Destitución de Moliné provoca crisis en PJ
La destitución de Eduardo Moliné O'Connor de la Corte desató la ira de Cristina de Kirchner porque 6 senadores peronistas, entre ellos, Antonio Cafiero y Ramón Puerta, que habían aprobado la sentencia, impidieron que se inhabilitara de por vida al ex juez para cargos públicos. El cuadro refleja una división virtual en el bloque y una señal de resistencia al gobierno. Puede que haya represalias contra los díscolos, sobre todo para los que rechazaron de plano la embestida y continuarán en funciones. Para colmo, la porteña María Laura Leguizamón serviría para fundar una de las causales de nulidad del proceso en tribunales internacionales. Asumió la banca hace 9 días, juró como miembro del tribunal que ajustició a Moliné, minutos antes de que se hicieran los alegatos de la acusación y de la defensa, razón por la cual perdió 80% de la instrucción. Y, difícilmente, haya leído las 20 mil fojas del expediente en una semana de gestión.
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Antonio Cafiero, que también neutralizó la inhabilitación, estaba visiblemente incómodo. Apenas aprobó 2 cargos de los 9 que se le achacaron al ex ministro de la Corte, los mismos que alcanzaron 2/3 de adhesiones de los presentes. El veterano bonaerense no levantó la vista mientras iba pronunciando el veredicto, refugiado en el papel con las acusaciones. Quizá temía encontrarse con los ojos de Moliné, que seguía la sesión desde el palco central del segundo piso. Cuando hizo su descargo, apenas iniciada la etapa final del enjuiciamiento, Moliné entró al recinto y recibió un afectuoso apretón de manos de Cafiero. El contraste resultó patético.
La frase sirvió para pintar a López Arias que intentó enmendar su paso en falso, a ojos del gobierno. Después de que se leyó el fallo del enjuiciamiento -redactado por el peronista Marcelo Guinle, la frentista Vilma Ibarra y el radical disidente Gerardo Morales-, el salteño sugirió que sólo se mencionara en el texto la aprobación de la destitución y el resultado de la votación. « No es necesario señalar que no se lo inhabilita, porque es una pena accesoria; además, queda incongruente», sugirió con tono conciliador López Arias. Cristina de Kirchner le replicó: «Que se hagan cargo». Pareció una amenaza.
Aunque se había cumplido la salida de Moliné, tal cual había pedido por cadena nacional de radio y TV el propio presidente en su embestida contra la llamada «mayoría automática», no había gesto alguno de triunfalismo en la primera dama. Acalorada, se había quejado de la insuficiencia del aire acondicionado y hasta se quitó por unos minutos su elegante chaqueta lila pastel.
Ayer, todavía molesta por la indisciplina del bloque (una demostración del lí-mite al cual estaban dispuesto a llegar algunos senadores del PJ) no asistió a la sesión, a pesar de que se consagró al chubu-tense Marcelo Guinle como presidente provisional (ver aparte).
Más que fastidiada impuso un cerco informativo. Dio instrucciones de que no se entregaran copias de la versión taquigráfica de la deliberación, ni siquiera a los propios senadores, hasta que ella lo autorizara. Lo hizo en nombre de la Comisión de Asuntos Constitucionales que llevó la instrucción del tramo final de la anunciada caída de Moliné.
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