Trágica muerte de un alto funcionario de la Municipalidad, quizá con derivaciones no sólo por la vida apasionante del occiso. Miguel Doy, de particular confianza para Aníbal Ibarra -entre otros hombres del progresismo-murió hace 48 horas en un horrible accidente ferroviario en Corrientes y Dorrego: una camioneta en la que viajaba el funcionario junto con otras personas que lo acompañaban embistió a un tren.
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Por esas raras casualidades, Doy estaba en ese vehículo -en la madrugada, pasadas las 5- junto con empresarios extranjeros de la compañía Eumex, los que participan en una controvertida licitación de vía pública, la misma en la que el funcionario tuvo la máxima responsabilidad: mobiliario urbano (quizá la zona de negocios más voluminosos de la intendencia). Al lamentable caso de la muerte, entonces, se agrega ahora el concurrente misterio y sugerente suspicacia -seguramente explicable-sobre el vínculo entre el funcionario y empresarios relacionados con el mismo rubro, cuestión ya advertida entre otros ejecutivos municipales con la catástrofe de Cromañón. El accidente de Doy y los visitantes extranjeros se produjo a la madrugada, y cuando al parecer regresaban de una noche entretenida en una tanguería y no escucharon las advertencias de quienes les avisaron que la barrera del paso a nivel estaba bloqueada.
A este colaborador muerto de Ibarra, a cuyo sepelio concurrieron no sólo hombres del oficialismo, se le reconoce una activa vida política en el distrito porteño: fue legislador, primero acompañando la línea blanca de Gustavo Béliz y, más tarde, en otro conglomerado de la nueva política integrando la lista con el actual jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Esa actuación en la Legislatura no podía continuar -hay límites de mandato-y, por lo tanto, se lo recicló en el Ejecutivo porteño, dados su influencia y contactos. También Doy ofrecía por lo menos otros dos episodios curiosos en su carrera: estuvo casado o en pareja con una mujer que, luego se descubrió, pertenecía a una oficina de inteligencia policial y, como agente de ese instituto, se dedicaba a espiar hábitos de Béliz. Tarea puntillosa de la dama: el matrimonio hasta llegó a ocupar una casa vecina para un espionaje más exhaustivo, en un country, a quien luego fuera el primer ministro de Justicia de Néstor Kirchner. Doy, al enterarse de la actividad de su compañera por los diarios, explicó que él nada sabía y, posteriormente, se distanció de ella. Ese costado investigativo también interesaba al propio Doy: fue él quien le hizo una cámara oculta -se difundió con escándalo por TVal auditor radical Juan Iraizoz, episodio que culminó con la renuncia de éste.
Tanto mundo de sospecha y pesquisa, de nueva política y relaciones empresarias en el distrito porteño, no sólo lo caracterizaron a Doy en la vida, sino también lo rozan en la muerte.
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