Roberto Lavagna sigue con el accionar hacia su candidatura presidencial en 2007. Quiere atraer al radicalismo residual (el que no se plegó al dinero del gobierno) premiándolo con algunas bancas colgadas de una candidatura más o menos fuerte. Ayer almorzó en el barrio Las Cañitas con el peronismo disidente del grupo El General (ex duhaldistas serios que no se borocotizaron al kirchnerismo) que también lo quiere como apoyo. Pero no anda bien Lavagna. En primer lugar dice falsedades como que «la suerte no influyó» en la recuperación de la Argentina cuando a mediados de 2002 (Lavagna era ministro, antes de serlo de Néstor Kirchner), la demanda de productos primarios desde Asia hizo que todos los países del mundo crecieran, menos 3 (Seychelles, Costa de Marfil y Zimbabwe). «Uruguay, sin ningún Lavagna, creció 16% en un año», recuerda siempre Ricardo López Murphy. El ex ministro por la suerte del boom mundial sacó cierta fama del gobierno, algo raro en quienes se desempeñaron en Economía. Pero tiende a operar como Carlos Reutemann: que vengan y le rueguen. No le gusta hacer campaña política fuera de los cenáculos culturales desde donde habla y le difunden sus declaraciones. Además cuando habla no se lo ve como defensor de la libre empresa, ni de la iniciativa privada. Pareciera que sólo aspira a hacer una política económica populista y dirigista pero de centroderecha y no de centroizquierda, como ejecuta el actual gobierno. Además, un poco más prolija, menos setentista y sin agresividad verbal. Para el centroderecha real Lavagna es desconfiable frente a Mauricio Macri o Jorge Sobisch, por ejemplo. Lavagna podría ir a un centroizquierda aunque allí abundan los postulantes, empezando por el gobierno.
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