El camino de Guillermo Francos: apuesta a la política a la espera de resultados que se demoran

En sus seis meses como ministro del Interior, el flamante jefe de Gabinete tuvo a cargo la tortuosa relación con los gobernadores. Triunfos a medias y resquemores en las provincias. Guiño al ala política de la Casa Rosada.

Guillermo Francos es el nuevo jefe de Gabinete. 

Guillermo Francos es el nuevo jefe de Gabinete. 

Foto: Damián Dopacio - NA.

A lo largo de los seis cortos pero intensos meses en que ofició como embajador de Nación ante las provincias, Francos tuvo altas y bajas, pavimentando un camino de victorias a medias que, a los ojos de los hermanos Milei, fue suficiente para ungirlo como reemplazante de Nicolás Posse.

Al día de hoy, la luz verde de Diputados a la ley Bases es el máximo triunfo que el superministro puede exhibir. No es poco: en un contexto de duros recortes a las provincias, que se combinó con impericia y falta de experiencia por parte del oficialismo para negociar, el superministro logró encausar una nave faraónica, que parecía dirigirse al abismo. La vigencia del mega DNU es otra medalla en el pecho del dirigente.

Las dos etapas de Guillermo Francos como ministro del Interior

La historia de Francos en La Libertad Avanza (LLA) comenzó a escribirse de manera oficial en agosto del 2023. Por entonces, el abogado se desempeñaba como representante argentino ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), puesto en el que había sido designado por Alberto Fernández en 2019. Tras ganar las PASO, Milei lo convocó para integrar un eventual Gobierno.

En lenguaje de las Fuerzas del Cielo, se trató lisa y llanamente de una apuesta por la casta, ya que el dirigente había ocupado numerosos cargos en la función pública desde la década de 70 y es un conocedor del burocrático entramado estatal. Entre su currículum, destaca su paso como concejal del Partido Federal y los respaldos a Eduardo Angeloz en 1989 y a Carlos Menem en 1995. También se desempeñó como diputado nacional por el partido Acción por la República, de Domingo Cavallo, y presidió el Banco de la Provincia de Buenos Aires en la gestión de Daniel Scioli, entre otros.

El periplo de Francos como ministro del Interior podría dividirse en dos partes. La primera estuvo marcada por el naufragio en la Cámara baja del proyecto original de la ley ómnibus, un golpe que disparó todo tipo de rumores sobre su futuro en el Gobierno. La segunda, en tanto, planteó un reseteo del vínculo con los gobernadores y los bloques aliados, hecho que se plasmó en la media sanción de la ley Bases versión pocket y que podría derivar en su sanción una vez que el Senado decida su suerte.

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Guillermo Francos, monitoreando una sesión en el Congreso.

Guillermo Francos, monitoreando una sesión en el Congreso.

Durante el trajín, el hoy jefe de Gabinete se asentó como el principal interlocutor de la Casa Rosada con las provincias, frente a un Milei reacio a compartir los quehaceres de la vida federal. Este aspecto despertó elogios por parte de los gobernadores, quienes lo consideran un hombre de diálogo y buenas intenciones. Pero en la política no basta con eso. Conforme se sucedieron los desplantes y las malas noticias para los distritos, la confianza se fue licuando hasta poner en duda su autoridad.

"Francos escucha, dice a todo que sí y después va Milei y le dice que no. Ahí se termina el asunto" fue una queja que deslizaban con recurrencia los jefes provinciales tanto aliados como opositores. "Si querés algo del Gobierno, tenés que hablar con Milei, Karina o Posse, con Francos no sirve dialogar", había protestado un importante hombre de negocios del norte argentino. Por aquellos días, Posse todavía era hombre de confianza de los Milei y un funcionario de peso en el esquema de poder oficial. Pasaron cosas.

A su favor, el extitular de Interior debió intermediar por cuestiones imposibles de tolerar para los gobernadores. Por ejemplo, la disolución del Fondo Nacional de Incentivo Docente (FONID) y del Fondo Compensador del Interior - responsable de los subsidios al Transporte-, la merma en la Coparticipación Federal, la baja al mínimo de las transferencias discrecionales y la parálisis de la obra pública, todos ítems que pusieron a prueba la muñeca del funcionario.

Aún así, se granjeó el apoyo del tucumano Osvaldo Jaldo -quien rompió el bloque de Unión por la Patria (UP) en Diputados- y tejió buenos vínculos con mandamases peronistas, como el catamarqueño Raúl Jalil.

Otro aspecto de interés fue el pedido recurrente de muchas provincias para restaurar la cuarta categoría del Impuesto a las Ganancias, eliminada por el Gobierno de Alberto Fernández a instancias del por entonces candidato Sergio Massa. Esa pulseada valió uno de los hechos mas traumáticos de la gestión de Francos. Ocurrió a finales de enero, en el Consejo Federal de Inversiones (CFI), en plenas negociaciones por la ley Ómnibus original.

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Guillermo Francos, a salida del CFI. Una jornada traumática en la relación con los gobernadores.

Guillermo Francos, a salida del CFI. Una jornada traumática en la relación con los gobernadores.

Hasta allí llegaron legisladores y gobernadores aliados para negociar su apoyo a la ley bases. Estuvieron, entre otros, Martín Llaryora (Córdoba), Ignacio Torres (Chubut), Maximiliano Pullaro (Santa Fe) y Rogelio Frigerio (Entre Ríos). En el cónclave, los caciques propusieron coparticipar el 30% del Impuesto PAIS. Hubo un principio de acuerdo, reconocido por distintos actores que participaron de la reunión.

Sin embargo, cuando las cosas se encaminaban, la Oficina del Presidente dinamitó las conversaciones, aclarando que las cuestiones fiscales no formaban parte del debate. Francos, finalmente, se plegó a las palabras del Presidente y cruzó a sus interlocutores. El episodio todavía talla en la memoria de los jefes provinciales, que lo recuerdan como uno de los momentos de mayor desconcierto en la corta administración de LLA.

La diplomacia y el camino

A partir de la caída en desgracia del proyecto ómnibus, y mientras los gobernadores se nucleaban en ligas regionales y tejían alianzas como contrapeso al poder central, el ministro del Interior ajustó el músculo político del oficialismo. Más allá de mantener un despacho de puertas abiertas en la Casa Rosada, Francos tomó la iniciativa y salió a la ruta.

En cuestión de semanas, participó en Santa Fe del relanzamiento de la Región Centro, que nuclea a esa provincia con Entre Ríos y Córdoba, y de la cumbre de la Red Federal de Intendentes, en Rosario. Lo propio hizo en Salta, donde formó parte del encuentro del Norte Grande. También visitó al escurridizo Gerardo Zamora en Santiago del Estero.

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Junto a Martín Llaryora, Rogelio Frigerio y Maximiliano Pullaro, Guillermo Francos participó del relanzamiento de la Región Centro.

Junto a Martín Llaryora, Rogelio Frigerio y Maximiliano Pullaro, Guillermo Francos participó del relanzamiento de la Región Centro.

En Misiones, se entrevistó con Hugo Passalacqua y selló un acuerdo con el todopoderoso Carlos Rovira, una foto que, al calor de la rebelión en la provincia, varios prefieren olvidar hoy.

Esa diplomacia terminó por otorgarle al Gobierno algunas victorias parciales, siendo la más importante la obtenida en Diputados con la nueva ley Bases. De igual modo, los reclamos de los distritos se mantienen a la orden del día. Chubut, Tierra del Fuego y Santa Cruz ya acudieron a la Justicia por las tarifazos en el gas. Por otra parte, un grupo de intendentes del interior, entre los que figuran Daniel Passerini (Córdoba), Pablo Javkin (Rosario) y Ulpiano Suarez (Mendoza), protestarán el martes próximo ante el Congreso contra el recorte a los subsidios al transporte.

Como esquirla de la transferencia del ministro a la Jefatura de Gabinete queda la degradación del Ministerio del Interior a secretaría. Al frente estará un alfil suyo: el tucumano Lisandro Catalán. Las provincias comparten una lectura doble y entrecruzada sobre el salto de Francos. Por un lado, avizoran una mayor influencia de los gobernadores sobre las decisiones que se tomen en Buenos Aires. Pero, por el otro, también creen que la extinción de la cartera es un mala señal para el federalismo.

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