27 de septiembre 2019 - 00:00

Trump-Biden: el primer escándalo (el segundo en días)

La elección del candidato para ganarle al presidente norteamericano en 2020 presenta escollos para los demócratas. Uno tiene unos cinco años y se relaciona al comportamiento del exfuncionario de Barack Obama y su hijo menor .

Donald Trump en la apertura de sesiones de la 74° Asamblea General de la ONU.
Donald Trump en la apertura de sesiones de la 74° Asamblea General de la ONU.
Noticias Argentinas.

Los demócratas tienen varios problemas. El principal es la elección del candidato para ganarle a Donald Trump la presidencia en 2020, por un partido que supo representar “al americano medio” y hoy ha girado hacia la izquierda urbana.

Los favoritos son tres: Elizabeh Warren, Joe Biden, y Bernie Sanders, a quienes siguen más de una decena de candidatos menores. De ellos quien más chance tiene de ganar la Primaria es Elizabeth Warren, con una intención de voto según la última encuesta en Iowa del 22%, Biden con 20%, y en tercer lugar Sanders, que ha caído al 11%. En junio los números eran Biden 24%, Sanders 16 y Warren 15.

Las encuestas son aún demasiado prematuras -falta más de 400 días y hasta los últimos 90 en realidad no dicen nada-, pero de ellos el que más chance tendría de ganarle al Donald seria el exvicepresidente de Barack Obama (a quien ven entre 8 y 15 puntos arriba) y luego veterano socialista (entre 5 y 9 puntos) seguido de cerca por la senadora por Massachusetts (entre 2 y 7 puntos).

Las razones de esto: Biden es un centrista, que puede conseguir el voto de independientes y republicanos moderados y al que Trump menos quisiera enfrentar; Sanders se ubica demasiado a la izquierda, por lo que sería su favorito, mientras Warren, la de menor carisma, es vista como una “elitista” que queda entre ambos (lo que explica su actual estrategia de sentarse a esperar y ver cómo cae la popularidad de los dos hombres).

Es en este contexto que tenemos que ver los escándalos Trump-Biden y la necesidad de la inteligencia demócrata de llevar al presidente norteamericano a un infructuoso juicio político -no prosperaría, los republicanos dominan el Senado- buscando quitar el foco sobre su candidato favorito: Biden. ¿Por qué decimos “los escándalos”? Simple: porque son dos.

El primero tiene unos cinco años de desarrollo y se relaciona al comportamiento del exvicepresidente demócrata y su hijo menor.

En febrero de 2014 una violenta revuelta popular derrocó al presidente Ucraniano Viktor Yanukovych, quien huyó a Rusia (que aprovechó para anexar al poco tiempo a Península de Crimea). Para frenar el expansionismo de Moscú, la administración Obama envió en abril al vicepresidente Biden, quien centró su visita en la necesidad de “luchar contra el cáncer de la corrupción que es endémico en su sistema” y la necesidad que el país “reduzca su dependencia e incremente su seguridad energética”.

Un mes más tarde, Hunter Biden, tercer hijo de Joe, un abogado recibido en Yale, adicto a las drogas y alcohólico, recién despedido de la Reserva Naval y envuelto por entonces en problemas legales varios -paternidad, accidentes de tránsito-, sin ningún antecedente para el sector fue designado director de la gasífera Ucraniana Burisma Holdings, hasta abril de 2019. La relación venía de un par de años antes a través de Rosemont Seneca, la inversora y consultora internacional -a la sazón actuaba más como lobista en los EE.UU.- que creara con Cristopher Heinz, hijastro de John Kerry -el secretario de Estado desde 2013 y heredero de la fortuna de la famosa línea de kétchups y Devon Archer, también nombrado director (la vinculación con Burisma fue sin el conocimiento de Heinz que al poco tiempo de enterarse comenzó a romper los lazos con sus dos asociados). Mientras la Gasífera declaraba entonces que Biden Jr. estaría a cargo de los asuntos legales y proveería apoyo ante las organizaciones internacionales, hoy él afirma que eso fue una mala interpretación y que su trabajo tenía que ver con la “transparencia, gobierno corporativo y responsabilidad”. Los hechos sin embargo son - por ahora sabemos- que Burisma le pagó u$s283.000 en 2014 a Bois Schiller, el estudio legal del cual Biden formó parte hasta 2017- y u$s3.4 millones entre mediados de abril de 2014 a fines de 2015 a Rosemont Seneca de la cual Hunter Biden percibía unos u$s50.000 al mes.

En aquel momento la designación fue un escandalate lo suficientemente importante como para que la Casa Blanca debiera salir con todos sus medios para contener la crisis, aclarando: “El vicepresidente no apoya ninguna empresa y no tiene ninguna relación con esta”. Si bien hasta junio Hunter Biden negaba haber hablado jamás de Bursima ni ninguna otra empresa con el vicepresidente”, en julio admitía que, al consultarlo antes de agarrar el puesto, su padre le había planteado: “Espero que sepas lo que estás haciendo...”, a lo que había respondido: “Lo sé”. Joe Biden sigue negando cualquier intercambio sobre el tema.

Al frente de Burisma estaba Mykola Zlochevsky, exministro de Ecología y Recursos Naturales y uno de los grandes beneficiados por el régimen de Yanukovych, quien desde 2012 venía siendo investigado por cargos de corrupción, lavado de dinero y evasión, desde la Fiscalía General. El cambio de gobierno lo dejó del lado incorrecto de la ecuación, especialmente cuando en febrero de 2015 Viktor Shokin fue designado fiscal general. Si bien es cuestionable el grado de avance en las causas y la tendencia de Shokin de “cajonearlas” -lo que lo vuelve inmensamente impopular-, inicia una nueva causa contra el oligarca por haber concedido licencias de gas y petróleo a sus propias empresas mientras era ministro del área. Los de Zlochevsky contratacan hablando de pedidos de soborno -algo muy creíble-. Para marzo del año siguiente en un nuevo viaje, Biden le exige al entonces presidente, Petro Poroshenko, que despida al fiscal General. “Me voy en seis horas. Si el fiscal no es echado, no vas a conseguir la plata”, en referencia a una garantía por u$s1.000 millones que le daría los Washington a Kiev. Shokin es despedido pocas horas después por el parlamento y con el visto bueno de Biden -“un hombre sólido”- Yuri Lutsenko -previamente condenado por malversación de fondos públicos- es designado nuevo jefe de los fiscales. Diez meses más tarde se cierran todas las causas contra Burisma y en febrero de 2018 su dueño, fugado del país desde fines de 2014, retorna. Si por algo será recordado Lutseko es porque en los pocos más de tres años de su gestión, no abrió ni efectuó ninguna acción criminal seria (irónicamente en el lado de Biden Sr. justifican el pedido de renuncia contra Shokin en que el fiscal no era lo suficientemente “agresivo”).

La suerte, sin embargo, no le dura mucho al multimillonario. En abril del año pasado aparecen una grabaciones telefónicas entre él y el presidente Poroshenko, confirmando una serie de actos de corrupción, en junio una corte distrital anula la sentencia de 2017 que lo había exonerado por la cuestión de las licencias y en abril último la fiscalía comenzó a investigar millones de dólares que Burisma había pagado a Rosemont Seneca. Manejándose a dos aguas y consultado por la prensa, Lutsenko negó cualquier motivación política en la reapertura de los casos, declarando: “Hunter Biden no violó ninguna ley ucraniana… al menos por ahora, no vemos ningún acto criminal” (lo que la gente de Biden asocia a un intento de acercamiento a Trump).

Aun sin hablar de sus vinculaciones “no sanctas” con China (toda otra historia), con pruebas o sin pruebas, la evidencia ancdótica es lo suficientemente fuerte como para estar pasándole factura al candidato demócrata -lo que mientras se mantenga dentro de cierto cánones es más que bienvenido por Sander y Warren-. ¿Qué pasara ahora?. Tras la sorprendente victoria presidencial de fines del mes pasado, el nuevo presidente y exactor Volodmyr Zelensky designó al activista anticorrupción Ruslan Ryaboshapka como fiscal general, enviando un proyecto de reforma integral de la fiscalía al Parlamento. Hoy nadie sabe cómo sigue esta historia, pero por el bien de todos ojala que no vuelva ser la corrupción la que gane. ¿El segundo escándalo?: en unos días.

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