Destruye UCR Alfonsín con candidatura de Lavagna
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Eduardo Duhalde
Esta peculiaridad del candidato cala más allá del marketing electoral que imagina Alfonsín y penetra en la verdad política de esta asociación que la UCR consagrará en la convención nacional de marzo: la candidatura de Lavagna es un producto de la misma matriz que engendró a Kirchner. Es decir, es una expresión, acaso más perfecta que el Presidente, del «modelo productivo» que auspició la salida del poder del gobierno de Fernando de la Rúa para garantizar la megadevaluación y consagrar el régimen económico que bendijeron Héctor Magnetto en la primera noche presidencial de Eduardo Duhalde ( comida en lo de Alberto Pierri) y Paolo Rocca al promover a José Ignacio de Mendiguren al Ministerio de la Producción, por sacar dos episodios del archivo. Si uno se atiene a las declaraciones del propio Lavagna, él mismo reclama la condición de padre de este nuevo orden, con un egocentrismo que lo lleva a periodizar la historia según su gestión en Economía. Kirchner, en esta construcción de su ex ministro, es una amenaza para aquello que debe conservarse. Debe cambiarse al Presidente para que la historia siga su rumbo. Este es el principal mensaje emitido por el candidato hasta ahora.
Esta familiaridad política entre el Presidente y su ex ministro, tan apreciada por el radicalismo que apadrina a Lavagna, se verificó plenamente en aquel asado de Villa Gesell donde el matrimonio Ruckauf y el matrimonio Lavagna le propusieron al matrimonio Duhalde reemplazar la candidatura de Kirchner por la del propio ministro de Economía. Duhalde se negó entonces a ese trueque al que, ahora, lo obligaron los hechos. Sobre todo uno: la imprevista ingratitud de Kirchner hacia sus progenitores políticos. Al fin y al cabo, Lavagna terminó por convertirse en 2007 en el candidato de Carlos Ruckauf, Francisco de Narváez, Ramón Puerta, algunos de los que auspiciaban aquel reemplazo en 2003.
Pero la identificación de Lavagna con los factores políticos y conceptuales que dieron paso al ciclo histórico abierto a fines de 2001 constituye también el principal obstáculo que reconoció hasta ahora la maniobra electoral que inició Alfonsín el año pasado. Porque para buena parte del radicalismo, oficializar la candidatura extrapartidaria del ex ministro significa comulgar, demasiado pronto, con el compuesto bonaerense, radical-peronista, que desalojó a la UCR del poder. Esta es la contradicción más llamativa que encierra la candidatura lanzada el viernes pasado. No sólo se trata de concurrir por primera vez a las urnas con un candidato ajeno: significa hacerlo levantando la bandera del verdugo. En pos de que su partido no desaparezca, radicales como Mario Losada, Margarita Stolbizer, Enrique Nosiglia, Gerardo Morales, Rafael Pascual, Ernesto Sanz, Carlos Becerra o Fernando Chironi deberán disimular lo que salta a la vista: que quienes quieren poner a Lavagna son quienes sacaron a De la Rúa de la Casa Rosada mientras promediaba la última presidencia radical, que ellos integraban.
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