reelección.

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